COLUMNISTAS
RECORDANDO A PEPE

Somos gratamente los otros

Han pasado ya años de la partida de Pepe. Sigue costando, sin embargo, aceptar que se haya ido. Y es que todo lo que Pepe hizo, y todo lo que Pepe fue, sigue estando cada vez más vigente.

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Eliaschev. Columnista destacado de PERFIL, se cumplen cuatro años de su muerte. | cedoc

Han pasado ya años de la partida de Pepe. Sigue costando, sin embargo, aceptar que se haya ido. Y es que todo lo que Pepe hizo, y todo lo que Pepe fue, sigue estando cada vez más vigente. Especialmente dos de sus rasgos: el rigor de sus análisis y la precisión de palabra. Tuve el privilegio de contar con su amistad, y quiero recordar aquí algunas anécdotas que ilustran estas cualidades suyas.

En 2011 le pedí que me acompañara en la presentación de un libro que yo había escrito. Obviamente, antes de aceptar, me pidió leerlo. “Mandame un ejemplar así lo leo –me dijo, y agregó con humildad– porque no sé si estaré a la altura”. Yo creo que lo que Pepe quería en realidad verificar era que mi libro estuviera a su altura, pero Pepe era demasiado sencillo y demasiado elegante en sus palabras como para siquiera sugerir algo así explícitamente. Le envié entonces un ejemplar. Pepe lo leyó y le gustó, así que me escribió a los pocos días confirmando que iba a participar de la presentación. Pero cuando llegó el día, hizo algo mucho mejor que presentar mi libro: me entrevistó ante el público. Fue una clase formidable de periodismo y también un diálogo ameno y profundo. Una vez que el evento terminó y la gente se retiró, Pepe me mostró su ejemplar de mi libro: no solo lo había leído, lo tenía todo marcado, comentado y subrayado, página por página.

Esa precisión, esa inteligencia, eran su divisa y su marca, y el rasgo distintivo de cada una de sus emisiones. Pepe era perfectamente capaz de improvisar sus editoriales sin perder un milímetro de rigor. Y esto fue un faro de luz en una época oscura de la Argentina. Todavía no se ha escrito (y debería escribirse) una historia del envilecimiento intencional del lenguaje y la manipulación de los hechos en la Argentina reciente. Los eufemismos, la mentira descarada, el cinismo, son –a qué dudarlo– defectos que vienen de lejos, pero sin duda alcanzaron su apoteosis con el ímpetu que tuvo por consigna una frase simple y directa: “¡Vamos por todo!”.

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Sobre esto hablamos con Pepe varias veces. Cuando los cínicos de turno lo acusaban de mentir sobre hechos irrefutables (y ahora comprobadamente ciertos), Pepe ni se inmutaba. Se mantenía incólumne. Recuerdo que en una de nuestras conversaciones al respecto le cité un texto del escritor George Orwell (1903-1950), autor de 1984 y Rebelión en la granja. Orwell fue, como pocos, un profeta anticipado del autoritarismo; sus advertencias, lejos de haber caducado, resultan cada vez actuales y proveen un marco idóneo para analizar las (mal llamadas) “fake news”, la tergiversación de la información y otros ataques a la comunicación del mundo actual.

Escribía Orwell en Looking back on the Spanish War, New Road, Londres, 1943: “Estoy dispuesto a creer que la historia es en su mayor parte inexacta y sesgada, pero lo que es distintivo de nuestra época es el haber renunciado a la idea misma de que la historia puede ser escrita con veracidad. [...] Es precisamente esta base común, y su implicancia de que todos los seres humanos pertenecemos a una misma especie, lo que el totalitarismo intenta destruir”.

Y continúa su alegato Orwell: “El objetivo implícito de esta línea de pensamiento es un mundo de pesadilla en el que el Líder, o alguna pandilla gobernante, controla no solo el futuro sino el pasado. Si el Líder dice de tal o cual evento que este nunca sucedió, bueno, entonces nunca sucedió. Si el Líder dice que dos más dos son cinco, bueno, entonces dos más dos son cinco. Esta perspectiva me asusta mucho más que las bombas, y después de nuestras experiencias de los últimos años –Orwell escribió esto en 1943– no se trata de una afirmación superficial”.

Otro querido amigo mío que también ha partido ya, el brillante y agudísimo Joris Steverlynck, solía decir que en la Argentina las cosas ocurren antes que en el resto del mundo, como si por alguna razón aún inexplicable, nuestro país funcionara como un “canario en la mina de carbón” y anticipara en su quehacer diario y sus crisis las tendencias que recién afectan al resto del mundo años después. Creo que Joris tenía razón: el envilecimiento intencional del lenguaje que los habitantes de la Argentina padecimos en años recientes se anticipó en varios años a la alienación propiciada hoy por regímenes y funcionarios nefastos que, no conformes con criticar a la prensa, la acusan de mentir deliberadamente cuando los que están mintiendo –de manera deliberada, descarada, intencionalmente tóxica– son ellos mismos.

El tiempo y los hechos le han dado la razón a Pepe de manera contundente. Su pensamiento y su voz siguen presentes en el recuerdo de sus oyentes. Y a todos los que tuvimos el agrado de tratarlo y conocerlo nos queda también el recuerdo de su amistad sincera, de su profunda humanidad. Desde que enfermó, hablábamos más seguido. Después de varios vaivenes en su tratamiento, un día me dijo que se sentía mejor y más fuerte. Recuerdo como hoy sus palabras sentidas “Yo te agradezco tus llamados, sabés que te quiero mucho”. Y luego agregó algo que no entendí en su momento. Creo que anticipaba una transición, y no quiso explicitarla por delicadeza. “Esta semana empieza mi recuperación –me dijo confiado–, empieza mi renacimiento”. La elección de esa palabra me extrañó mucho. No entendí qué me estaba queriendo decir. A los dos días me llamaron para avisarme que había fallecido.

Me vino entonces a la mente otro recuerdo. En el epílogo a sus Obras completas en colaboración, Jorge Luis Borges afirma: “Somos todo el pasado, somos nuestra sangre, somos la gente que hemos visto morir, somos los libros que nos han mejorado, somos gratamente los otros”. Durante una emisión de Esto que pasa, sentado al lado de Pepe, cité ese párrafo de Borges. El programa ya estaba terminando. Pepe se quedó callado durante un momento y luego agregó: “Qué hermoso”. Saboreó el texto y luego repitió, al aire y lentamente, esa última frase: “Somos, gratamente, los otros”.

*Escritor. amigo y columnista de Eliaschev en su programa Esto que pasa.