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ARTE CONCEPTUAL

La obra de Leandro Erlich, un desafío a lo cotidiano

El artista argentino expone hasta el 15 de junio en Casa Naranja. Deconstruir para construir, el vínculo con el espectador y el arte hoy.

Leandro Erlich
REAL. La muestra que se expone en Casa Naranja hasta el 15 de junio abarca toda la obra de Erlich: desde videos, instalaciones y hasta documentación sobre obras que ya no están. | Fino Pizarro

Con un pie en Uruguay y otro en Buenos Aires, Leandro Erlich volvió a radicarse en las inmediaciones del Río de la Plata, desde donde pivotea hacia el resto del mundo.

Su propuesta busca incomodar y reflexionar sobre lo inestable de algunas certezas, interviniendo espacios cotidianos y alterando el entorno, invitando a pensar en la construcción de sentido.

Erlich ha participado de bienales como La Primera Bienal del Mercosur, la Bienal del Whitney, de la Habana, de Estambul y representó a nuestro país en la Bienal de Venecia. Además, expone en Londres, Japón, París, Uruguay y Ecuador. Su obra Real estará expuesta en Casa Naranja hasta el 15 de junio.

—¿Cómo incursionaste en el arte de la ilusión?, ¿le llamás así?
—No soy muy amigo del tema de la ilusión porque siento que es un concepto muy vinculado a lo fenomenológico. Diría que hay un aspecto que tiene que ver con la percepción y con la ilusión pero que es solo el punto de partida para -en el caso de algunas obras- una experiencia. Porque, ¿qué es la ilusión? Es aquello que definimos como no real. Aquello que es ilusorio no existe en realidad y a mí lo que me interpela es redefinir lo que concebimos como real, entendiendo que lo real es construido. La realidad es una construcción, y quizás cuando vos te encontrás con una realidad que no concuerda con aquello que conocés, te replanteás la idea de aquello a lo que remite.

—En ese sentido, ¿cuál es el rol que juega el espectador? Porque vos proponés un juego distinto.
—Para mí es importante el hecho de que el espectador se involucre en una experiencia. En la mayoría de los casos los objetos o los espacios remiten a situaciones cotidianas, entonces la participación y la interacción van a estar relacionadas con la experiencia y con la memoria que la gente trae con respecto a aquello que reconoce. En la obra de los ascensores, por ejemplo, esos ascensores no son ascensores, lo que nos hace interpretar que lo son es que conocemos un espacio que se parece a eso. Creo que la participación es una forma de activar la experiencia y que la experiencia es el tránsito hacia el conocimiento.

—Planteás conceptos como el extrañamiento y la desautomatización para crear nuevas formas: la ventana suspendida en el aire o la obra Six cycles, que muestra seis secarropas girando...
—Sí, puede ser. El arte en general se apoya en el orden de lo natural o de lo cotidiano. Creo que hay una aspiración de mi parte de construir un cuento, una cierta ficción, que va cambiando según la obra. En el caso de los secarropas hay algo incluso vinculado con la pintura, porque hay un aspecto cromático, kinético y cinético. También está la idea de estos objetos, que nosotros conocemos y que vemos en una situación cotidiana, como lo es estar secando la ropa. La pared suspendida en el aire cuenta otra historia porque fue pensada originalmente para Nueva Orleans, donde se exhibió en el marco de una bienal, tres años después del huracán Katrina. El arte todo lo deconstruye para construir algo nuevo y creo que hay varios sentidos. Hay un término que me gusta mucho: lo polisémico, porque involucra muchos sentidos. También creo que la acción del espectador que interpreta la obra, ese pensamiento sobre lo que se está viendo, no solo es válido sino que además es creativo; lo mismo que pasa cuando leés un libro de ficción.

—¿Hay temáticas recurrentes en tu obra?
—Siempre vuelvo al cotidiano en cierta forma. Después, voy sacando nuevas conclusiones. Me interesa el proceso de aprendizaje que tenemos sobre el orden de las cosas. Y tengo la impresión que lo cotidiano es el primer escenario donde las cosas se dan y parecen presentarse como realidad.

—Recién hablabas de la historia detrás de la pared suspendida, en relación al huracán Katrina. ¿Cuál es la historia de ‘El avión’, que simula ventanillas, como si uno estuviera en pleno vuelo?
—Esa obra tiene más que ver con experiencias personales, con situaciones, con momentos. En general, nunca hay un punto de partida tan específico como el de la pared suspendida. Pero en el caso de las ventanillas de avión, el desplazamiento en estado estático siempre me resultó fascinante: el tren, el avión, incluso el auto, es un desplazamiento en el cual tu cuerpo no se mueve. Siento que hay algo de eso que es como el funcionamiento del pensamiento. Luego, la idea de la tecnología, que ya no nos impresiona de la misma manera que podía impresionarnos 15 o 20 años atrás.

—Es una muestra para un público muy amplio. ¿Cómo se llevan los niños con tu obra? ¿Son más permeables a prestarse al juego que los adultos?
—Sí y no. Justamente creo que algo que produce la obra en general en los adultos es una especie de situación de niño. Porque la sorpresa, o la ilusión en términos de sorpresa, es una instancia que genera una tensión y una inquietud que para nosotros está muy asociada a la infancia, ya que nuestra capacidad de sorpresa va disminuyendo: cada vez sabés más. Es como la incorporación del conocimiento, hay un momento a determinada edad, en la adolescencia probablemente, en el cual de alguna manera vas creyendo que ya sabés suficiente...

—Es un poco triste eso.
—Sí, por eso la curiosidad es un valor importante. El mantenerse curioso. Pero uno también puede pasar toda la vida sorprendiéndose y buscando respuestas, en la medida que se haga preguntas. Pero empezamos a tener otros problemas en la vida y uno empieza a limitarse.

—Estás radicado en Buenos Aires y Uruguay, ¿Cuáles son tus próximos pasos?
—Ahora me estoy yendo a China, con un proyecto de muestra en Beijing. En junio, la muestra del Malba, donde voy a llevar algunas obras inéditas en Argentina. Porque por ejemplo, La pileta (NdelE: se refiera a una ‘falsa piscina’ que permite un juego entre los espectadores que la observan desde arriba y los que aparecen ‘inmersos’ en ella) es una obra que se hizo cuando yo vivía en EE UU, la mostré en Venecia, terminó construida en Japón pero nunca se exhibió acá.

—Trabajás mucho afuera ¿verdad?
—Sí, estoy con muchas cosas en el exterior. Vengo de hacer una muestra en Italia y en noviembre tengo también una muestra en Seúl. Bueno, de ahí vienen un poco las ventanillas de avión, paso mucho tiempo en ese no lugar.

—¿Cómo ves el arte hoy?
—Hay muchas propuestas interesantes. No es un momento de corrientes, son individualidades expresando diferentes cosas; aunque muchas de esas individualidades tienen cosas en común. Creo que hay una democratización de las artes visuales, un público cada vez más amplio y más ávido e interesado en las artes plásticas. Hay más espacios distintos, como éste por ejemplo, que no es un museo ni un centro de arte y hoy ocupa un lugar que viene realizando muestras interesantes.