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Entrevista

Mano a mano con el cura Oberlín: “El consumo de paco no se detiene”

El cura está al frente de la parroquia de barrio Muller, una de las zonas más castigadas en Córdoba por el narcotráfico. Asegura que el avance del paco no se detiene y critica “a los que miran para otro lado”.

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REFUGIO. El cura Oberlín, en la capilla de la parroquia Crucifixión del Señor, en Muller. “Sin estigmatizar al barrio, la peor parte se la llevan nuestros chicos”, dice. | Fino Pizarro

“Se me apagó la luz”, dice Mariano Oberlín, sacerdote, 43 años. “Sentí una tristeza infinita. Un sinsentido por donde lo mires”. El cura habla en la salita de recepción de la parroquia Crucifixión del Señor, ubicada en barrio Muller, pegado a Maldonado, uno de los corredores de la ciudad más castigados por el narcotráfico.

Lo dice mientras convida mates y cuenta que todo “está un poco más arreglado que de costumbre” porque esperaban recibir a la vicepresidenta de la Nación, Gabriela Michetti. “Nos dijeron que por la niebla no pudo aterrizar el avión. Ella pidió venir. Hubiera estado bueno charlar porque tenemos varios proyectos donde la Nación nos puede dar una mano grande. Otra vez será”, dice. 

El término “se apagó la luz” con el que arrancó la charla tiene que ver con la situación que le tocó vivir al sacerdote en diciembre del año pasado. Mientras cortaba el pasto en un predio cercano a la parroquia, dos jóvenes entraron a robar, el custodio del cura disparó y Lucas Rudzicz, de apenas 13 años, murió. “Mi presencia acá tiene que ver con generar vida, salvar vidas y se me muere un pibe delante mío. Quería desaparecer del mundo”, recuerda. Durante dos meses no pisó la parroquia. “Estuve en Agua de Oro, en una casa con chicos en recuperación”, asegura. En esos días oscuros, el clic llegó cuando esos mismos pibes le dijeron que tenía que volver. “Nosotros estamos vivos por vos. Allá te necesitan”. Así, pegó la vuelta y se metió de nuevo en la dura rutina del barrio.

-¿Está recuperado? 

-Es una forma de decir…Con el tiempo surgen sueños nuevos, pero las cicatrices van a doler, como duelen los huesos cuando hay humedad.

-¿Qué se hace ante esta situación? Es algo que va a estar presente siempre

-Sí. Cuando me quedo solo estoy triste, no deprimido. Rezo por ese chico, por las vidas que se han perdido. Hay heridas profundas. La vida es delicada, hay que cuidarla.

La introducción sirve para preguntarle por el barrio. Cómo está. Cómo ve esa zona de Córdoba azotada por la droga. Oberlín no esquiva ninguna pregunta: “El consumo de droga viene creciendo desde hace muchos años. Yo soy de barrio Comercial y cuando era chico veía cómo se consumía alcohol. Ahora es el tema de la droga, con el agravante de que se generó mucha violencia. Pero eso pasa en todas las clases sociales”, aclara. No será la única vez que lo haga a lo largo de la charla. Y añade: “El problema es que acá se consume lo peor de lo peor, porque a la cocaína le agregan vidrio, veneno para ratas y hasta Tafirol, por eso le dicen tafi… Es tan injusto…

-¿Qué es lo injusto? 

-El otro día veía la incautación de marihuana que se hizo, la más grande en la historia de Córdoba. Mirá, en este tema se habla de millones y millones de dólares y yo pensaba que detrás de eso había empresarios, pero también debe haber bancos que lavan la plata. Lo injusto es que acá en el barrio la disputa es por el territorio: acá se pone el cuerpo pero la plata no queda acá. No es una justificación. Es la realidad.

-¿Hay un “sistema” que permite que esta zona esté inundada de droga? 

-Sí, acá hay políticos que hacen la vista gorda, policías que dejan pasar… No digo que sean todos, que quede claro, pero alguien de esos sectores que te nombro son los que permiten que esto pase. Sin estigmatizar al barrio, la peor parte se la llevan los pibes nuestros.

Un legislador que atiende adictos al paco. Cuando la charla gira en torno al paco, el cura Oberlín se pone un poco más tenso, aunque nunca perderá la calma. No puede creer que digan que en Córdoba no hay paco. “Realmente no lo entiendo. No sé por qué lo dicen”, asegura. Y agrega: “Al principio, cuando hablé con el ministro (Carlos) Massei me dijo que no había paco, después aceptó que sí. La realidad que nosotros vemos es muy dura”.

