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Trampas de Trump

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Una súbita veta trotska aflora sotto voce en algunos exponentes del kirchnerismo. En una vinculación ligera de las situaciones electorales de EE.UU. y la Argentina, decidieron que las masas, cuando no votan en la dirección por ellos esperada, se merecen lo peor. Y así como sueñan con el helicóptero que saque de la Rosada al ingeniero del globo amarillo y en un mismo viaje pero de ida y vuelta restituya a la mariscala del Calafate, así imaginan para el imperialismo norteamericano un día de la verdad… sólo que la alternativa estadounidense no tiene nombre ni cabe en su imaginación. Lo cierto es que el proteccionismo (aunque ambiguo existente) del kirchnerismo se adelantó al trumpismo, que tiene por horizonte inmediato la xenofobia vulgar y por estrategia de mediano plazo la guerra –cualquiera sea– como única posibilidad de sostener el aparato productivo nacional y reducir de paso, esfuerzo patriótico, los salarios de sus votantes. El proteccionismo fue el programa del peronismo, el programa de un país de nivel mediano que pretende jugar de igual a igual en las grandes ligas y siempre es bajado de un cachetazo. Y si no, preguntale a Perón, que primero quiso fundar un mundo peronista y luego terminó pidiendo la escupidera.

Hablando de cachetazos, no es momento de mencionar el iridiscente teñido ni el estrambótico peinado del nuevo presidente de los EE.UU. Como el líder ruso, Trump es celoso de su aspecto físico y afecto a presumir de un intenso funcionamiento viril. No sería improbable que en un futuro cercano se saque chispas con Putin para averiguar quién la tiene más larga (los chinos sonríen). Los franeleos que hoy se prodigan ambos machos nacional-populistas de derecha tal vez deriven mañana en un grave conflicto por dirimir el tema de la supremacía. “¿Qué dirá el Santo Padre, que vive en Roma, que le están degollando a su paloma?”.