COLUMNISTAS

Sitios de crítica

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D urante meses y años, con el escaso salario que gano aquí y allá, logré ahorrar para ponerme Internet de banda ancha. Esta semana dejé atrás el sistema Dial Up, y por fin pude conectarme a la autopista veloz. Una empresa perteneciente al grupo hegemónico-monopólico mandó dos operarios a mi casa, que me dejaron conectado a todas las redes sociales. Ahora nunca más tendré que usar el teléfono para entrar a la carreta de Internet, sino que apenas un clic me alcanza para lanzarme a toda velocidad. ¡Y qué rápido anda! La velocidad me hizo ir por más: ya mismo me pongo a ahorrar para comprarme un celular. Volviendo a mi buena noticia de esta semana, por fin pude entrar con facilidad a Google y a otros sitios de igual interés, maravillosos. No lo sabía, pero ahora caí en la cuenta: ¡Internet es el futuro! (después del celular, lo primero que voy a hacer es sacar una tarjeta de crédito para empezar a consumir online).
Atrapado por una especie de ecologismo gauchiste, me dieron ganas de leer crítica literaria online para evitar la tala de árboles (pero por Google me enteré de que la tala de árboles se debe principalmente a la extracción de caucho para la industria automotriz y muchísimo menos al papel). Además tuve otra idea novedosa: recomendar sitios de Internet para lectores de prensa gráfica (qué tonto soy: hace seis años que vengo escribiendo, domingo a domingo, en contra de la idea de que un suplemento cultural se vuelva un mero recomendador de libros –escribo en contra de la idea misma de “recomendación”– y ahora Internet lo resuelve todo). Así, encontré dos sitios de y sobre crítica literaria, muy diferentes, pero igualmente recomendables. El primero es el de la revista Tónica (www.revistatonica.com). Dicha publicación presenta una serie de entrevistas a críticos más o menos jóvenes, buscando, tal vez, definir una mirada generacional sobre la crítica literaria. Sebastián Hernaiz, Maximiliano Crespi, Sol Echevarría y Flavio Lo Presti, entre otros, responden acerca del lugar de la crítica en los suplementos culturales, en la academia, y sobre un fenómeno muy curioso, al que Tónica llama NNA, del que yo no estaba enterado de su existencia. Por un momento pensé que Tónica hablaba de la NBA, pero luego, gracias a Google, comprendí que no hablaban de basket sino de “nueva narrativa argentina”: los editores de la revista son demasiado perspicaces como para confundir lo más reciente que publica el mercado (o lo más reciente que publicó hace diez años, ya que la NNA lleva una década) con lo “nuevo”, término que tiene detrás otra densidad conceptual, otra historia, y otras tragedias. Sin embargo, lo hacen una y otra vez, obligando a los entrevistados a correrse de ese incómodo lugar.
Es una pena esa insistencia: el aparato crítico que rodeó a la marca NNA es de una mediocridad que encandila, como si estuviera prisionera de una torre vacía de ideas. No obstante, hay más de un momento interesante en las entrevistas –en especial las de los cuatro mencionados– cuando logran reflexionar sobre qué significa leer críticamente para ellos. Son intervenciones sobre las que habría que detenerse, precisamente para establecer una discusión crítica. La segunda recomendación es la del sitio Lector Común (www.lectorcomun.com). El espacio en el periodismo es tirano y quedará para la semana que viene.