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Vuelve la crisis a Ecuador

Dos semanas después de la elección de Rafael Correa como presidente de Ecuador, una multitud de sus partidarios de más de 5.000 personas tomó por asalto el Congreso Nacional en Quito, con el reclamo de que apoyará la convocatoria presidencial a un referéndum para reformar la Constitución mediante una asamblea general constituyente.

Jorgecastro150
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Dos semanas después de la elección de Rafael Correa como presidente de Ecuador, una multitud de sus partidarios de más de 5.000 personas tomó por asalto el Congreso Nacional en Quito, con el reclamo de que apoyará la convocatoria presidencial a un referéndum para reformar la Constitución mediante una asamblea general constituyente.
Correa no cuenta con ningún diputado en el congreso unicameral de Quito; la totalidad de las bancas está en manos de sus más enconados adversarios.
En los últimos 9 años (1997-2006), los tres presidentes constitucionales ecuatorianos elegidos por el voto popular, con un alto porcentaje de sufragios en la segunda vuelta, fueron derribados por insurrecciones de la sociedad civil, con la pasividad de las Fuerzas armadas, antes de concluir los primeros dos años de mandato.
Abdalá Bucaram (agosto 1996 – febrero 1997), Jamil Mahuad (julio 1998–enero 2000) y Lucio Gutiérrez (enero 2003–abril 2005), fueron los mandatarios elegidos por el voto popular que desplazó del poder la movilización de la sociedad civil ecuatoriana. En 9 años, son 8 los presidentes constitucionales que ha tenido Ecuador, un país en el que la ingobernabilidad no es la excepción sino la regla.
El sistema político ecuatoriano, profundamente ilegítimo, se asienta sobre una sociedad intensamente movilizada; en 2006, fueron más de 800 los actores políticos enzarzados en conflictos de todo orden que, en general, se manifiestan a través de la acción directa; son 1.500, aproximadamente, los conflictos que se despliegan por trimestre en Ecuador: sociales, políticos, gremiales, empresarios, indígenas, sindicales, estudiantiles.
Las instituciones políticas prácticamente no canalizan esta multiplicidad conflictiva, que se dirime en las calles, a través de la acción directa y la violencia.
La incapacidad del sistema político para canalizar los conflictos está en relación directa con su “representatividad” de la fragmentación geográfica, socioeconómica y étnico-lingüística de Ecuador.
El conflicto básico, histórico estructural de Ecuador, es el enfrentamiento entre la sierra y la costa o más precisamente, entre Quito y Guayaquil, al que se suma a veces como tercera en discordia, aliada con uno u otro de los principales antagonistas, la ciudad de Cuenca, cercana a Perú.
Las provincias ecuatorianas, divididas primordialmente entre la costa y la sierra, son además circunscripciones territoriales de carácter electoral, lo que significa que los partidos políticos son fuerzas regionales, no nacionales y si triunfan en Quito, pierden en Guayaquil y viceversa. Rafael Correa, en la primera vuelta del 16 de octubre de 2006, perdió en Guayaquil.
En los últimos 10 años, el movimiento indigenista (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador – Conaie y su brazo político, el movimiento Pachakutik) se ha convertido en un actor estratégico fundamental de la gobernabilidad de Ecuador. Su fuerza territorial está en la sierra y en el Amazonia y es representativo además de los pobres, de lo rural y de los campesinos.
El indigenismo fue decisivo en el derrocamiento del presidente Bucaram y cumplió un papel crucial en el levantamiento insurreccional del 21 de enero de 2000, que dio por tierra con el gobierno de Mahuad, a través de la acción concertada de la juventud militar, liderada por el coronel Lucio Gutiérrez, y del movimiento Pachakutik.
Las fuerzas armadas, no sólo el ejército sino también la marina, son actores legítimos y reconocidos del sistema político, al igual que la Iglesia, los sindicatos y las cámaras empresariales. Las FF.AA. dejaron el poder en 1979, tras el período militar que comenzara en 1972. Fue una etapa de auge económico extraordinario en Ecuador, como consecuencia de los dos shocks petroleros de la época; y desde entonces, las FF.AA. son una parte importante, a veces decisiva, de la industria, el comercio y los transportes ecuatorianos. El ejército, la armada y la fuerza aérea tienen bancos, hoteles, empresas textiles, transportes marítimos, terrestres y aéreos, hospitales, centros de formación universitaria y algunas de las más importantes empresas de turismo. Además, el ejército ganó la última guerra fronteriza con Perú, en 1995.
La FF.AA. ecuatorianas poseen un sistema de financiamiento propio semejante al de las de su modelo e inspiración: las FF.AA. de Chile, sólo que en éstas la fuente es el cobre, y el petróleo en Ecuador.
La forma de acción política de las fuerzas armadas ecuatorianas, en las crisis de gobernabilidad, es indirecta; consiste en el retiro del apoyo institucional al presidente en los momentos clave de la insurrección civil, para que el mandatario renuncie o sea destituido por el Congreso.
En Ecuador, en suma, el voto popular no otorga al presidente legitimidad suficiente para gobernar en forma efectiva a lo largo del término establecido por la Constitución. Más aun, parecería que en Ecuador el régimen presidencialista se ha modificado en el “funcionamiento efectivo de las cosas”, y no tiene ahora término fijo.
Ecuador no es más que el caso extremo, casi un tipo ideal, de la crisis de gobernabilidad que recorre América latina.