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Un poco de Guerra Fría

Se miran recios, torvos, duros: se clavan los ojos agrios en el áspero rigor del cara a cara.

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Se miran recios, torvos, duros: se clavan los ojos agrios en el áspero rigor del cara a cara. ¿Terminó la Guerra Fría? Terminó, sí, es lo que dicen todos. Y sin embargo, pese a eso, hay que ver con qué frecuencia regresa o resuena o rebrota, la tenemos de nuevo ahí. Una foto de la agencia EFE los muestra y no deja dudas: de un lado, Vladimir Putin; del otro, Barack Obama. Enfrentados el uno al otro con gestos de considerable acritud. Es fácil reconocer el modelo que inspira la escena: es el mismo que algún Don King concibió hace muchos años para el anuncio de las peleas de boxeo.

Los contrincantes se paran y se enfrentan así, muy cerca el uno del otro, para intercambiar hostilidades faciales (un poco como el duelo de muecas que inventara Witold Gombrowicz), para desafiarse con puras miradas, para arrojarle cada uno al otro un golpe de silencio en plena cara.

Obama es el más alto de los dos. Como suele suceder con los altos, si gustan de ser dominantes, sabe mirar de arriba hacia abajo (los párpados a medio caer, la vista puesta hacia el costado). A Putin se le plantó de ese modo (vean la foto, si no me creen), relegándolo al contrapicado. Pero Putin, ex KGB, si algo sabe es mostrarse impasible (y la mejor forma de mostrarse impasible es serlo de verdad). Le sostuvo la mirada a Obama, aun desde abajo hacia arriba, con un temple descalabrante: no es el temple del que supone que los golpes no van a llegarle, sino el temple del que bien sabe que los que lleguen no le van a doler.

Se reunieron a conversar en la cumbre del mundo entero. Conversaron y no se pusieron de acuerdo, disintieron y no hubo caso. Así son las cosas, después de todo, en la auténtica alta política, es decir cuando el asunto tratado trasciende el intercambio de sonrisas de protocolo, de frases hechas para la ocasión. Acá el asunto es la guerra, es la guerra y no hubo acuerdo: malas noticias para los infelices de Alepo, sobre quienes seguirán lloviendo, por lo visto, las bombas y los escombros.

¿Acabar con Estado Islámico? Sí: lo quiere Putin y lo quiere Obama. ¿Pero apoyando a quién? En eso piensan distinto. Por lo tanto, por ahora, no habrá tregua ni habrá paz. Guerra y muerte y a aguantarse. A Putin el asunto no creo que lo incordie mucho. Pero a Obama le debe dar unos remordimientos terribles el ver cada noche, al acostarse, un Premio Nobel de la Paz en la mesita de luz, junto a su cama.