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el regreso de cristina

Un interrogante crucial

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Cristina de Kirchner hizo su reaparición en la escena pública. Después de cuatro meses de voluntario silencio, eligió para la rentrée una movida defensiva: si me pegan, devuelvo, aguanten mis golpes; si me acusan, me victimizo, y además al juez que me hostiga lo haré de goma. Su fuerza se sustenta en algunas capacidades muy acotadas a su personalidad. Se trata de una personalidad fuerte; cuando tiene espacio para hacerlo, esa fuerza se despliega hasta ocultar las debilidades de esta jugadora incansable: su proyección limitada, su carencia de cuadros fuertes en su entorno, su organización endeble. La mayor herramienta de Cristina es su notable capacidad actoral; pero es a la vez difícilmente transferible a otros. Evita fue una líder política comparable en muchos aspectos; cuando se sabía acabada, proclamó “Volveré, y seré millones”. No volvió, y los millones de seguidores que dejó fueron pasivos cultores de su memoria, pero carecieron de líderes con sus características y de un proyecto continuador de sus promesas.

La herencia sustantiva que dejó no evitó que en su país, con el paso del tiempo, hubiera cada vez más pobres y no menos, ni que el espíritu corporativista de las organizaciones dominara la oferta política presentada en su nombre a los seguidores. Hay atributos del liderazgo que no son transferibles, y ésa es su debilidad.

No hay duda de que Cristina logra sorprender. Puede conjeturarse que pocos habrán anticipado que lo que pasó estos días podría realmente ocurrir y no era parte del reino de las fantasías: Cristina bailando en el balcón de su departamento, miles de sus fans aclamándola desde la calle, la militancia ejerciendo las funciones de policía del espacio público en Comodoro Py. Y, sin embargo, eso es lo que ha ocurrido, con la consecuencia de dejar a la ex presidenta más fuerte y no más débil.

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Los rasgos distintivos del liderazgo político de Cristina de Kirchner son claros. La pregunta que hoy muchos se hacen es cuál es su alcance potencial. Las palabras que ha elegido estos días para transmitir su propuesta –un nuevo “frente ciudadano”– sugieren que ve al justicialismo como irrecuperable y también da por archivado el Frente para la Victoria, cuyos orígenes fueron igualmente “transversales” y desafiantes de las estructuras más orgánicas del peronismo. En otras palabras, Cristina desafía al gobierno de Macri pero también a la conducción del PJ, que se está esforzando por normalizarse y legitimarse como tal. Para el peronismo no kirchnerista, La Cámpora –que es una suerte de cuerpo extraño que tiene incrustado sin poder extirpar– y el protagonismo de CFK son un problema. Cristina puede sumar votos; La Cámpora los ahuyenta. El negocio político de unos y otros se define de maneras distintas e incompatibles entre sí.

Esta reaparición de Cristina la beneficia. Este testeo refuerza su confianza en que podría preparar una reaparición sin mayores costos. Pone en evidencia cuál es su fuerza. ¿Perjudica al Gobierno? ¿Tuvo éste en claro cuánto su actitud pasiva ante la movilización en Tribunales y la poco entendible decisión del juez Bonadio de convocarla a prestar declaración indagatoria le sirvieron en bandeja a Cristina la oportunidad para este despliegue? Se tiene la impresión de que hubo un error de cálculo, una subestimación de esa capacidad actoral que Cristina puede convertir en recurso político cuando se despliega sin restricciones.

Ahora flota otra duda: la imagen de Cristina en la opinión pública argentina ¿cumplió ya su ciclo y está en tendencia declinante más allá de fluctuaciones ocasionales? ¿O tiene resto y capacidad de recuperación?

 La respuesta a este interrogante será crucial para nuestro futuro político cercano.

*Sociólogo.