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CAMBIEMOS SE MIRA AL ESPEJO

Socialdesarrollismo

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EVO y TRUDEAU. El Gobierno cree ir por un intermedio entre el boliviano y el canadiense. | Cedoc Perfil
El respaldo que cosechó Cambiemos a nivel nacional en las primarias del fin de semana pasado obligó a todo el escenario político a preguntarse más en serio de qué se trata esta fuerza electoral que pareció hacerse adulta de golpe.

El jefe de Gabinete, Marcos Peña, uno de los principales demiurgos de la Casa Rosada, no oculta su enojo cada vez que alguien en privado tilda a la administración de “neoliberal”. Debe haber sido, por ello, uno de los que mejor tomaron la mirada del analista José Natanson en Página/12 cuando escribió la semana pasada que el macrismo no es asimilable a los idearios de experiencias conservadoras o de derecha como los de la dictadura militar o el menemismo.

¿Y qué es en definitiva? El propio oficialismo empezó a analizar qué le devuelve el espejo. “Si en una punta está el presidente de Bolivia, Evo Morales, con mucho intervencionismo y políticas sociales, y en la otra está el premier canadiense, Justin Trudeau, con una mirada liberal en lo económico pero también inclusiva, nosotros nos vemos a mitad de camino entre ambos”. La reveladora definición la hace un joven funcionario que habitualmente participa de reuniones de seguimiento con el Presidente, y termina de resumir la concepción que el Gobierno tiene de sí mismo con una palabra que seguramente Macri suscribe con las dos manos: “socialdesarrollismo”.

Esa expresión busca amalgamar el tramo más presentable de la agenda oficial, que va desde la ampliación de los beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo o la reparación histórica a jubilados hasta el impulso a las obras públicas. Y pone en segundo plano los puntos más críticos del modelo: propender a más competencia y menos protección en la producción, a más mercado y menos subsidios en cuestión de precios, o impulsar reformas laborales y previsionales.

Confirmación. A la luz de los resultados de las PASO, este presunto socialdesarrollismo, que también puede ser otra forma más compleja de llamar al gradualismo fiscal, salió fortalecido: no sólo se pintó de amarillo hasta La Pampa, San Luis o Neuquén, sino que en la provincia de Buenos Aires, donde más se plebiscita este giro, también salió bien parado. Con un postulante a senador piantavotos como Esteban Bullrich, le empató –más allá de la avivada del escrutinio y lo que dé el recuento final– a Cristina Kirchner, que para sus seguidores integraría el grupo de WhatsApp nacional y popular junto a Perón y Evita, además de Néstor, claro.

¿Puede el socialdesarrollismo del que habla la Casa Rosada asegurar crecimiento sostenido? Más allá de la recuperación de este año, que rondará el 3% tras la retracción de 2016, con un crecimiento del 10% en la inversión (en buena medida, pública) y del 1% en el consumo, ¿hay motores hoy todavía invisibles que pueden hacer que la expansión perdure en el tiempo?

En el equipo económico entienden que sí, y sorprenden: “El despegue va a venir por la liberación de las fuerzas productivas, de los pequeños emprendedores a los que ahora el Estado les va a facilitar que se blanqueen, que hagan una sociedad rápidamente, que accedan al crédito, que compitan”. No es extraño para un espacio que hasta llama “emprendedor” a José de San Martín en una cuenta oficial de Twitter.
Igualmente, dicen que para llegar a China primero hay que ir hasta Ezeiza. O, en este caso, a La Matanza. En algunas semanas más, la gobernadora María Eugenia Vidal podría tener la chance de mostrar empleo industrial en la capital K del Conurbano: la multinacional Whirlpool, con una planta en La Tablada, tomará ochenta empleados para empezar a fabricar 100 mil lavarropas por año.