COLUMNISTAS
NO SOLO POR TRIACA

Turbulencias

El Gobierno eligió correr hacia delante con medidas curiosas y desproporcionadas.

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DERRAPE OFICIAL, Jorge Triaca. | Dibujo: Pablo Temes

El vuelo del gobierno nacional circula a velocidad crucero, pero sin alcanzar la altitud deseada. Oscuros nubarrones presagian una intensa lluvia y provocan fuertes turbulencias. Este viaje genera una gran incertidumbre donde una parte de la sociedad se pregunta cuál es el destino final y esperan la palabra del piloto, Mauricio Macri.

El problema central es la situación económica, que muestra más incógnitas que certezas. La alta inflación actual no parece amainar, lo que implica un fuerte estrés para las familias, en especial en los sectores medios asalariados que deben afrontar gastos crecientes en servicios públicos, transporte, medicina prepaga, colegios privados, combustibles, impuestos municipales, etc., sin que los ingresos acompañen la suba del costo de vida, lo cual, en definitiva, termina deteriorando la calidad de vida de amplios sectores de la población. No es cierto que la gente pueda acostumbrarse a la inflación, por el contrario, esto implica gran desgaste para la sociedad, que termina también desgastando a los gobiernos.

Sandra que vuelve. En este contexto, el escándalo del ministro Jorge Triaca en torno a la contratación y el despido de su casera Sandra Heredia finalizó siendo un amplificador social, un analizador, para ponerlo en términos del análisis institucional del sociólogo francés René Loreau. Un analizador natural es un evento, circunstancia (incluso casual) que se constituye como provocación institucional, y que ejerce como catalizador de situaciones por fuera del hecho en sí. En este caso, el acontecimiento expresó cierto malestar social, lo que sorprendió al Gobierno, no solo por lo inesperado, sino también por las enormes repercusiones que lo siguen atormentando.

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En esta ocasión, la mesa chica del oficialismo dio la espalda a los resultados de los focus groups de los propios votantes de Cambiemos que pedían la remoción del ministro.

La demanda iba más allá de la situación singular, la cuestión es que fundamentalmente afectó el centro de gravedad del relato macrista: la superioridad moral en combate con la narrativa kirchnerista. Es cierto que a ningún presidente le gusta tener que prescindir de un ministro bajo presión, y Mauricio Macri y su equipo más cercano intuyeron que el Gobierno sufriría más daños con la salida de Triaca que con la decisión de no innovar, en especial en plena negociación de una (estancada) reforma laboral, la extendida presión para que las paritarias cierren en el 15% (la meta de inflación prevista para 2018), y el avance judicial hacia algunos sindicalistas.    

Plan B. Frente al interrogante de cómo recuperar la iniciativa abandonada a mediados de diciembre, el oficialismo eligió escapar hacia delante con dos medidas al menos curiosas: el congelamiento de los sueldos de los funcionarios públicos nacionales y la prohibición de contratar familiares hasta segundo grado de parentesco con el Presidente, vice, ministros y funcionarios con esa jerarquía, en cualquier área de gestión.

El congelamiento de los salarios sugiere una respuesta extraordinaria para una situación de crisis (aunque nada que ver con el caso Triaca), y como señal a una demanda ciudadana de cierta redistribución del sacrificio pedido. Sin embargo, la segunda medida, la de los parientes, hubiera resultado una gran idea para adoptar al inicio de la gestión antes que en la segunda mitad del mandato, porque los parientes son del propio equipo del Presidente. Sin dudas se apuntó más a calmar a los propios adherentes que al público en general. Estos últimos se enteraron del árbol genealógico de los funcionarios cuyos parientes debían renunciar con la difusión del decreto por parte de la prensa, extendiendo el problema. En síntesis, para evitar el mal mayor (una renuncia) se expuso a buena parte del equipo de gobierno (¿cuarenta renuncias?).

Con el diario del lunes, hubiese sido quizás mejor solución reestructurar todo el gabinete, fusionar carteras desdobladas, y reordenar el organigrama que, dicho sea de paso, quedó sumamente distorsionado con la disgregación de los ministerios de Economía y de lo que era Planificación Federal (obra pública). En este sentido, hay que recordar que el Presidente le pidió a cada ministro la reducción de un 25% de los cargos políticos, lo que hace perder la concepción del Estado como un todo dinámico.

Reforma low cost. Con el pedido a los ministros sobre la reducción de su plantel, también se tomaron otras decisiones, como la expulsión de personal calificado del Instituto Nacional de Tecnología Industrial, la sorpresiva disolución de Lotería Nacional, y la reducción de los directores del Banco Nación. Visto y considerando, queda la impresión de que el Gobierno inició una reforma del Estado silenciosa, sin grandes anuncios, como hizo con la reforma previsional, a fuerza de decretos y resoluciones ministeriales. Es muy posible que el Estado nacional actual tenga áreas duplicadas, otras obsoletas, y algunas directamente sin funciones, pero vale la pregunta sobre si todos los esfuerzos buscan mejorar la eficiencia de las estructuras estatales o solamente persiguen el objetivo de bajar el déficit fiscal.

El regreso del patriarca. Frente a todo este plan de reformas que el Gobierno esperaba tener finalizadas hacia marzo, para dedicarse a pleno al armado político, ha surgido el opositor menos esperado: Hugo Moyano.

Como es sabido, el (¿ex?) dirigente camionero disfrutaba de su retiro como dirigente de fútbol en Independiente, incluso se lo observaba cercano al Gobierno (se hablaba de acuerdos sobre la reforma laboral), pero frente a la difusión de informes de la Unidad de Información Financiera sobre presuntas operaciones entre firmas que se le adjudicaban a Moyano, el veterano dirigente retornó a las batallas, cual Luke Skywalker, plantando un paro de su sindicato para el día 22 de febrero, lo cual conlleva a la casi automática partición de la CGT, entre una dialoguista y otra combativa, retornando a un clásico del siglo pasado.

En un entorno donde la oposición política se encuentra en crisis tras los resultados electorales, donde la palabra “progresismo” prácticamente se ha eliminado del lenguaje político, y donde el peronismo se ha paralizado frente a la imposible metabolización del rol de Cristina, aparece el líder menos esperado. ¿También pensará en 2019?


*Sociólogo (@cfdeangelis).