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Apuntes en viaje

Una ucronía

Lo que el Senado votó en el 2018 en relación a la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo responde a una mentalidad pequeño burguesa de 1920.

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Lo que el Senado votó en el 2018 en relación a la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo responde a una mentalidad pequeño burguesa de 1920. | Marta Toledo

En un viaje en el tiempo, en un Parlamento dominado por el partido Conservador, en la década infame del 30, podríamos escuchar en boca de un senador de apellido Urtubey, dislates sobre lo que es y no es una violación si ocurre puertas adentro, en el seno tibio de la familia. Podríamos escuchar en boca de un tal Olmedo la necesidad de crear un cementerio para fetos si se legaliza la interrupción voluntaria del embarazo. Podríamos escuchar en boca de un tal Mayans un argumento tautológico: si la mujer tuviera derecho a abortar, Vivaldi, Mozart o Miguel Angel podrían no haber existido. Podríamos escuchar cómo una tal Regidor compara a las mujeres con marsupiales. Podríamos escuchar en boca de un ex ministro de Educación ungido senador frases de alarmante pulsión clerical. Y no resultaría inverosímil que senadores que responden a los intereses y a los prejuicios de la alta burguesía de las provincias se negaran a involucrarse en una problemática de salud nacional escudados en una mezcla de catolicismo y positivismo sui generis.

En un viaje en el tiempo, en la década del 60, el chofer de un ministerio espiaría durante años a través del retrovisor, recogería anécdotas, reconstruiría el entramado de sobornos casi inventando un sistema matemático para calcular cantidades a partir del  volumen de bolsos que ve entrar y salir, como en una película de Costa Gavras. Ese mismo chofer, en un acto de vanidad, conservaría los cuadernos como se guarda el borrador de una novela genial en un cajón, y tiempo después, emulando la piromanía de Ernesto Sabato, haría cenizas sus anotaciones en una parrilla y no en un hogar a leña como lo indicaría una tradición literaria más sufrida. Hoy, en el 2018, los fotocopias sobrevivientes de los cuadernos, más allá de su contenido, podrían ser el suceso literario del año: representan el triunfo parcial de la escritura sobre el deber ser y la subordinación. El chofer Centeno, escribiendo, se anticipó al Juicio Final y buscó redimirse. Anotó todo antes de que ese todo fuera usado en su contra. En su disciplina diaria, podríamos decir que se entrenó pacientemente en las inferiores de una liga menor de escritores y obtuvo una poética fraseando dígitos. No habría que descartar que en el futuro aparezcan los cuadernos de Vidal, firmados por un guardaespaldas bronceado, detallando el circuito clandestino del dinero de los mismos empresarios arrepentidos hasta llegar a los aportantes truchos del PRO.  

Lo que el Senado votó en el 2018 en relación a la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo no sé si refleja la voluntad de la población, pero responde a una mentalidad pequeño burguesa de 1920. El discurso de los senadores y diputados en contra de la interrupción voluntaria contiene los retazos de hipocresía y palurdismo que Roberto Arlt detectaba en la típica familia burguesa de la ciudad de Buenos Aires.

Casi un siglo después, pese al movimiento de las mujeres, nada parece haber cambiado en el corazón profundo de la sociedad. Lo que reveló la votación del Senado es, por un lado, el componente patriarcal que ordena todavía la vida cotidiana, y por otro la existencia de un Estado no laico. En otros términos, el resultado podríamos decir que es una estancia indefinida en el subdesarrollo, pese a que a los intercambios de favores con el FMI le facilitaron al país dejar la categoría de “mercado subdesarrollado” y pasar al purgatorio de los “emergentes”.