T odo es una distinción que se hace, y en cada nueva distinción comienza y continúa al mismo tiempo, un mundo nuevo y conocido a la vez.
Para el kirchnerismo, hasta comienzos de diciembre, casi todo lo que hacía el Poder Ejecutivo estaba justificado. Nunca se trató, como simula 678, de mostrar o no la realidad. Ejecutar esa visión supone que allí afuera hay efectivamente algo real para ser indicado, que los llamados medios hegemónicos no estarían mostrando por intereses propios. El asunto es otro.
El cambio de mando permite de manera bastante impresionante mostrar que la pregunta no debe ser por el “qué”, sino en realidad por el “cómo”, algo que ahora también incluye a los odiadores seriales de Cristina.
Cuando Macri decide por decreto de necesidad y urgencia nombrar en comisión a dos nuevos jueces de la Corte Suprema de Justicia, genera un vuelco conceptual para los observadores. Con una sola medida, el “cómo” del kirchnerismo se vuelca hacia la preocupación institucional, y el “cómo” del macrismo se vuelca hacia la fría cobertura de la legalidad. No es la medida concreta, es el lugar desde el cual los observadores trazan sus distinciones y construyen el mundo.
Hay que también dejar de lado a los sujetos. Colocar el foco en el “cómo” se construyen distinciones, implica que el rol es más relevante que el sujeto en sí mismo. Si bien Macri y Cristina tienen sus propias historias personales y dan a sus gobiernos estilos que tienen que ver con cada uno de ellos, es en realidad el sistema político el que condiciona la vehiculización de sus decisiones. Macri en el rol de gobierno, no es el mismo que en el rol de oposición.
Para los viejos ahora acusadores del kirchnerismo, el concepto de legalidad de las decisiones es tan importante como para el viejo congreso nacional dominado por el Frente para la Victoria. Las votaciones sin discusión en el Congreso de las leyes que enviaba Cristina, eran criticadas como un gesto autoritario, más allá de su legitimidad y legalidad producto de elecciones pasadas, argumento este último que vestía el discurso oficialista anterior. El estar ahora en otro rol, modifica el “cómo” de esa observación y hace que algo cuestionado, pase a ser argumento de defensa propio, al mismo tiempo que acusación ajena.
El espacio de la comunicación masiva asume como territorio natural del despliegue de esta discusión a los medios de comunicación de masas, aliados naturales no siempre deseados del sistema político. Para los medios también hay un “cómo” observar el mundo, en el que las disputas públicas, denuncias, escándalos, y opiniones son hechos atractivos para llevar a una pantalla o una tapa. Para los medios, los diferentes “cómo” del sistema político, del gobierno, y de la oposición, son todos atractivos de transmitir como noticia bajo la simulación de que buscan mostrar la realidad.
El problema bajo todas estas condiciones tiende a desplegarse hacia el infinito, porque toma la forma de una distinción sobre la otra y todas en simultáneo. Mientras el sistema político en sus dos roles despliega sus disputas sobre acusaciones, debe convivir con lo que de esas disputas es atractivo para los medios de comunicación, algo que no siempre puede controlar. La decisión del decreto es al mismo tiempo un asunto legal, por lo que también hace ingresar al sistema del derecho con su propia mirada del mundo. Todos trazan distinciones.
Lo que parece una decisión sólo de Macri, pasa a ser un intercambio comunicacional pleno de la modernidad. Comienza en la política, circula como noticia en todas sus formas por los medios y a su vez hace intervenir la evaluación del derecho sobre su legalidad o ilegalidad. Todo pasa al mismo tiempo y sin control de cada parte.
Debe rozar en algunos ánimos la decepción por una actitud no esperada del nuevo gobierno, pero eso no es culpa de Macri, sino de la incomprensión de la lógica compleja de este mundo. Ustedes que usaban tanto Facebook para denunciar, al final no eran ustedes, era el sistema político. Bienvenidos al mundo y a sus consecuencias.
