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Y sí, seamos felices

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Claro, sobre qué va a escribir una si no es sobre lo que se nos viene encima, o sea las fiestas de fin de año. Y no es que yo refunfuñe acerca de las fiestas a fecha fija, no, querida señora: a mí las fiestas me encantan, sean o no a fecha fija. ¿Qué más quieren, eh? ¿Qué más que eso de preparar, planear, disfrutar por adelantado, qué más? Digo, ¿compró el champagne? ¿O usted prefiere la sidra? ¿O le da por los cócteles llenos de jugos de frutas, alcoholes varios, hierbas frescas, cubitos de hielo y otras fruslerías prometedoras y frívolas? No importa, la cuestión es ir avizorando el timbre ay qué suerte ahí vienen Leti y Pancho uff qué horror ya llegó la tía Sinforosa y con cara de circunstancias como decía la vieja Antonieta, lo cual quiere decir que nos va a sermonear a todos, y sobre todo a todas. No importa. Aguantemos, vigilemos el asado hasta que el asador, que es el primo Federico, nos saque corriendo porque sostiene que molestamos. ¿Y los regalos? Bueno, todos se portan como duques y traen preciosidades de esas que una va eligiendo, descartando, y así. Lo que a mí no me gusta nada es el personaje, y no hablo de gente de la familia por supuesto que no y no, que no. Hablo del gordo ése, sí, de Papá Noel. ¿Me quiere decir, estimado señor, qué tenemos que ver nosotros, habitantes de la Pampa Húmeda o del sur luminoso o de las sierras invitadoras, qué tenemos que ver con un gordo que dice jo, jo, jo como si eso fuera tan ocurrente como una frase de Oscar Wilde, y que para colmo llega tan abrigado que nos da espanto a quienes estamos de solera y/o shorts, ojotas y vestiditos de algodón floreado? ¿Eh? ¿Qué tiene que ver ese gordo bobalicón con nosotros, que somos ingeniosos, divertidos y tiernos? Oiga, avíseme, querida señora, apreciado señor, si encuentra un reemplazante para el obeso babieca, pazguato, tonto de capirote. Avíseme, que a mí no se me ocurre nadie. Y ¡felices, muy felices fiestas!