COLUMNISTAS

Variaciones bizarras

Bajo el título Con un fracaso... millonarios se estrenó hace años en la Argentina The produ-cers, una película de Mel Brooks en la que dos estafadores montan una obra de teatro llamada Primavera para Hitler. La falsa pieza es una comedia musical cursi que “humaniza” al líder nazi y se revela inesperadamente exitosa (lo mismo pasaría tiempo después con La caída, con Hitler humanizado ahora en clave dramática).

|

Bajo el título Con un fracaso... millonarios se estrenó hace años en la Argentina The produ-cers, una película de Mel Brooks en la que dos estafadores montan una obra de teatro llamada Primavera para Hitler. La falsa pieza es una comedia musical cursi que “humaniza” al líder nazi y se revela inesperadamente exitosa (lo mismo pasaría tiempo después con La caída, con Hitler humanizado ahora en clave dramática). Me acordé del film de Brooks frente a Sieg Heil!, un libro de José María Alvarez publicado por la editorial española Renacimiento, que también habla del tema de un modo francamente bizarro. Nunca había oído hablar de Alvarez, pero detrás de una tapa ilustrada por El triunfo de la muerte de Brueghel, la anchísima solapa nos informa que el autor nació en 1942 y desde entonces ha publicado un gran número de obras en prosa y verso de diversos géneros, ha ejercido la docencia, traducido a los clásicos y ganado una importante cantidad de becas, premios y distinciones, desde un premio de literatura erótica hasta el “Doctorado Honoris causa por Dowling, New York”, sea eso lo que fuere. De hecho, esa solapa se parece menos a las breves biografías que aparecen habitualmente en ese sitio que al detallado currículum de quienes aspiran a conseguir un trabajo. La solapa posterior es más convencional y en ella se enumeran los veinte últimos volúmenes de la colección, pero de esos apellidos castizos no hay ninguno que suene vagamente conocido.

La edición de Sieg Heil! es un poco descuidada: hay frases sin verbos, otras que parecen fruto de una mala traducción y hasta nuestro viejo compatriota Adolf Eichmann figura como “Heichmann”. También es algo pesado el estilo impresionista y desmañado de Alvarez: “Y allí estaban los ojos azules acero de Hitler mirando todo. Se sabía ‘el hombre nuevo’. Como escribió Valeriu Marcu, era ‘el Napoleón del sufragio universal’. Su único rival era el Comunismo, que movilizaba los mismos sentimientos abyectos”. La obra, por otra parte, no es demasiado original, ya que la mayor parte de sus páginas está dedicada al relato del ascenso de Hitler hacia el poder absoluto, con especial atención a las distintas contiendas electorales por las que atravesó el partido nazi, desde la marginalidad a los plebiscitos organizados cuando Alemania era ya un estado totalitario.

Sin embargo, hay una tesis de Alvarez que logra ser perturbadora aunque el libro la formula de un modo particularmente brutal. Según ella, el nazismo no sería la negación del sistema democrático que lo precedió –la desafortunada República de Weimar–, sino su destino manifiesto. Alvarez es un liberal fanático enfrentado con un único mal: la pretensión de los gobiernos de velar por la justicia social. “Si he dicho que el Horror nazi fue una culminación de la Democracia moderna –otros intentos, más sutiles, pero igualmente no menos destructivos de las libertades, estaba ya fraguándolos EE.UU. con Roosevelt, o Inglaterra y otros países– lo es muy especial y coherentemente de su sueño Social” (las mayúsculas son siempre de Alvarez). Tras recordar que los nazis no hicieron nada al margen de la ley sino que la fueron construyendo a su medida dentro de los marcos constitucionales, la conclusión de Sieg Heil! es que todos los políticos son nazis en potencia mientras crean que la ley debe estar al servicio de la voluntad popular (que ellos afirman encarnar). Es una idea que violenta nuestras convicciones, pero cuando escuchamos a un conocido filósofo elogiar la mentira en la propaganda oficial y calificar de “sagaz” a un estadista autoritario e irresponsable, recordamos una palabra alemana, “fingerspitzgefühl”, que se usaba para caracterizar positivamente a Hitler y que Alvarez define como “su sentido de la oportunidad aliado a una mente despejada y a la firmeza de resolución”. Es que hasta un pensador mediocre y extremista como Alvarez puede decir algo interesante.