COLUMNISTAS
FRIO AQUI, FRIO ALLA: ECONOMIA CONGELADA, UN TRISTE EMPATE CON ISLANDIA

Zas, otro iceberg

Son como una roca helada que navega sobre un mar helado, conscientes de su tamaño y poder.

0616_sampaoli_mundial_afp_g.jpg
Mensajes cruzados. Como el equipo económico nativo, Sampaoli dice una cosa y hace otra, o ninguna, mientras piensa cómo sorprender al día siguiente. | AFP

–¿Quién eres tú?‒dijo la oruga.

–Apenas sé lo que soy ahora: sé quién era esta mañana, pero he cambiado tantas veces…

–¿Qué quieres decir con eso? ¡A ver si te lo aclaras!

–Temo que no puedo aclararme nada, señora dijo Alicia, pues yo no soy yo misma, ya lo ve.

Lewis Carroll (1832-1898); de ‘Alicia en el país de las maravillas’ (1865), capítulo 5: consejos de una oruga.

 

Son como una roca helada que navega sobre un mar helado, conscientes de su tamaño y poder. El equipo del dentista Heimir Hallgrímsson se plantó con un prolijo 4-4-1-1, le dejó la pelota a Argentina, presionó cuando debía  y cuando pudo, salió veloz, de contrataque. Agüero hizo el primer gol en su tercer Mundial, pero el equipo no tuvo tiempo de disfrutar, ni relajarse. Un rato después lo empató Sigurðsson, que juega con Rooney, en el Everton inglés. Si eso fue malo, mucho peor fue el penal.

Por las dudas que a algún metrosexual ensimismado se le ocurra comparar a Cristiano Ronaldo, que contra España tuvo un penal y un tiro libre al final y los embocó, con Messi, al que le atajaron el penal y estrelló en la barrera su tiro libre faltando nada, aclaro que hacer esa comparación es una idiotez tan grande como toda Rusia. Ronaldo sostiene a un equipo modesto y es un IndyCar de Indianápolis, en un óvalo y siempre a fondo. Messi tiene a un rejuntado de conocidos que no alcanza el status de equipo y es un Fórmula 1 de elite, curva, chicana, recta, freno, otra curva, sutileza. Otro mundo.

Messi falló, sí. Es humano. Ensañarse sería ser ciegos, una vez más. El equipo fue impotente frente al iceberg islandés, Mascherano y Biglia funcionaron como era lógico que funcionaran, sin crear nada. Pese al esfuerzo de Salvio y al ausente Di María no hubo juego por las bandas, hasta la tardía entrada de Pavón. Saint Paoli pareció superado por las circunstancias. También ayer.

Si el entrañable paisito, Uruguay, es un verdadero milagro, qué podría decirse de esta islita helada de 103 mil kilómetros cuadrados y 340 mil habitantes, con solo un centenar de futbolistas, muchos semiprofesionales. Con su “fuerza aérea” como arma letal el plantel completo promedia 1,87 de altura estos vikingos llegaron a las semifinales de la Eurocopa 2016, eliminando a la mismísima Inglaterra; y clasificaron a Rusia ganando su zona, por sobre Croacia, Ucrania, Turquía y Finlandia. No son potencia, pero tampoco Haití. Son tipos duros, eficientes. Buscaron el empate, lo cuidaron, se lo llevaron. Son poquitos pero organizados. No dan vergüenza ajena, si entienden lo que quiero decir.

 La cobertura del Mundial ruso es numerosa, pero de vuelo bajo, sobre todo en contraste con el escuálido entusiasmo que aquí provoca el Mundial. Muchas horas para cubrir, demasiado pelotudeo. Ositos panda que hablan, detalles sobre la vida de los enviados, chistes machistas, ironías sobre ciudades que no son Las Vegas, cierto prejuicio xenófobo que asoma con falsa inocencia mientras en el país, acá, bailamos al borde del abismo. La posverdad lo invade todo, como un ejército de babosas.

 Los ex jugadores, además, trabajan como médiums que deben explicar “qué pasa por la cabeza” de sus colegas de hoy. Ruggeri es un caso aparte, hábil para explotar su simpatía, disimular anécdotas mil veces contadas y hacer gala de su patrioterismo berreta. Es un éxito.

 Mercado es clave. Para Sampaoli, y ni les cuento para Macri, que es fan de toda la vida. Que no haya jugado ayer, y más en este contexto, es al menos curioso. Volverá pronto, pese a que, como Banega, Agüero y Biglia, llegó entre algodones. Saint Paoli los eligió igual, como estaban, como a Los 12 del Patíbulo.  

Se sabe que Mercado se siente cómodo jugando por derecha, pero debutó en Racing como central. Allí lo colocó Saint Paoli en el Sevilla. En sintonía con la movida local del Toto Caputo al Central, nuestro Toto bueno, Salvio‒que también jugó la Champions, tal vez siga como lateral, así Mercado puede ir al Central, con Otamendi de 6 y Rojo, de falso 3.

De esta manera, Saint Paoli podría darse el gusto de morir con la suya, y armar de hecho, como con un DNU, su amada línea de tres en el fondo‒ay, el Fondo, el esquema que tanto odian estos muchachos. Lo mismo si decide prescindir del Toto bueno, para colocar a Acuña del otro lado, con el power trío Mercado-Otamendi-Rojo. El último en ensayar esa movida fue Sabella: le duró un tiempo en el debut, hasta que Messi le dijo “así no”. Y fue no.

 Es imposible no tentarse con más interpretaciones frente a un técnico que, como el equipo económico nativo, dice una cosa y hace otra, o ninguna, mientras piensa cómo sorprenderte al día siguiente. Pasamos del 2-3-3-2 al 4-3-1-2, el 4-4-2 nac&pop, o “¡A la carga Barracas!” con dos 9 si la cosa va mal.

 A ver. En un minuto, sin repetir y sin soplar, anuncios que duraron menos que un parpadeo con viento en contra empezando… ¡ya!  

 “La zaga central es Otamendi-Fazio / la meta de inflación será del 10, ops, no, del el 15% / juegan Otamendi-Rojo / no, no tenemos metas / Higuain será titular porque Agüero no está tan bien / Sturzenegger anuncia desde el Central, la libre flotación cambiaria / el 9 es Agüero / el Banco Central de Arnold Sturzenegger pone 700 millones de dólares para frenar la suba de la divisa / Lo Celso es la gran apuesta para enlazar con Messi / le piden la renuncia a Sturzenegger / no va más Lo Celso: Biglia va con Mascherano / entra el FMI, salimos todos / Meza es el jugador que estábamos esperando / Carrió dice que está todo bien / entra Banega: otra vez sopa”. Uf.

 El resultado, un empate triste o engañoso, es lo de menos. Lo importante, compatriotas, es no dejarse llevar por lo aparente. Porque más allá de la sanata en los medios, pasan cosas que hay que saber, sí o sí; para no caer, para afrontar lo impiadoso que se nos viene, a todos, en días nomás; aquí, allá, y en todas partes.