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elecciones en ee.uu.

Una mujer en el centro del tablero

Resulta sospechoso que la campaña para presidente de los Estados Unidos esté centrada en la figura del vicepresidente, pero lo cierto es que no se habla de otra cosa. A la salida de los colegios, en los almuerzos, en los vestuarios de la YMCA, en la sala de espera del taller mecánico: el tema recurrente es ella-she.

Montesbradley
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Resulta sospechoso que la campaña para presidente de los Estados Unidos esté centrada en la figura del vicepresidente, pero lo cierto es que no se habla de otra cosa. A la salida de los colegios, en los almuerzos, en los vestuarios de la YMCA, en la sala de espera del taller mecánico: el tema recurrente es ella-she. La aparición de Palin en escena llegó a modificar el modo en que se exponen las noticias en radio y televisión reemplazando el otrora varón por su media naranja, en otras palabras: son-todas-minas. De Larry a King a Hannity & Colmes pasando por Anderson Cooper y Bill O’Reilly, los reyes de la pantalla invitan a mujeres inteligentísimas –cuyo paradero hasta la fecha había sido un misterio– a discutir la candidatura, la misma que hoy eclipsa a McCaine y Obama, paradigma mediático hasta la irrupción de Cenicienta. Palin es la novedá, el último grito de la histeria que tiene a la izquierda-liberal dando tumbos con el New York Times bajo el brazo mientras la derecha no termina de hacerse a la idea de que una mujer con la Biblia entre las piernas y un Winchester al hombro haya conseguido dominar la cancha por encima de las secuelas del Ike y sus cuatro millones de evacuados; por encima de la crisis económica y de uno de los índices de desempleo más alarmantes de la década. En los EE.UU. ya no se discute sobre inmigración ni seguro médico como le gustaría a Michael Moore. El tema del regreso de las tropas de Irak quedó pospuesto, y ya no se oye hablar de los 10 mil millones al mes que se podrían ahorrar con el fin de la contienda (poco y nada comparados con los 85.000 necesarios para el salvataje de AIG) sino por el temor a un eventual desembarque de 400.000 soldaditos en busca de laburo en un mercado deprimido. Nada de esto parece opacar la resolución de Palin-paladín, por el contrario: en ella se depositan las esperanzas y los temores de una crisis sin precedentes para lo que habrían varias razones. El hecho que McCaine tenga la edad del abuelito de Heidi hace más real las probabilidades de que pueda palmar en la Oval Office en medio de un desembarque a Pakistán del mismo modo en que para Obama, la posibilidad de acabar con un balazo en la frente son infinitamente superiores a las de su rival. En otras palabras: resulta siempre más azaroso procurar seguro médico a los 73 que a los 46, y está claro que no hay quien le alquile un Cadillac convertible a Obama para el último tramo de la campaña en Dallas. Pero nada de esto se discute porque ahora llegó Palin y mandó parar. La sociedad norteamericana está convulsionada y eso es bueno. La discusión es saludable aunque por momentos sean demasiadas mujeres mirándome desde la pantalla del televisor. Se habla de la crisis y se buscan soluciones, la mujer es protagonista, no sólo candidata. Para colmo de bienes, son menores que uno y la tienen clara. Este no es el fin de nada como supone Cristina, sino una instancia compleja con derivaciones imprevisibles de las que el capitalismo saldrá fortalecido. Está claro que nos tocó bailar con las rengas. ¿Por qué en el reparto unos se quedaron Palin, Clinton, Pelosi y Rice mientras que los otros tuvieron que conformarse con Piccolotti, Micheli, Garré y la versión femenina de Rocky Balboa en el sillón de Rivadavia? Estoy indignado. No es justo.
Entre tanto, los europeos no se dan por aludidos, tampoco los japoneses y los coreanos que siguen coqueteando con la posibilidad de que la crisis del mercado financiero se arregle solita por obra y gracia de Bhuda en su infinita bondad o que en su defecto Washington les tire un cable como si no hubieran sobrado advertencias y tiempo para prepararse a lo largo de los últimos dos años. Convengamos, lo único que no era previsible era que la gobernadora de Alaska fuera a secundar al septuagenario marino de Arizona a punto de convertirse en el primer presidente centroamericano (el hombre con las aletas más cortas que Flipper nació en Panamá). Son demasiadas primeras veces, no sé si lo pueda resistir. Los demócratas aseguran que los republicanos nos van a hacer un hijo bobo mientras que los republicanos insisten en que cualquier alternativa es más cristiana que el aborto; el “desregulador” McCaine quiere ponerle límite a las tropelías bancarias y promete peronizar la economía con recursos demócratas. La biblia y el calefón.
Temo por mi género y condición: por lo menos Palin no vino encolagenada de la mano del marido, ni corrigió su fisonomía para complacer los escasos requerimientos de los setenta en los que la nariz parece haber pesado más que las veinte verdades peronistas. No, Palin no está ahí por su marido sino a pesar de sus relaciones personales. Y es cierto, también le gustan los fierros, sólo que no reivindica su uso para liquidar cerdos capitalistas al grito de ¡Patria o muerte! sino para cargarse un venado. ¡Y ya lo ve, y ya lo ve, es la gloriosa jotapé! Los yanquis no saben lo que se pierden por carecer de mística revolucionaria. En cambio, la tienen a Palin, y con eso parece bastarles por ahora.

*Cineasta y periodista.