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Usos del Premio Nobel

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Al pasar por el stand de la Universidad Nacional de San Martín en la Feria del Libro, me enteré de que había una nueva colección llamada “Letras” cuyos dos volúmenes hasta el momento corresponden a escritores australianos y están auspiciados desde la contratapa por el Premio Nobel J.M. Coetzee. Compré uno de ellos, Rostro original, de Nicholas Jose, y después averigüé que eran parte de una operación más ambiciosa: Coetzee dirige desde hace poco la cátedra Literaturas del Sur de la Unsam, que debutó en abril con un seminario a cargo de Jose y Gail Jones, la otra autora publicada por la universidad.
Coetzee estuvo en Buenos Aires en 2011 para cerrar el Filba, luego volvió en 2013 para la Feria y finalmente se comprometió con este proyecto de la Unsam, que aparentemente lo obliga a venir dos veces por año. No sé si tiene razones personales para viajar tan seguido o para difundir a esos compatriotas, pero lo une cierta afinidad ideológica con la Unsam. Expresiones de Coetzee como “La concepción dominante proviene de la economía política contemporánea y su discurso de globalización. Esta concepción posiciona al Sur, el territorio de la opresión y la explotación, en contra del Norte, el territorio del capital global” deben de sonar muy bien a los oídos de un centro de estudios tan afín al kirchnerismo y a la exhibición de nombres prestigiosos en sus vitrinas. De modo que, aunque el proyecto de Coetzee de comunicar las literaturas australiana, latinoamericana y sudafricana como parte de una concepción del sur que incluye a China (“pero no a Japón”) suene caprichoso y hasta un poco pueril, la captura de un nombre tan famoso habilita la decisión de la Unsam de publicar por primera vez ficciones en un catálogo orientado al ensayo académico.
La conexión entre Coetzee y la Unsam tiene que ver con la idea de “tender puentes”: apostar al diálogo con interlocutores distantes geográfica o políticamente incluyendo a los autoritarios y hasta a las dictaduras. Entre muchos ejemplos, la idea de los puentes se ve en un artículo de Hinde Pomeraniec en la revista Anfibia (de la Unsam), en el que la autora disimula poco el tono apologético de su retrato de Vladimir Putin aunque mencione sus rasgos antidemocráticos. Coetzee sienta las bases teóricas de esta actitud en un artículo llamado Censura y polémica: Solzhenitsin incluido en Contra la censura. Allí le reprocha al escritor ruso la negativa a dialogar con sus censores y sostiene que su intransigencia y su afán de irrestricta denuncia del sistema soviético es equiparable al estalinismo de sus enemigos, como si funcionarios y ciudadanos, es decir el poder y sus víctimas, estuvieran en el mismo plano. (Es notable cómo el falaz razonamiento de Coetzee se aplica a diario entre nosotros).
Vuelvo a Rostro original, que Coetzee describe como “un thriller elegante, rápido e inteligente que permite echar un vistazo a la vida urbana, subterránea y multiétnica de la Australia actual” y a la sorpresa que me deparó leerlo, ya que no es nada de eso: la novela de Nicholas Jose es de una mediocridad estentórea. No sólo es chata e insulsa, sino que se va transformando en una glosa del budismo rinzai hasta alcanzar un nivel de cursilería que Coetzee contribuye a contrabandear por razones que se me escapan.