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Un peronista en Kiev

<p>Me sorprendió encontrar en Madrid un libro que se llama ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! Pero en España no sólo se multiplican las novelas, ensayos y biografías ubicadas en la primera mitad de siglo, sino que se reedita a los autores de esa época.</p>

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Me sorprendió encontrar en Madrid un libro que se llama ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! Pero en España no sólo se multiplican las novelas, ensayos y biografías ubicadas en la primera mitad de siglo, sino que se reedita a los autores de esa época. Uno de ellos es el sevillano Manuel Chaves Nogales (1987-1944), del que se consiguen por lo menos cuatro libros fascinantes. Cuando se vuelve una y otra vez a discutir la relación entre crónica, periodismo y literatura –y surgen inevitables los nombres de Capote y Caparrós, e incluso los de Hemingway y Arlt o los de Babel y Soriano– conviene pensar también en Chaves Nogales, ejemplo de una escritura que no distinguía demasiado entre géneros y jerarquías en una época del mundo en la que el periodismo era en sí mismo la demostración precisa de que las jerarquías se estaban terminando o, en todo caso, de que estaban dando paso a esa jerarquía única que es la del dinero.

Chaves Nogales llegó a dirigir Ahora, el diario más popular del período republicano y en 1935 publicó por entregas la que sería en vida su obra más conocida, Juan Belmonte, matador de toros, divertidísima autobiografía de un torero aficionado a la lectura, que entendía su oficio como un arte de vanguardia. Chaves habla por boca del torero como un año antes había hablado en nombre de un bailarín flamenco en El maestro Juan Martínez que estaba allí, obra maestra de la crónica picaresca que no deja de ser una de las grandes novelas políticas de la época. El bailaor Martínez, de gira por los cabarets de Europa, queda atrapado con su compañera por la guerra en Turquía y la suerte lo lleva finalmente a Moscú, donde lo sorprenden los famosos diez días que conmovieron el mundo. Pero a diferencia del propagandista John Reed, Martínez espiará la toma del poder por los bolcheviques desde una habitación de hotel, donde se encierra a jugar al póquer con sus colegas y a esperar que pasen los disturbios. El tono del libro es farsesco y tremebundo pero, al mismo tiempo, absolutamente verosímil. Su protagonista, un andaluz vital y fabulador “al que nunca le interesó la política” terminará huyendo de Rusia tras atravesar buena parte de la guerra civil en Kiev, alternativamente ocupada por tropas bolcheviques, zaristas, ucranianas y polacas, responsables de los espantosos asesinatos, saqueos y pogroms que culminaron en la descomunal hambruna de 1920.

Publicado en 1934, El maestro Juan Martínez es también una advertencia de lo que puede ser una guerra civil y la española estallará poco más tarde. En 1937, Chaves se exilia en Francia convencido de que no le interesa saber “de qué lado de las trincheras saldrá el futuro dictador de España” y anticipando en cambio que ese gobierno “con las armas en la mano obligará a los españoles a trabajar desesperadamente y a pasar hambre sin rechistar durante veinte años”, según escribe en el prólogo de A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, nueve relatos vibrantes cuyo tema central es la muerte, en especial los asesinatos de inocentes y las ejecuciones de víctimas indefensas. El horror y el absurdo son los mismos de Kiev, pero el tono de Chaves es trágico.

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En París, Chaves padece la ocupación alemana y en 1941, ya refugiado en Londres, escribe La agonía de Francia, que se publica en Montevideo. En ese ensayo atribuye la derrota francesa al abandono de la tradición democrática por parte de una derecha que admiraba a Hitler y una izquierda que aceptaba la orden de Moscú de colaborar con los nazis. Chaves moriría pocos años más tarde convencido de que –en contra del sentimiento dominante en su tiempo– sólo la democracia, el diálogo y la tolerancia pueden salvar al mundo de la barbarie. Esa idea refuerza la actualidad de sus libros pero, a pesar de la evidencia reunida, sigue siendo impopular.