COLUMNISTAS

Terror y paranoia civilizatoria

default
default | Cedoc

El criminal atentado contra la revista satírica francesa Charlie Hebdo debe ser condenado sin ambigüedades ni peros. En estos casos no existen justificaciones, ni siquiera en “última instancia”, de actos de barbarie semejantes. Y al mismo tiempo debería evitarse su inscripción en un imaginario clivaje Oriente/Occidente que no aporta nada en términos analíticos y tiene efectos políticos nefastos.

Un dato del atentado es que se produce en un momento de fuerte crecimiento de la islamofobia en Francia de la mano de lo que el periodista Marc Saint-Upéry llama la “paranoia civilizatoria”, que aparece ilustrada por Eric Zemmour, quien acaba de publicar El suicidio francés. La posición de Zemmour –dice un artículo de Edwy Plenel en Mediapart– se alinea con las tesis de Renaud Camus, quien sostiene que está en marcha una silenciosa pero implacable gran sustitución de la población y la civilización francesas en beneficio de los inmigrantes, especialmente musulmanes, y no importa si muchos de ellos ya son franceses plenos, nacidos y criados. Esta sustitución ocurriría con la complicidad de las élites y el progresismo francés. Plenel recuerda una oportuna cita de Gustave Le Bon (1841-1931): “El poder de las palabras es tan grande que bastan términos bien elegidos para volver aceptables las cosas más odiosas”. Camus apoya la candidatura presidencial de Marine Le Pen, la líder del Frente Nacional.
Vale la pena recordar que el tema del fascismo en Francia es una cuestión históricamente mal procesada: siempre se negaron las raíces nacionales del fenómeno, bien investigadas por Zeev Sternhell, y se presentó al fascismo local como una imposición externa, algo menos perturbador.

La actual islamofobia es alimentada también por Sumisión, la nueva novela de Michel Houellebecq, en la que un partido islámico le gana las elecciones en 2022 a Le Pen e islamiza al país. El escritor dice en una entrevista que “la islamofobia no es un tipo de racismo”; reconoce que su libro “tiene un lado temible. Utilizo las tácticas del miedo”, y se justifica de sus posibles efectos políticos señalando: “Renuncio a cualquier responsabilidad, reclamo la irresponsabilidad (política) total”.

En el contexto de este terrible atentado, ¿es posible referirse al contenido de la propia revista? Difícil, pero precisamente la defensa de la libertad tiene más valor cuando incluye a quienes piensan diferente. Muchos de quienes manifiestan solidaridad irrestricta con los periodistas y dibujantes asesinados y la defensa radical de la publicación no dejan de marcar una evolución que colocó a ésta en consonancia con el clima social general. “Charlie Hebdo hizo del noble arte de la ironía –y las caricaturas–, antes utilizado por sus dibujantes como un arma contra el orden dominante (militares, políticos y curas), un instrumento más de humillación contra una parte de la población ya atacada desde todos lados: los musulmanes”, escribió el politólogo Hervé Do Alto, al tiempo que se declaraba en estado de shock por lo sucedido y manifestaba que una parte de su juventud se había esfumado con esa revista que acompañó su compromiso político.

Todo esto no quita que los propios musulmanes, como apunta Saint-Upéry, deberían poder discutir de manera más pública sus contradicciones políticas entre las mayorías moderadas, laicas y/o progresistas y los pequeños e incluso marginales grupos extremistas, sin que ello implique nuevas estigmatizaciones ni tener que justificar su “francesidad”, como parece reclamarse en algunas opiniones de estos días.

Estos tiempos difíciles para la democracia y la libertad no se dibujan según la imaginaria división del mundo entre Occidente y un Oriente “construido” por el propio Occidente, como recuerda Edward Said en su ya clásico Orientalismo. La islamofobia no conduce a más democracia sino a formas fascistizantes en nombre de la defensa de los valores liberales.

*Jefe de redacción de Nueva Sociedad.