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Wakefield revisitado

Está entusiasmada con Descansar en paz, la primera novela de un joven autor, Martín Baintrub, del que, dice, espera obras extraordinarias.

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Está entusiasmada con Descansar en paz, la primera novela de un joven autor, Martín Baintrub, del que, dice, espera obras extraordinarias. La historia recuerda a Wakefield, el cuento de Nathaniel Hawthorne, donde su protagonista desaparece un día de su casa y solo regresa décadas más tarde, sin saber por qué se había ido ni por qué vuelve.

 Reproduzco el relato tal como lo recuerdo (que me perdone Baintrub por los errores, olvidos y desvíos). Un empresario relativamente joven, dueño de una fábrica, empieza a tener problemas financieros durante el menemismo. Recurre a un usurero para conseguir el dinero necesario para pagar los sueldos de sus empleados, pero su deuda crece. El usurero comienza a exigirle la devolución de lo prestado más los intereses. El empresario no tiene cómo hacerlo y el usurero lo amenaza con matarlo. Un día, el empresario va caminando con su valija por el barrio de Once. Dentro de la valija lleva el dinero necesario para pagar la última quincena de la fábrica (no recuerdo cómo cuenta con ese dinero si solo tiene deudas) y de golpe, ocurre el atentado a la AMIA. El empresario, que está a solo una cuadra del lugar de la explosión, descubre su oportunidad. Vacía la valija de dinero y la arroja entre los restos humeantes y huye a Paraguay. Allí, como es un tipo hábil en los negocios, prospera bajo el amparo de otro, y cuando su protector muere se queda con su empresa y se vuelve amante de la viuda. Pasan los años.

Entretanto, y previamente, la mujer del empresario, que cree que su marido ha muerto, se encuentra con el usurero y le dice que de ninguna manera puede afrontar la deuda que con él mantenía el difunto. El usurero se interesa en la mujer y le asegura que no se la cobrará. Ella se asombra: ¿estaba dispuesto a asesinar a su marido y a ella le perdona la deuda? El usurero le asegura que jamás pensó en matarlo, que la amenaza, en esos casos, es lo usual para garantizar el cobro. Un judío no va a matar a otro judío por plata. “Entre paisanos no nos vamos a pisar la kipá”, etcétera. Todo es cuestión de hablar.

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 Finalmente, la falsa viuda y el usurero comienzan una relación que prospera. Tienen un hijo, que se suma a los que la mujer tiene con el falso difunto. Entretanto, como el tiempo ha pasado y ya existen las redes sociales, el empresario, desde Paraguay, intenta saber cómo están su mujer y sus hijos. Muere por verlos, pero sigue creyendo que el usurero planea matarlo y teme presentarse ante ellos. Si no lo ven, lo creen muerto. Si llegan a verlo, lo matan. Por lo tanto, sigue las vidas de su mujer y sus hijos por Facebook, adopta identidades falsas y se vuelve “amigo” de ellos.

Finalmente, la falsa viuda y el usurero deciden legalizar su situación y casarse. El empresario, exiliado en Paraguay, no sabe si enfrentar o no la situación. Lo conversa con su amante paraguaya, quien lo insta a volver a la Argentina a averiguar qué es lo que quiere. “Acá sabés que podés volver”. Las paraguayas son divinas, dulces. (Esto lo digo yo, no el autor.)

El empresario asiste disfrazado al casamiento de su mujer con el usurero, y cuando este va al baño, lo sigue y lo enfrenta. Le dice que con sus amenazas de muerte arruinó su vida. El usurero le dice que jamás pensó en matarlo “de veras”. El empresario lo golpea y sale a la calle. Ya bastante adelanté del argumento para, encima, contar el final. Espero que el lector de esta columna, como yo, vaya a comprar el libro.

Mientras me contaban el argumento de Descansar en paz, entendí que la novela daba cuenta de algún modo de los cambios de costumbres e ideologías en nuevos marcos sociales y tecnológicos, lo que determina sus diferencias respecto del modelo original (ya sea buscado por Baintrub, o no). Mientras Wakefield parece obrar impulsado por una decisión fortuita y se mantiene alejado durante años del hogar que abandonó sin ninguna necesidad, sumergido al parecer en una especie de eternidad de incertidumbre y preguntándose acerca de la razón por la que abandonó todo (amor, negocios, vida, familia), esta novela que no he leído y que tengo el impulso de elogiar, produce un Wakefield por obligación, atravesado tanto por su deseo de volver al lugar de donde debió partir como por la tentación de hacer otra vida. El paso de los siglos produce la variación en la repetición de lo idéntico de la literatura.