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Teoría del caos

Llueve. Buenos Aires se inunda. Pero las nubes ahora serían verticales y no horizontales, y esto explicaría que Villa Ortúzar esté en el epicentro de una catástrofe, mientras en Almagro apenas llueve.

Rafaelspregelburd150
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Llueve. Buenos Aires se inunda. Pero las nubes ahora serían verticales y no horizontales, y esto explicaría que Villa Ortúzar esté en el epicentro de una catástrofe, mientras en Almagro apenas llueve.

Llueve. Y supongo que es mi tema: la manera en la que el principio causal se presenta prepotente como la única manera de describir fenómenos. Es la única manera de la razón, sí; pero no la única en la que la realidad se manifiesta. Si es que se manifiesta. Y si es que es real.

Llueve. Y no en vano la teoría del caos (así mal llamada por sus lectores amateurs) nace precisamente a partir de la meteorología, ciencia con causalidad compleja e impredecible. Ahora nos dicen que un cielomoto (skyquake) como el de Uruguay no se puede predecir, y que no se sabe qué lo produce. Lo mismo le pasaba a Edward Lorenz, que, tratando de predecir el clima con calculadoras viejísimas con problemas de decimales, dio sin querer con las claves del caos, que existió desde siempre. El caos no supone desorden, sino un orden más complejo, en el que intervienen cálculos iterativos (y no lineales) que suelen transformar un dato irrelevante (1 grado más en el agua del Pacífico, un poco más de smog en Villa Ortúzar) en el desencadenante de una aguda reacción no lineal. Catástrofe: el puro efecto, que parece haber enterrado sus causas.

Llueve. Y la Ciudad se inunda. Claro, en “caos” se justifica todo el lío como mero “acto de Dios” (terminología legal en casos de seguros, si bien Dios tiene poco que ver con el asunto). Pero lo que me interesa mucho es que este orden complejo produce no sólo la lluvia sino también las formas en las que la interpretaremos. Este diario, por ejemplo, tal vez desligando a Macri de su parte de causa en el efecto, elige informar las causas geográficas muy extraordinarias. Página/12, en cambio, supone que nos inundamos porque la Ciudad está administrada como el culo. Y ambas versiones son cuasi ciertas. Llueve política. La oportuna teoría del caos permite que las cosas (que viajan en todas direcciones) sean leídas sólo en una u otra dirección y acotadas a una versión reduccionista, para alimentar un sentido más afín a determinado interés. Se nota mucho.