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Defensor de los Lectores

Venezuela y Ucrania

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Muchas veces, un tema de la política internacional muta de hecho periodístico a territorio de puja entre intereses diversos, arrastrándolo a una polarización creciente y alejada de los mejores recursos de este oficio para llevar al lector (al público, si lo extendemos a otros medios de comunicación) la mejor y más pormenorizada información para que saque sus conclusiones. Ha ocurrido siempre, y seguirá ocurriendo en tanto los medios se conviertan en barricadas, se sumerjan en trincheras de guerras mediáticas que suelen servir para ocultar las verdaderas guerras por el poder. Esto, que también se vive y percibe en el plano interno de los países (Argentina incluida), importa gravedad porque escamotea a la población buena parte de los elementos que le permitirían un buen análisis.

Estos días, dos acontecimientos diferentes en regiones muy alejadas entre sí han recibido de buena parte de la prensa argentina tratamientos diversos, opuestos, controvertidos y cerrados, que permiten inferir comportamientos sectarios alentados por ideologías, políticas gubernamentales, poderes fácticos. Uno de ellos es la situación interna en Venezuela; el otro, la crisis en Ucrania. Vamos por partes:

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◆ Los medios argentinos –con una excepción que mencionaré al término de este tramo– quedaron enredados en las telarañas de dos posiciones irreconciliables acerca de Venezuela: la sostenida por su gobierno, que atribuye las enormes manifestaciones opositoras a una pretensión claramente golpista alentada por los Estados Unidos y actores del poder económico; y la de la oposición al gobierno de Nicolás Maduro, para la que el sistema político vigente en Venezuela está agotado y que demanda un rotundo cambio de timón. La porción de los medios que acuerdan con la postura del oficialismo –acompañado por el gobierno argentino y algunos de sus pares de la región– transmiten el mensaje unívoco de que se trata de una enorme conspiración para derrocar a Maduro y forzar ese cambio; no se ve en ellos la mínima opinión contraria a su gobierno (salvo para denostarla), publican con amplitud voces críticas e ignoran otras de respaldo. Para ellos Venezuela es un paraíso y la represión ejercida desde el Gobierno contra los manifestantes, un acto casi elogiable. La otra porción de los medios argentinos es permeable a la información que surge de los opositores e ignora –salvo para criticarlo– el hecho de que los intereses locales e internacionales están fogoneando con claridad un golpe institucional y que operan grupos armados no oficialistas .

Desde que el conflicto se desató, el único medio al que me refería como alternativa a uno y otro extremo ha sido PERFIL. Sin marginar su propia postura ante el gobierno chavista, claramente crítico desde hace años, este diario abrió sus páginas a diversas opiniones, produjo informes de una precisión casi quirúrgica y ofreció un panorama multifacético. Sólo ayer, tal vez por lo escaso del espacio adjudicado, formuló una especulación sin datos de apoyo: que la crisis impactará, probablemente, sobre la principal fuente de recursos de Venezuela, el petróleo.

◆ El conflicto centrado en Ucrania también pone en juego posturas encontradas en los medios argentinos. Lo que parece estar en disputa es quién tiene la mano (por poner un ejemplo) más larga, si Estados Unidos o Rusia. En su edición de ayer, PERFIL eligió acertadamente relatar lo que está ocurriendo en la pequeña República Autónoma de Crimea, una península en el sur de Ucrania lindera con Rusia, territorio ancestral de los tártaros y actual bastión de los secesionistas prorrusos. En las páginas 26 y 27, este diario informaba acerca de lo afirmado por el nuevo gobierno prooccidental de Ucrania: que fuerzas militares rusas habían invadido Crimea y ocupado estratégicos puntos de su territorio, algo no reconocido por Moscú. Desde el punto de vista informativo, lo publicado es correcto. Pero faltó su contextualización. Crimea es un conflicto dentro de otro conflicto, y su estratégica ubicación en el mapa la presenta como una pieza más en el enorme ajedrez que juegan las grandes potencias y los grandes intereses. No es una provincia de Ucrania sino una república autónoma que sueña con su independencia (o tal vez su subordinación a Moscú). Al escribir estas líneas, imaginaba que PERFIL ofrecería hoy un panorama más claro, centrado, objetivo y válido para que los lectores se sientan gratificados.

Lector acertado. Tiene razón al quejarse el lector Durante. El párrafo al que alude, inadecuadamente acortado, decía: “Este país debe repensarse a sí mismo, sin buscar atajos y sin anacronismos. Precisa de intelectuales independientes del poder... Y con estadistas sin olor a naftalina, dispuestos a una autocrítica profunda y a la audacia de la decencia y el sentido común...” (“El kirchnerismo cura heridas con ácido sulfúrico”, por Jorge Fernández Díaz, La Nación, 16/2/14).