COLUMNISTAS
uruguay y Ucrania

Votos y guerra tibia

Mientras en Kiev no cesa la tensión, en Montevideo se palpita el tercer gobierno consecutivo del progresismo. La asentada democracia uruguaya y el rompecabezas ucraniano. Todas las diferencias entre Putin y Mujica.

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Para un país que conquistó el trofeo dos veces (1930 y 1950), el Mundial de Fútbol le gana en visibilidad a la política, aunque se trate de las internas presidenciales. Para despejar el calendario, los amigos orientales adelantaron ese plazo para el 1º de junio. La decisión recibió beneplácito popular. La fecha de la elección presidencial no cambia: será el 24 de octubre. La población podrá elegir entre los candidatos del Partido Nacional (Blanco), cuyo favorito es Jorge Larrañaga; del Frente Amplio, Tabaré Vázquez; o del Partido Colorado, Pedro Bordaberry.

Casi una elección entre “vascos” (José Mujica también lo es, por parte de padre). En Montevideo se oyen –en algunos corrillos– alabanzas al Frente. Una muletilla porfiada recuerda que el Frente Amplio es la primera fuerza política de izquierda que ganó el gobierno dos veces consecutivas con dos candidatos diferentes, y se cita con cierta jactancia la no punibilidad del aborto y la legalización de la venta de marihuana.

Lejos del “contubernio” de décadas pasadas, lejos de la dictadura, campea en Los cosos de al lao (tango de Larrosa y Canet) una energía ética que, sumada a una buena dosis de realismo, auguran –hoy– un resultado promisorio para el Frente Amplio (las encuestas de febrero 2014 le otorgan 43% de intención de voto). Cómputo que no incluye el resultado del Mundial. Como en el tango, “De pronto se escuchan / rumores de orquesta / es que están de fiesta / los cosos de al lao”.

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El Partido Nacional no presenta entre sus candidatos un favorito con perfil magnético. Pedro Bordaberry es hijo del presidente ayudante de los militares (Juan María Bordaberry Arocena, 1972–76) y es asesorado por una consultora que trabajó para el presidente Barack Obama. Por añadidura, los seguidores del Partido Colorado –que gobernó al país por más de cien años– no logran encontrar una forma (o fórmula) para unirse con los Blancos.

La cañada política que separa los discursos de blancos o colorados de aquéllos del presidente Mujica se percibe con claridad leyendo algunas de las frases del mensaje del otrora combatiente popular ante la Asamblea General de la ONU (el 24/9/13). Allí habla de: “sentimiento de nación incrustado en nuestro código genético”; de “la vigilancia electrónica que nos envenena con la desconfianza”; de la “ciencia, que abunda, pero no gobierna”; también dice: “pareciera que nacimos para consumir y consumir y, cuando no podemos, cargamos con la frustración”. Tan emparentadas están política y economía que sirve para la primera lo que ha dicho con referencia a la segunda Alain Bokobza, jefe de asignación global de activos del Société Générale: “El mercado está famélico de ideas de crecimiento. Estamos de vuelta donde estábamos en 1996, cuando el mercado se trasladó hacia una nueva historia”.

La mención a la elección primaria uruguaya resulta un buen telón –por los contrastes– en el que proyectar los hechos de la escena ucraniana. Aparecen las escalas y las diferencias. Y también el desnivel de densidad dramática y componentes étnicos, religiosos y culturales entre una nación y otra. Ucrania no tiene un sentimiento de nación uniforme. Por el contrario, estalla a la percepción una división con raíces históricas añejas.

De vigilancia electrónica los ucranianos pueden hablar más que los charrúas. Ya se han comentado los dichos telefónicos de la secretaria de Estado adjunta de los Estados Unidos, doña Victoria Nuland, con su embajador en Kiev. Faltan datos sobre escuchas, robots volantes, satélites de alta resolución y otros gadgets que rusos y norteamericanos deben tener hoy al rojo vivo para anticipar, prevenir o denunciar movimientos del adversario.

Pero lo que ya está en la red global controlada por Occidente es la revelación –gracias al presidente Obama– del lugar geográfico en el que palpita el Mal. El lunes 3 de marzo dijo a los periodistas: “Rusia está del lado oscuro de la historia”. La frase, digna de George Lucas, no tiene importancia galáctica, pero indica una adicción desaconsejable por exhalar exorcismos, hábito que parecía haber agotado la Casa Blanca con Bush (Jr.) cuando definió “el eje del Mal”.

