COLUMNISTAS
Esperanzas

Superyó bicentenario

Mi madre trabajó durante muchos años como asistente social y me contaba historias de hombres y mujeres que llegaban arruinados al refugio y ahí podían comer, ducharse, tener atención médica, dormir y conseguir ropa limpia.

|

Mi madre trabajó durante muchos años como asistente social y me contaba historias de hombres y mujeres que llegaban arruinados al refugio y ahí podían comer, ducharse, tener atención médica, dormir y conseguir ropa limpia. Algunos pasaban unos días hasta sentirse mejor, se rearmaban con ropa nueva y alguna referencia laboral y partían a buscar trabajo. Aunque muchos volvían antes del mes en el mismo estado de depresión y suciedad en que habían llegado antes, otros lograban salir y mejorar su vida. La asistencia estaba presente para esa gente, el refugio, la posibilidad de salir de esa situación. En general eran hombres solos, o mujeres solas.

Hoy día se ven familias enteras desalojadas, viviendo en la calle. Entramos en el Bicentenario con 18 millones de personas bajo la línea de pobreza. Una realidad difícil de barrer bajo la alfombra. Cuidado con las cosas que se hagan y se empiecen a hacer en nombre del Bicentenario, porque en estas centurias patrias a los países les agarra el superyó, el ideal del ser nacional, y empiezan a circular decisiones peligrosas pensadas para alcanzar modelos forzados y espejismos de grandeza. En 1910, una de las medidas que se tomó para la celebración del Centenario fue limpiar la ciudad de indigentes. Se los encarceló durante un tiempo para que no afearan las calles de Buenos Aires ante los ojos de la prensa internacional que tenía que escribir loas al progreso argentino.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

En la actualidad el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires emplea un grupo llamado la UCEP (Unidad de Control del Espacio Público) que se dedica a limpiar también las calles. El método es siempre el mismo: una patota de barras bravas de camperas azules llega de noche en una camioneta y con un camión de basura a los asentamientos de indigentes en plazas o refugios bajo las autopistas, los saca a la fuerza y les tira sus casillas improvisadas y sus colchones y otras pertenencias a la compactadora del camión, sin brindarles ningún tipo de asistencia social. Esperemos que la UCEP no se encargue de embellecer la Buenos Aires del Bicentenario.