Esa realidad a la que hace referencia Oberlín tiene como protagonistas a jóvenes y adolescentes, aunque la edad baja de manera alarmante. “Hace un tiempo hicimos un relevamiento con las madres del barrio y establecimos que entre 70 y 80 chicos se drogaban con paco. Algunos dicen que son unos 100. ¿Sabés que me llama la atención?  Que duerman en las calles… eso se ve en el centro, no acá en el barrio, donde alguien los deja entrar al patio o les presta una chapa para que no duerman en el piso. Ese hecho te habla del momento que están pasando”, asegura.

De hecho, para paliar la situación, junto a las organizaciones barriales arman 30 viandas para esos chicos desprotegidos. “Haydé Giri, la ex ministra de Salud de la Provincia, viene dos veces por semana para cocinarles. Está bueno que se sepan esas cosas”, añade.

El paco pega fuerte en Maldonado y Muller, más allá de la opinión de “especialistas” que se empecinan en negar la realidad con estadísticas de dudosa procedencia. Un legislador es testigo directo del drama. “Un día me llamó (Daniel) Passerini y me dijo que quería armar un consultorio, pero además  me pidió si él lo podía atender un par de días. Le dije que sí, que nos venía bárbaro”, asegura el sacerdote.

Así, el ex ministro de Desarrollo Social llega al barrio dos veces por semana y recibe a muchas personas. “Algunos no se vienen a atender. Le piden ayuda, cosas que necesitan”, dice Oberlín. Pero la tarea de Passerini también está enfocada en los chicos afectados por el paco. “Los pibes no se animan a ir al dispensario, porque el paco te destruye, te mata de a poco. Hace un tiempo, llevaron a una chica al consultorio. Passerini la recibió y la derivó inmediatamente al Rawson. Los médicos nos dijeron que si pasaban un par de horas más, se moría”, recuerda el cura. Una batalla ganada. “Sí, pero esto sigue. Siempre hay algo para hacer, alguien a quien ayudar”, dice Oberlín.

“Ese cura está loquito”. El hablar pausado de Oberlin, sólo se ve alterado, por momentos,  por el movimiento de sus manos, que parecen decir más que sus palabras. Por caso, cuando al hablar del paco y hacer referencia a los que miran para otro lado. “Me contaron que en Tribunales, a partir de las denuncias que hicimos con las madres del barrio, algunos por lo bajo decían ‘ahí está el loquito del cura, dice que hay paco en Córdoba… ¿Sabés qué pasa? Yo lo veo todos los días. Entonces, que vengan ellos y lo vean, que hagan su trabajo”, asegura.

-Schiaretti dijo que los narcos habían sustituido en algunos barrios al Estado ¿está de acuerdo? 

-Está bien hacer el reconocimiento. No se puede ocultar. Pero creo que todavía estamos a tiempo, no está todo perdido. No es que el Estado no tiene respuestas. Pero los narcos generan fuentes de trabajo, hacen refacciones en las casas, pagan la fiesta de 15 a las chicas. No es que lo sustituyó, porque el Estado tiene presencia. De hecho, la Municipalidad está construyendo un Parque Educativo y la Provincia va a construir una escuela PRO-A. El narco todavía no sustituyó al Estado, pero su presencia es fuerte

-Están muy presentes, hasta deben venir a la Iglesia

-Sí, tal vez vengan. Seguro que he bautizado a muchos hijos de narcos, aunque nunca nadie me pidió algo especial.

-¿Ha empeorado mucho la situación desde lo social? 

-Hoy se están desmoronando las fuentes de trabajo. Acá la pérdida de trabajo formal no afecta tanto, porque la mayoría hace changas y todos están vinculados al trabajo informal. Pero el riesgo es muy grande, porque la gente tiene que seguir comiendo, y los narcos están muy cerca siempre. El narcotráfico está siempre a mano. Yo lo reitero y por eso me critican, pero acá la gente viene a la parroquia y me dice: “Padre, si no consigo nada, salgo a vender…” Yo no justifico nada. Lo digo para los que tienen que generar trabajo. Yo fui pobre y no vendí droga, es cierto, pero eso aclaro a cada rato. Pero la situación está latente y hay que estar muy alertas.