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Turismo cultural

El problema del D.F. no son las librerías de viejo, sino las de novedades: son muy pocas y no muy nutridas.

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Ahora que mi amigo J.E. sacó pasajes para ir a México (ciudad que él no visitaba desde hace unos diez años), me dieron ganas a mí también de ir al D.F. Imposibilitado por ahora de hacerlo, no obstante me puse a pensar con nostalgia en esa ciudad en la que estuve varias veces (¿seis, siete veces?, no lo recuerdo). Pensé en las librerías de viejo de la avenida Alvaro Obregón, muy cerquita del hotel en el que suelo alojarme. Pensé en una nota que leí hace un tiempo en El País de Madrid, en la que decía que mi librería favorita había sido alcanzada por el terremoto, y que había tenido que liquidar todo su fondo. ¿Habrá vuelto a abrir o quedó definitivamente cerrada? En otra muy buena librería de esa zona –llamada El Atico– compré la edición facsimilar completa –junto a varios números originales– de Los Contemporáneos (1928-1931), la revista que dio nombre al grupo (“el grupo sin grupo”) que formaban José Gorostiza, Salvador Novo y Xavier Villaurrutia, entre otros. Un año después, en esa misma librería, conseguí un número original de Ulises (1927) la revista que hacían dos de ellos (Novo y Villaurrutia), tal vez menos ambiciosa que Los Contemporáneos, más imperfecta (lo propio de Los Contemporáneos es la perfección) y por eso más interesante (dicho esto, querido J.E., si llegás a ir al mismo hotel que yo, no desayunes allí: en la esquina de Alvaro Obregón y Córdoba está el café París: todo es muy rico, tiene muy buena luz para leer y nadie te molesta).

Hace casi un año y medio me contaron sobre una nueva librería de viejo presta a abrir, supuestamente muy buena, también en La Roma: La Increíble Librería, así se llama. ¿Existirá todavía? ¿Habrá prosperado? Creo que está en la calle Guanajuato. La Colonia Roma Norte está llena de librerías de viejo (menos que en Donceles, aunque más lindas). El problema del D.F. no son las librerías de viejo, sino las de novedades: son muy pocas y no muy nutridas, para una ciudad de 20 millones de habitantes. En la cuadra del hotel hay una sucursal de El Péndulo, pequeña cadena (hay otra sucursal no lejos de allí, en La Condesa, entre otras) que es de lo mejorcito que hay. Pero que El Péndulo sea de lo mejorcito muestra lo poco que hay en México. Ni por asomo se compara con las buenas librerías de nuevos de Buenos Aires o San Pablo (ciudad cuyas librerías también están bastante en crisis, pero a la que vale la pena ir solo para visitar la nueva sede –con su nueva librería– del Instituto Moreira Salles, sobre la Paulista). Ya que estamos hablando de fotografía –el Moreira Salles alberga una maravillosa colección de fotografía–, volviendo al D.F., ¿cerró la librería especializada en fotografía de la Biblioteca Nacional? No sé por qué, pero creo que sí (tengo el vago recuerdo de que una vez fui, y ya no existía más). Me acuerdo de que me habían encargado unas artesanías que fui a comprar a La Ciudadela, y entonces entré para chusmear en la Biblioteca Nacional –está a 300 metros– y terminé comprando un hermoso libro de Manuel Alvarez Bravo en esa librería (siguiendo con mi recuerdo borroso, creo que ahora hay otra librería, que me pareció muy ostentosa en el diseño, no me sentí para nada a gusto). En fin, J.E., puede ser que te encargue algún libro de allá, por ahora se me ocurre Escribir con caca, de Luis Felipe Fabre, precisamente sobre Salvador Novo. Veremos.