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Venezuela y el futuro incierto de Unasur

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En febrero de 2014, durante el brote de violencia que dejó 43 muertos, la Unasur tuvo una primera oportunidad de contribuir a la estabilidad en Venezuela. En aquel momento, los países de la región impidieron el tratamiento de la situación en la OEA pero utilizaron tardíamente aquellos mecanismos sudamericanos que habían facilitado la estabilidad en Ecuador (2005 y 2010), Bolivia (2008), Honduras (2009) y Paraguay (2012). Con la OEA bloqueada, la Unasur irresoluta y el barril de petróleo a US$ 96, Caracas continuaría su ciclo de fragmentación social, inestabilidad política y creciente represión. Un año después, con el precio del barril a US$ 44, la situación del país no es más esperanzadora ni el desempeño de la Unasur más apropiado.

En el último año la OEA se ha replegado. Del mismo modo (y en contraste con su récord entre 2005 y 2012), la Unasur evadió la cuestión hasta que la represión recrudeció, y envió una misión a comienzos de mes que se limitó a legitimar a Maduro y poco más. Consecuentemente, la organización es vista por las distintas facciones de la oposición venezolana como un mediador inviable, dada su actitud vacilante y su sesgo a favor del gobierno. El prolongado fracaso sudamericano fue interpretado en Washington como una señal de que los países de la región (especialmente Brasil) no son capaces de gestionar esta crisis por sí mismos. Como el canal diplomático de la OEA permanece bloqueado, se tomaron medidas unilaterales para promover la estabilidad en la cuenca del Caribe.

Para los profesores Fabián Calle y Roberto Russell, la estabilidad interna en América Latina es fundamental para adquirir algún margen de autonomía en política exterior frente a EE.UU. En sus palabras, las “periferias turbulentas” atraen la atención y voluntad estabilizadora del hegemón hemisférico. Las sanciones decretadas por Obama deben ser leídas bajo esa óptica. Que Washington considere la situación en Venezuela “una amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y política exterior de los EE.UU.” no presagia una intervención como las de Granada, Nicaragua o Panamá. En principio, la real intención de Obama será estabilizar a Maduro.

En medio de la mayor crisis con Moscú desde la Guerra Fría, las prioridades de política exterior y seguridad nacional estadounidenses no incluyen embarrarse en la pantanosa situación venezolana. El general John Kelly, jefe del Comando Sur, ha dicho: “No conozco a nadie que quiera encargarse de este desastre”. Washington no es capaz de actuar militarmente a un bajo costo, y por ello está tratando de equipar a Maduro con instrumentos que le permitan reafirmarse como líder indiscutible dentro del fragmentado chavismo, privilegiando estabilidad por encima de democracia. Las acciones emprendidas por Obama hasta ahora han sido dirigidas contra intereses de los rivales internos de Maduro. Las sanciones son selectivas y progresivas, aplicadas a funcionarios civiles y militares clave, y ofreciendo al presidente una clara ocasión para consolidar su poder, ya que los sancionados (y algunos otros bajo amenaza de serlo) ven en la utilitaria lealtad su única tabla de salvación. Eso explicaría por qué Maduro y su círculo íntimo no fueron alcanzados por las sanciones, incluso cuando él es el principal responsable de la situación actual. Definir al país como una amenaza de seguridad le ha permitido al presidente venezolano forzar a sus subordinados a cerrar filas en torno a sí. Adicionalmente, ha solicitado, con éxito, una ley que lo habilita a legislar ejecutivamente por seis meses, estableciendo de hecho un estado de excepción.

Mientras tanto, la Unasur ha demostrado su incapacidad de brindar una solución real a la crisis venezolana. Peor aún, ha demostrado ser un pobre instrumento para apuntalar las aspiraciones autonomistas de América del Sur. Reunida en Quito el 14 de mayo para pronunciarse sobre las medidas norteamericanas, la Unasur sólo produjo un documento de tres párrafos que no hace mención alguna a los Estados Unidos o las sanciones.

*Docente en la UCA (Buenos Aires).  **Docente en la Universidad Simón Bolívar (Caracas).