COLUMNISTAS
Populismo autoritario

Violación del derecho a no migrar

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LE PEN. Relación entre migraciones internacionales y respuesta xenófoba. | AP
El Brexit, la elección de Trump y el avance electoral de Marine Le Pen son algunos de los acontecimientos políticos más recientes que muestran la relación entre migraciones internacionales y respuestas xenófobas en los países de llegada.

Frente a hechos tan complejos los análisis se han limitado, en general, a condenar esas respuestas aun cuando las mismas cuenten con apoyo ciudadano. La lógica de esos análisis parece apuntar a que la solución del problema pasa por fortalecer a la opinión pública, con lo cual no sólo se garantizarían los derechos de los migrantes, sino que serviría además como freno al voto en favor de propuestas autoritarias.

Sin embargo, la complejidad del problema y las raíces estructurales del mismo aconsejan un diagnóstico más completo, que ayude a la búsqueda de acciones más efectivas. Un primer paso de ese diagnóstico debe separar el caso de los desplazamientos derivados de catástrofes climáticas o bélicas de los que responden a problemas económicos. En el caso de los primeros, se los considera refugiados, mientras que en el caso de los segundos se trata efectivamente de migrantes, los que en general se mueven por razones laborales. Las reflexiones que siguen se refieren a este último tipo de desplazamientos. 

Las migraciones masivas de personas con baja calificación laboral, beneficiosas para el país receptor en la época en que cubrían necesidades reales de su mercado, producen hoy un incremento descontrolado de población que demanda más empleos y atención social. La falta de control sobre este incremento poblacional pone en aprietos cualquier estrategia de desarrollo económico. Los países socialistas, de economía planificada, se preservaron de este obstáculo al no permitir la entrada masiva de migrantes, e incluso llegaron a prohibir las migraciones de sus nacionales dentro de sus propios países, tanto entre regiones como de áreas rurales a áreas urbanas. China prohibió el nacimiento de más de un hijo por matrimonio como otro medio de controlar el crecimiento de su población.

En los países con instituciones liberales, sin planificación económica, la llegada masiva de población crea, junto con las demandas extra señaladas, tensiones sociales que los ciudadanos comunes no están en condiciones de procesar integradamente. Esto los lleva a reacciones xenófobas que se exteriorizan mediante su apoyo a líderes populistas y autoritarios que, suponen, los defienden de ese “peligro” que viene de afuera.

Todo esto indica que se requiere de un diagnóstico que permita identificar las raíces estructurales del fenómeno, para luego indagar sobre las respuestas adecuadas a los problemas que produce. Y esas raíces se ubican en los países expulsores de población que no han creado las condiciones económicas para asegurar empleo, seguridad e ingresos dignos para el conjunto de sus poblaciones. A falta de estas posibilidades, los pobres de esos países lo abandonan todo –sus familias, sus costumbres y su sentido de pertenencia– para intentar sobrevivir en un país extraño. Con ese destierro se produce además la violación de un derecho fundamental de las personas: el de permanecer en su tierra natal, esto es, el derecho a no migrar si no existe la libre decisión de hacerlo.

Con esa expulsión de personas esos países “logran” el descenso del desempleo, de la pobreza y de los conflictos sociales, exportándolos al país de llegada. Ocurre incluso que sus gobiernos suelen quejarse ante el gobierno receptor, “preocupados” por el trato que se brinda a los ciudadanos que han expulsado.
Sin abandonar a los migrantes, víctimas tanto en sus propios países como en los de llegada, debe incorporarse al debate la idea de que sin combatir el atraso económico de los países expulsores seguirán el éxodo de personas, la violación de sus derechos a no migrar y la tendencia de los ciudadanos del país receptor a votar por propuestas populistas y autoritarias.

*Sociólogo.