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Un pequeño matiz

Mientras Scorsese filma a los Rolling Stones, a Peter Bogdanovich le toca estar un escalón más abajo. Su Tom Petty and The Heartbreakers: Running down a dream se vio el último día del ya lejano Bafici 2008. La película de cuatro horas es notable, aunque está rodada para televisión en HD y ni siquiera fue ampliada a 35 mm.

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Mientras Scorsese filma a los Rolling Stones, a Peter Bogdanovich le toca estar un escalón más abajo. Su Tom Petty and The Heartbreakers: Running down a dream se vio el último día del ya lejano Bafici 2008. La película de cuatro horas es notable, aunque está rodada para televisión en HD y ni siquiera fue ampliada a 35 mm. Aunque hace tiempo que Scorsese no hace nada importante, se lo reconoce como un maestro del cine. A Bogdanovich, en cambio, sus compatriotas lo consideran un fracasado.
Pudo ser de otro modo. En 1973, cuando Scorsese aún no había filmado Taxi Driver, Bogdanovich había hecho La última película, Qué pasa doctor y Luna de papel y estaba en el centro de Hollywood. Era un winner que se destacaba como crítico, curador cinematográfico del MoMA y por su romance con la entonces modelo Cybill Shepherd. Pero bastaron un paso en falso en la taquilla (Daisy Miller) y el asesinato de su amante, la conejita de Playboy Dorothy Stratten, para que la carrera de Bogdanovich se fuera al diablo y el director no pudiera recuperarse en los treinta y cinco años siguientes, en los que sus obras maestras (Todos rieron, Texasville) fueron consideradas bodrios por la crítica y los bodrios (la increíble remake para televisión de Al maestro con cariño) no mejoraron su popularidad.
Desde que empezó a caer, el éxito ha sido una preocupación constante para Bogdanovich, lo que se nota claramente en This is Orson Welles, su excelente libro de entrevistas con alguien que fracasó a lo grande. Allí Bogdanovich menciona incluso la traición (y habla de la suya con respecto a Welles) como requisito para sobrevivir en el sistema. No es raro que le haya interesado Tom Petty y que el documental sea el sorprendente retrato de un tipo despiadado, de una frialdad que pone nerviosos hasta a sus propios seguidores. El catálogo del festival habla de “un adorable hijo de puta”, pero si alguna conclusión se puede sacar de la película es que en esa frase sobra la frase “adorable”. Petty es un ejemplo perfecto de triunfador: músico obsesivo, trabajador incansable, tenaz a la hora de enfrentar la adversidad y a los patrones, ha logrado mantenerse en lo alto con un talento esforzado que reniega de la improvisación y se orienta a producir sonidos envolventes y temas un poco pegajosos.
En los primeros días del Bafici 2008, hace mil años ya, se proyectó otra película para televisión en la que aparece el tema del éxito y el fracaso. En el muy buen documental Van Lewton, the man in the shadows, de Kent Jones, Scorsese participa como narrador y productor. Lewton fue todo lo contrario de una figura reconocible y de máxima exposición como Bogdanovich. De hecho, ingresó en la RKO tras el despido de Welles para trabajar casi en el anonimato, produciendo películas de terror de bajo presupuesto que el tiempo terminaría revelando como la obra de un genio. Pero las reglas del show business exigen que hasta una figura tan discreta como Lewton tenga la posibilidad de caer y decaer. En su caso, la timidez y los problemas cardíacos que lo mataron a los 46 años fueron la causa de que terminara arrinconado en Hollywood, sin poder para crear y traicionado por sus discípulos. Sobre el final de la película, la voz en off sugiere que Lewton, acaso por su condición física, acaso por una infancia desdichada en la que la familia renegó de sus raíces, no tenía la pasta necesaria para sobrevivir en Hollywood. Creí detectar en esa frase, más allá de su voz, una idea muy típica de Scorsese. Le pregunté al director y me contestó que Scorsese no había intervenido en absoluto en el guión, salvo para cambiar una palabra. Decía el texto original que el sistema era demasiado brutal para un tipo como Lewton, pero “brutal” fue sustituido por “duro”. Tal vez quienes perduran en el espectáculo son los que entienden la diferencia. ¿No ocurrirá lo mismo en la política?