COLUMNISTAS
CRITICAS AL libro de FEINMANN

¿Un Perón instrumento del ejército liberal?

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A la monumental bibliografía existente sobre el peronismo, se ha sumado un grueso volumen, que apenas es el tomo I, Peronismo. Filosofía política de una persistencia argentina, de autoría de José Pablo Feinmann, que abarca los años 1942-1972. Dice Feinmann: “El peronismo todavía sigue vigente, no por una obstinación irracional del primitivismo de los pobres, sino porque, bajo ese peronismo de los albores, la renta, formidablemente, superó ese 50% a favor de los relegados de siempre”.

Para el período de la llamada Resistencia, Feinmann acompaña el planteo de John William Cooke de la patria socialista de base marxista, y adhiere luego al planteo montonero, del cual se desliga con el asesinato de Rucci, porque estima que significa una ruptura de la alianza con las masas, con el pueblo.
Una tesis central del libro es que a Perón “lo obligaron a volver” porque él sí podía configurar el Gran Acuerdo Nacional (GAN) de Lanusse, que habría primero pensado nada menos que Aramburu, según consta en un perdido reportaje periodístico.

Dice Feinmann: “El regreso de Perón se debe a que las clases dominantes, el Ejército y la Iglesia advierten que el único que puede hacer el GAN es Perón”. Y también: “Hay así una continuidad Aramburu-Lanusse-Perón. Unir a los argentinos. Es lo que va a hacer Videla, asesinando a todos los que están contra él”. Y en su visión, el objetivo militar era que Perón contuviera la tendencia revolucionaria de su movimiento, expresada por los Montoneros, que sólo Perón, desde su jefatura, podría acotar.

Me parece un gran error del autor. La idea de Aramburu, que le costó la vida, no pasó de idea. En cuanto a Lanusse y su GAN, está claro que no lo quería a Perón de presidente, que hizo todas las trampas para que no lo fuera (“no le da el cuero”), y que el tiro le salió por la culata.
Y aquí entró en juego, no la habilidad de la conducción militar, sino la jugada política de Perón con Cámpora, y luego, traicionado por los Montoneros, con su asunción del mando.

Feinmann, que levanta la bandera de la patria socialista encarnada en las masas peronistas –acompañando el planteo de Cooke–, ve al Perón del regreso como un obstáculo para ese paso político, como si el mismo hubiera sido posible. Esto, a pesar de que el mismo Feinmann tiene claro que “… el Viejo Perón sabía que ese pueblo, el que lo quería de vuelta, no lo quería como un líder socialista, algo que, en ese momento histórico, sólo podía hermanarlo con el barbudo cubano, lo quería como el general del caballo pinto, como el general de los días felices, como el único que habría de pensar en los pobres, y darles otra vez un Estado generoso y sindicatos para ellos y acabaría con la violencia”.

Me parece que no se puede, de ninguna manera, equiparar el plan neoliberal del Ejército –que habrá de aplicar finalmente Martínez de Hoz– con el Plan Trienal, o el plan Gelbard, con la distribución de la riqueza que se logró en corto tiempo y con los gobiernos con fuerte presencia obrera que impuso Perón. Ni es lo mismo Lanusse que Calcagno como comandantes militares para acompañar el plan político de Perón. Que era el de siempre. El de la “comunidad organizada”, lo cual exigía el abandono de la violencia.
Hay en la vuelta de Perón un triunfo simbólico, cultural y político del movimiento nacional sobre la política liberal. La fantástica movilización popular así lo demostró.

Feinmann no es peronista justamente porque descree de esa comunidad organizada donde puede haber realización personal y social: “Ojalá fuese así –dice–, pero el capitalismo (más aún: el neoliberalismo post Muro) prueba que en la comunidad no se realiza nadie salvo unos pocos que acumulan tremendas riquezas”.
El libro de Feinmann, a pesar de su título y su extensión, no estudia el pensamiento, la filosofía de Perón, a la que claramente menosprecia.

*Ensayista, autor de La encrucijada argentina. Verdad y mentira del sueño peronista (Sudamericana).