Fulminada Rusia como país situado en el “lado oscuro”, habrá que ver qué decisiones se toman en Washington, “lado luminoso” situado en el exacto punto medio entre los electrodos “misericordia” y “altruismo”. Por ahora, habría que descartar el uso de la fuerza militar.

En cuanto a las sanciones, también deberán calibrar si el nuevo equilibrio concertado con Rusia (luego de una veloz intervención de Vladimir Putin) en el conflicto de Siria puede ser puesto en sordina para “castigar” a Moscú por intervenir en Crimea.

Mientras, en Oriente Cercano, varios conflictos se han puesto neurálgicos. El primer ministro Benjamín Netanyahu, en su enésima romería a Washington, esta semana, ha tenido una difícil reunión con Barack Obama. Ni la Casa Blanca ni Netanyahu se han esmerado por hablar de un “buen” resultado, lo que pone entre paréntesis avances en el proceso de paz palestino-Israelí en los plazos y condiciones comprometidos.

La inflexible aplicación cotidiana por Israel de la secuencia expulsión –demolición–construcción–colonización–muro protector es simultánea con los discursos antisemitas violentos de algunos de los recién llegados al parlamento de Kiev, nacionalistas de Svoboda (libertad) y otros agrupamientos afines que conforman el pelotón que se adueñó del poder post Víktor Yanukóvich. La expresión “fascista” menudea como imputación callejera. Malo.

Con el Líbano –y Hezbollah– en la mira, con el accionar del ejército israelí y con Siria sin resolver, difícilmente pueda Obama dejarse llevar por los consejos de los halcones y propinar un puñetazo en algún casillero del tablero. O dirigido al “lado oscuro” y a Putin (a) Darth Vader.

Ni en Ucrania ni en Oriente Cercano se da la armonía uruguaya expuesta por Pepe Mujica y fruto de una nacionalidad única y homogénea.

La escena de Ucrania tiene que ver con Oriente Cercano por densidad histórica e invasiones recíprocas; todo pertenece a un paisaje hecho de la bestial sustancia que mostró Alain Resnais –quien “se fue de gira” el 1º de marzo de 2014– en Noche y neblina (Nacht und nebel) junto a las flores que el neoexpresionista Anselm Kiefer coloca entre las láminas de plomo de náusea y asco de la guerra. Brotes de una esperanza porfiada.

Ocurren estos días en Ucrania hechos con inmensas dosis de dislate:
1. Arseni Yatseniuk es el primer ministro de la Ucrania de Kiev. Banquero, ex canciller. Dio un discurso por televisión… en inglés; se le aplica la pregunta de Lenin a Kerensky: “¿Quién te eligió?”. Una de sus primeras medidas fue derogar el ruso como segunda lengua de Ucrania.
2. Designa comandante de la Armada a un almirante que inmediatamente deserta y se une a los pro rusos en Crimea.
3. El primer ministro de Crimea, Serguei Axionov, elegido el domingo, asegura (promete) el pago de salarios y pensiones con ayuda financiera rusa.
4. Por siempre Kerry, el secretario de Estado estadounidense, amenaza con eliminar a Rusia de las preparatorias de la cumbre G8, que tendrá lugar en junio próximo en Sochi (Rusia), menciona “sanciones” y –coherente– se reúne con el canciller… ruso Lavrov, para hablar de la crisis en el Líbano.
5. En la ciudad de Donersk, en la porción rusófona y rusófila del este de Ucrania, una multitud toma el edificio administrativo central, iza la bandera rusa y clama por un referéndum y la secesión de la región (oblast en ruso). Crimea ayer, Donersk hoy, ¿Odessa y Karkiv mañana?
Después de todo, serían espejo de lo que ocurrió en Kiev. Porque, por más granuja que fuera Víktor Yanukóvich, su salida del gobierno no fue el resultado de un proceso democrático. Por todas esas partes de Ucrania corren los gasoductos que proveen de energía a la Unión Europea (70% del gas; Alemania vive de esa energía).

La admisión de estos presupuestos inmodificables –en el mediano plazo– conlleva la elaboración de una solución negociada. Hechos y palabras irresponsables sólo agregarán espanto y riesgo. Riesgo nuclear.