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Tiempo y lenguaje

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¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta lo sé, pero si trato de explicárselo a quien me lo pregunta no lo sé”.

En Confesiones, San Agustín hace interesantes digresiones filosóficas; más precisamente, trata el difícil problema de la naturaleza del tiempo y su relación con el lenguaje. “En realidad, son muy pocas veces las que nos expresamos con propiedad, y muchas las que hablamos con inexactitud” (XI, c. 20, 26). Todo lo que relatamos −en todas sus formas− ocurre en el tiempo, se desarrolla en el tiempo.

Un acontecimiento no es solo un suceso sino un componente narrativo, una unidad inteligible que reúne ingredientes de la acción humana, implica agentes, fines, circunstancias e interacciones. El mundo real es información, lenguaje, significación. Todas las cosas emiten mensajes, desde los niveles más elementales de la vida hasta los más complejos.

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¿Sería posible tomar cualquier fenómeno lingüístico adoptando una concepción “estadística” de su significado literal como un grado cero relativo a los contextos construidos artificialmente de ser necesario? ¿Sería suficiente tomar el dato lingüístico ya normalizado para fundamentar los múltiples sentidos?

Pensemos en los versos del Dante al inicio de la Divina Comedia: “En medio del camino de la vida”, o en Triolo y Crésida, de Shakespeare: “El tiempo tiene mi señor un morral en la espalda/ Donde deposita limosnas para el olvido”. ¿cómo podría una inteligencia artificial establecer una relación sobre funciones sígnicas que describen el contenido de otras funciones sígnicas?

En algunos casos hay expresiones metafóricas que parecen literalmente aceptables dada su composición gramatical y semántica bien formadas.

Para algunos autores, bastaría con crear un diccionario solo para dar cuenta de fenómenos como anomalías semánticas, sinonimia o analiticidad. Sin embargo, aquí se registrarían solo propiedades analíticas excluyendo las que entrañan un conocimiento del mundo. Un modelo computacional no puede reducirse a modelos diccionariales. Hay algo más. Se necesita desarrollar un sistema de tópicos asociados al conocimiento enciclopédico, activando algunas propiedades y “narcotizando” otras.  

Ahora bien, si toda metáfora presupone un contexto de referencia y de relectura amplio y se presenta como un fenómeno léxico pero que en definitiva no depende exclusivamente del sistema léxico, ¿qué sucede con los universos categoriales? Hay metáforas que pueden funcionar en un universo cultural e intertextual pero que resultan inconcebibles en otros. Esto nos lleva a repensar el modelo computacional. No es posible desarrollar un marco genérico. Es preciso incluir en el diseño un juego de inferencias y tal vez pensar en una relación entre dos semióticas.

Para Lakoff y Johnson, la mayor parte de nuestro sistema conceptual es de naturaleza metafórica y estructura nuestra actividad cotidiana; por ejemplo, podemos ganar o perder discusiones, atacamos o defendemos posiciones, planeamos estrategias y aunque no hay batalla física sí lo es verbal y la estructura de una discusión lo refleja: “Tus afirmaciones son indefendibles”, o “destruyó mi argumento”. Si las discusiones siguen modelos que emulan la realidad, se pueden sistematizar teniendo en cuenta que no existe una interpretación única consistente a la que se “ajustan” todas las metáforas. El sistema inteligente debería crear tantas categorías que incorporen aquellas propiedades, de manera que admita la interpretación de las metáforas de metáforas.

*Lingüista.