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bisagra entre europa y asia

Turquía: el museo de las diferencias

El único país que puede reinventarse por tercera vez en un siglo, se muestra como la llave para cerrar las diferencias entre Occidente y el mundo islámico.

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Turquía puede pensarse como un país bisagra para el futuro del mundo: está a caballo entre Europa y Asia; limita con la Unión Europea, Irán e Irak; ha sido el punto de referencia del Oriente Próximo; tiene un Estado democrático y laico con una población predominantemente musulmana; y un crecimiento estable. El periodista Miguel Angel Bastenier escribió que Turquía es probablemente el único país capaz de reinventarse por tercera vez en algo más de un siglo.

La versión 1.0 tuvo lugar en 1908, cuando el nacionalista y reformista Comité de Unión y Progreso (conocido popularmente como los “Jóvenes Turcos”) se rebeló contra el Sultán Abdul Hamid II e intentó establecer un Estado que respetara a las minorías étnicas (aunque se reivindicara turco) y tolerara las religiones (aunque fuese islamista). El lanzamiento 2.0 lo hizo Mustafa Kemal (a quien en 1934 el Parlamento turco otorgó el nombre honorífico de “Atatürk” –padre de los turcos–). Sobre los restos del pasado otomano, Kemal Atatürk occidentalizó a la República de Turquía adoptando el alfabeto latino y el ajuar europeo.

El modelo 3.0 llegó en 2002, cuando la elecciones fueron ganadas por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), cuyo líder es el actual primer ministro Recep Tayyip Erdogan. Su filiación islámica animó el uso del velo femenino (del que no se privan ni la esposa del primer ministro ni la del presidente, Abdulá Gül). Al mismo tiempo, prestó oídos al pueblo kurdo, mejoró el estado de las cárceles, acercó el país a la Unión Europea y alentó conversaciones con las autoridades de Ereván (algo muy criticado por la diáspora que conmemora el Genocidio Armenio, como se denominan las atrocidades cometidas contra el pueblo armenio por el Imperio Otomano y el Estado de Turquía durante el transcurso de la Primera Guerra Mundial y en años anteriores y posteriores a ésta). También modificó su tradicional política exterior. Sin perder de vista la decisión de adherir al bloque europeo, la ha vuelto hacia el mundo islámico, con el que supo mantener diferencias derivadas de la antigua y a veces poco cariñosa dominación otomana, al tiempo que se distancia de Israel –con quien compartía la animadversión de los países árabes–.

Sea como fuere, Turquía juega en el mundo global, por las razones anotadas y porque avanza con la construcción de un conducto de gas que puede convertirse en el dominante entre Asia y Europa, Nabucco, al que ya se hizo referencia en esta columna. Todo ello sobre un adoquinado en el que transitan acusaciones acerca de que el AKP esconde una agenda aviesamente islamista. El sustrato está resumido en un pasaje de la irresistible (para los románticos) novela del Nobel de Literatura 2006, Orhan Pamuk, El museo de la inocencia ambientada a mediados de los años setenta: “En realidad el cine turco era fundamentalmente libre, exceptuando interpretaciones desagradables con respecto al Islam, Atatürk, el Ejército turco, los religiosos, el Presidente de la República, los kurdos, los armenios, los judíos y los rumíes y las escenas de amor impúdicas”.

El 13 de julio de 2009, en Ankara, se firmó el acuerdo intergubernamental entre Turquía y Bulgaria, Rumania, Hungría y Austria, con la bendición de la Unión Europea y de los Estados Unidos, para la construcción y el tránsito de Nabucco, cuyo propósito es llevar gas a Europa desde Asia Central y Medio Oriente, trasponiendo Turquía y los Balcanes y eludiendo de este modo las estructuras que administra Rusia. Un par de meses antes, el 15 de mayo, en Sochi –ciudad rusa sobre el Mar Negro– se dio luz verde a South Stream, otro conducto, esta vez ruso-italiano, que comparte con Nabucco el objetivo estratégico de la diversificación energética, pero compite en términos geopolíticos con éste. De acuerdo con el analista Nicolò Sartori, pensar que South Stream tiene como objetivo evitar la diversificación energética de Europa, implica ignorar que el 80% del suministro de gas ruso hacia la Unión pasa por Ucrania, país que pivotea con sus exigencias económicas –apoyadas sobre este hecho– sobre ambos bloques. South Stream permitirá a Moscú desembarazarse de las exigencias de Kiev. Nabucco, por su parte, deberá traer el gas desde Turkmenistán, Uzbekistán, Kazajastán e Irán. Esta es una parte de la explicación que sostiene el cambio en la política externa de Turquía. También, de las declaraciones del canciller turco, Ahmet Davutoglu, en el sentido de que los acuerdos entre Rusia y Azerbaiyán para la compra de gas azerí a partir del 2010 no influyen de manera negativa en los planes de su país. Además, añadió, Nabucco es una prioridad para su país, un proyecto muy importante, estratégico “que garantizará la cooperación entre los países participantes”.

Debido a que cuando en la Unión Europea se habla de “cooperación” se habla de calidad democrática entre los participantes, la de Turquía ha sido motivo de controversia, en particular por lo que refiere a la libertad de expresión. El escritor británico Anthony Barnett, quien concede a Turquía su carácter de país bisagra, se pregunta en cambio si es verdaderamente una democracia abierta. Sus dudas nacen de una serie de procesos seguidos contra escritores por “denigración pública” de tanto la identidad turca cuanto las instituciones y el gobierno nacionales. El propio Pamuk fue llevado a juicio en 2004 por “insultar y debilitar la identidad turca” (artículo 301 del Código Penal), cuando declaró a un periódico suizo que “en Turquía mataron a un millón de armenios y a 30 mil kurdos; nadie habla de ello y a mí me odian por hacerlo”. La primera sentencia le impidió volver a cometer un delito durante los siguientes seis meses, bajo amenaza de prisión efectiva. Pamuk ratificó sus dichos en 2005 y en 2006 un tribunal desestimó el proceso.

En El museo de la inocencia, Pamuk escribe que las bromas turcas “venían acompañadas por las historias que ambos contaban sobre la sabiduría de nuestros antepasados, la belleza de la música antigua y la moderación de los viejos maestros con naturaleza de derviches”. Nada para agregar, mucho para reflexionar.