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Tomás y Perón

Tomás Eloy Martínez nació en una familia de cierta alcurnia tucumana, muy antiperonista. Quizás por ello, cuando se sintió atraído por el peronismo como antítesis de las dictaduras que se sucedían en Argentina, necesitó conocerlo, descifrarlo.

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Tomás Eloy Martínez nació en una familia de cierta alcurnia tucumana, muy antiperonista. Quizás por ello, cuando se sintió atraído por el peronismo como antítesis de las dictaduras que se sucedían en Argentina, necesitó conocerlo, descifrarlo.

Le dedicó nada menos que cuatro libros, La novela de Perón, Santa Evita, Las memorias del general y Las vidas del general, además de no pocos artículos.

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Como era lógico, su espíritu de buen periodista lo llevó a entrevistarlo y lo logró en 1966 como premio a su insistencia, haciendo Jorge Antonio de gestor. Luego volvió a hacerlo en 1970, cuando quien campeaba en la quinta de Puerta de Hierro era López Rega.

Hablamos de eso en una entrevista para televisión que le hice en 2003 y que en estos días reflotó el Canal Encuentro en una versión abreviada.

La impresión de Tomás no fue favorable.

“Me di cuenta de que decía lo que su interlocutor esperaba que dijese. Además, no era tan inteligente ni tan culto como me habían dicho. Por supuesto que era astuto para la política, un superdotado, pero no lo era en las demás áreas. Su cultura era esencialmente militar y no general. Mi problema fue que le descubrí el ‘engranaje’ enseguida”.

La entrevista sucedió el mismo día en que Onganía juraba como presidente de facto, luego de voltear a Illia.

“Perón me manifestó su apoyo al golpe, seguramente porque los principales dirigentes gremiales estuvieron complotados. Eso no favoreció el clima de nuestro encuentro”, me dijo Tomás y ello seguramente influyó en su visión negativa.

La entrevista de cuatro años más tarde no fue mejor. “No podría precisar las razones, pero me fui con la convicción de que tiempos muy negros se cernían sobre la Argentina”.

En esa oportunidad, tuvo un altercado con López Rega que pudo costarle muy caro. “Había pactado con Perón que tendríamos un encuentro de tres horas en privado, a solas, sin interferencias. Había sido claro a quién me refería. El motivo era que quería hablar sobre Evita y eso era imposible delante de López Rega”.

Cuando llevaban poco tiempo conversando, irrumpió el brujo en la habitación y comenzaron las interrupciones.

“Me era claro que cada vez que salía el tema Evita, López Rega desviaba la conversación sin que Perón lo impidiera. Además, varias veces se insolentó conmigo, dijo, por ejemplo: ‘General, habrá notado que son muchos los que vienen aquí a grabar lo que usted dice y después se ganan unos pesos vendiendo las grabaciones a los sindicatos’”.

Tomás se indignó y manifestó que una idea como ésa jamás podría pasar por su cabeza. Le reclamó a Perón el cumplimiento del acuerdo de la entrevista a solas y agregó: “General, no puedo permitir que un sirviente suyo me falte el respeto”.

Perón entonces dijo: “Lopecito, ¿por qué no va usted con la señora, que lo debe estar necesitando?”. “Así pude continuar con la entrevista”, concluyó Tomás.

Tomás Eloy Martínez debió partir al exilio para salvar su vida puesta en riesgo por sus convicciones democráticas, expuestas con coraje, en la vida y en sus textos.

Pero es seguro que eso del sirviente, haciendo sangrar la egolatría criminal de López Rega, habrá sido uno de los motivos por los cuales la Triple A decidió que una de sus víctimas sería Tomás.


*Escritor.