COLUMNISTAS
hermanos

Yo tampoco

|

Estupendo artículo el de Mairal el sábado pasado. Lo leí con mucha emoción. Casi lloro. Porque yo tampoco tuve un hermano y lo necesité y lo soñé. No, no me inventé un amigo invisible ni me inventé un hermano. Me inventé cuatro. ¡Cuatro, qué exageración! Pero es que yo siempre he sido desmesurada; cuando era chiquita soñaba con escribir un libro y llevo escritos veintinueve, figúrese. Y en cuanto al hermano, tenía mucha necesidad de un cómplice y una hermana no es lo mismo que un hermano. De modo que tuve esos cuatro que me acompañaron durante toda la infancia. El mayor era la figura protectora, una mezcla de Alan Quartermain y el rey Arturo, y el más chico era un diablito travieso que me ayudaba a ocultar mis travesuras y juraba que yo no había dicho esas palabras tan feas, tan prohibidas. De los dos del medio casi no me acuerdo pero seguro que eran unos tipos macanudos. Los cuatro tenían nombre y los cuatro nombres empezaban con A. Me consolaban cuando lloraba y me aplaudían cuando sacaba un diez en el colegio. Iban conmigo a todas partes; no sé en qué momento jugaban al fútbol porque jugar era seguro que jugaban. Ahora se me ocurre que para ellos debe haber sido una molestia eso de tener una hermana menor, pero la verdad es que siempre se portaron magníficamente bien conmigo y me tuvieron una paciencia de santos. Lo más importante eran las conversaciones que teníamos antes de que yo me durmiera que, por lo que me parece recordar, versaban siempre sobre cómo hacer para hacer lo que “los mayores” me habían dicho que no debía hacer. Muy interesantes las soluciones que proponían mis cuatro hermanos con A; algunas de ellas perfectamente razonables que yo me apuraba en poner en práctica generalmente con éxito. De vez en cuando se entrometía la realidad y me aseguraba que yo no tenía cuatro hermanos, que no tenía ni uno. Pero mucho no me importaba: yo no sabía lo que era la realidad. ¿Y quiere que le diga una cosa? Todavía no lo sé y últimamente no me importa ni tres belines.
(Espero, colega, que me disculpe por haberme entrometido en su tema, pero no lo pude evitar).