COLUMNISTAS
series

Una gorda punk

“Gorda” tiene más potencia metafísica que toda la parafernalia cínica de Houellebecq.

default
default | CEDOC

Salí de mi casa y me encontré en un programa de radio con dos directoras jóvenes (Sol Rietti y Bárbara Cerro) que hablaban de una serie que habían dirigido junto a Tamy Hochman y que se llamaba Gorda. Me interesó lo que contaban y por la noche, tarde, me la puse a ver en Youtube. Gran sorpresa. Gorda es la historia de una chica que se llama Joy y que sufre bullying desde la primaria.

La serie tiene solo ocho capítulos que duran diez minutos. Esa imposibilidad, en vez de debilitarla, la potencia. Cada capítulo tiene la fuerza de un haiku. La actriz –Karina Hernández– es notable. Dota al personaje de una inestabilidad dramática esencial. Martín Buontempo, que hace de Swartz, un amigo peligroso de esos que nuestros padres desaconsejan, pero que son esenciales en nuestro crecimiento espiritual, es también magnífico.

Gorda tiene más potencia metafísica que toda la parafernalia escéptica y cínica de Michel Houellebecq.

Gorda habla sin tapujos de la persecución capitalista por ordenar nuestros gustos, nuestros cuerpos y, si lo conseguimos o no, mandarnos directamente a la depresión.

Gorda se pregunta, por ejemplo, a quién carajo aplauden los personajes del año en esa tapa que la revista Gente saca cada 365 días.

Gorda va más allá del bullying físico, te hace pensar sobre esa prisión que es la construcción de nuestra personalidad, que crece como una enredadera venenosa sobre nuestra esencia.

Gorda se cruza con el final magnífico de un poema de Joaquín Giannuzzi que dice: “Pienso en la vida auténtica, su posible estilo, un modelo/ para oponer a los árboles y los perros./Porque hay algo en uno que no encaja en nada”.

Gorda escapa a los lugares comunes televisivos, al pensamiento políticamente correcto: es políticamente concreta. Y muy divertida. Si el horror no se convierte en risa a determinado nivel de ebullición, es imposible vivir. Vean Gorda, si ella quiere.