CULTURA
Poemas, cuentos y relatos del camino

Ramón Ayala: "A mi edad uno le pierde el respeto a la muerte"

Su última publicación reúne prosa y poesía. El domingo 25 de noviembre estará presentando este libro en el Centro Cultural Kirchner con un recital gratuito.

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Eterno. Ayala en el atelier de su casa donde conviven unos doscientos cuadros. Músico, pintor, escritor y actor. Un artista total. | Cuarterolo

Poemas, cuentos y relatos del camino, de Ramón Ayala, que se presenta hoy en el CCK, tiene varias peculiaridades: fue publicado por la Universidad del Sur, incluye dibujos del autor, una buena parte aborda el tema de la muerte, que para un artista como él, que ya sobrepasó los 90 años, es algo que no pasa inadvertido. En este libro, Ayala, nacido en Misiones, vuelve a las décimas, un género que comparte con otros grandes del folclore latinoamericano como Violeta Parra. Estas décimas son mucho más profundas que sus cuentos, aunque a él le gustan ambos por igual.

Su hermoso PH, ubicado en el barrio de San Cristóbal, está lleno de sus cuadros y en su atelier, ubicado en el primer piso, hay doscientos de ellos. No por nada lleva exponiendo hace más de medio siglo. Acaba de llegar de Misiones y no quiere despegarse de su famosa guitarra de diez cuerdas, que mandó a hacer especialmente para que sonara como guitarra y bajo. Música, pintura, literatura e incluso cine (con el documental que Marcos López le dedicó y en el que “actuó”) son los ámbitos en los que ha incursionado.

—¿Por qué unir poesía y prosa en un mismo libro?

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—Bueno, porque hay cosas que son más adaptables para la prosa que para la poesía, y como ya venía bien abarajado con la prosa, dije por qué voy a cortar esto ahora, total en un libro puede caber prosa y poesía.

—¿Cuándo fueron escritos?

—Durante años, mis libros son escritos durante muchos años, algunos por casi treinta años, por eso dice en el título “en los caminos” y los caminos no tienen fecha, tienen tiempo, y antes que te agarre el tiempo de los caminos mejor agarrarse del camino del tiempo. Lo más importante de esto es la temperatura que puede tener, si te emociona o no, o si te parece que vale o no, porque después de todo lo maravilloso de la escritura y de la palabra es que te transmite, que es lo que decía Roberto Arlt, que algunos decían que escribía mal. Y sin embargo, él, que escribía mal, ha transitado por el tiempo, ha transgredido niveles y está más vivo que aquel que lo criticaba.

—Hay muchos textos que abordan la muerte, pero de una manera natural, como si la muerte “conviviera” con la vida a diario.

—Es que la muerte es parte de la vida. Imagínate lo que estaríamos soportando nosotros ahora si no hubiera llegado esa maravillosa muerte; imagínate vos a un Nerón o cualquier otro al frente de una nación haciendo cagadas o cosas maravillosas. Entonces lo importante es vivir, vibrar, amar; yo tengo una constante en mi vida, que este pequeñísimo instante en el que estamos vivos, yendo a no sé cuántos kilómetros por segundo, que es la velocidad que toma la Tierra alrededor del Sol, sea aprovechado con toda la intensidad que podamos. Imaginá lo que significa eso, ser un tripulante, ya no digo un conductor de una nave, tener ese grado de conciencia que te hace el tipo más maravilloso del mundo. ¡Dios mío! Es que no nos damos cuenta ni de eso, de que estamos vivos, y ese es el problema, y cuando nos damos cuenta ya es tarde.

—Pero también en el libro está el amor, de hecho inaugura con un texto amoroso. Se sabe que los poetas le han cantado a dos grandes temas, el amor y la muerte, y parece que aquí aprovechó la oportunidad de cantarles a ambos.

—El tipo que está vivo, aunque no tenga una conciencia total, solo la actitud de estar vivo y de amar, ya le está ganando a la muerte. Lo que ocasiona este libro es eso, lo que estamos charlando aquí y ahora, y antes de esto no nos conocíamos.

—Insisto: en su libro trabaja el amor y la muerte como otros escritores, pienso por ejemplo en los “Cuentos de amor, de locura y de muerte”, de Horacio Quiroga, que usted homenajea en una décima.

—A mi edad uno le pierde el respeto a la muerte, o si se quiere, al manejar la posibilidad de matar a la muerte, aunque ella siga viviendo eternamente, uno dice: De aquí no me vas a llevar, quedate piola. Entonces no llegás a vibrar con ella, pero sí a sentir su olor, su paso.

—Eso sale en una o dos décimas: en una la evade y ‘El gaucho y la muerte’ no…

—Cuando la muerte sigue al gaucho al molino, y ya el tipo se ve atrincherado contra ella, ahí empieza la convicción de que la cosa va muy en serio; es triste ese momento, hasta que al final cae en las aspas del molino. Y en otra décima el tipo se salva, se va por los cañaverales. Digamos que siempre están las dos posibilidades: salvarse o ser atrapado por la muerte.

—Llama la atención que hable de la esclavitud en su poesía.

—El ser humano nació para ser libre, nadie ha ordenado que tiene que ser un esclavo. Cuando llegó y era apetecible para el trabajo, entonces el pobrecito tuvo que someterse.

—“Poemas, cuentos y relatos del camino” incluye un glosario guaraní, de hecho hay varias palabras en este idioma. ¿Este es un modo de retomar sus orígenes, Misiones, donde se habla o hablaba guaraní?

—Yo creo que hay por eso mismo una mirada distinta, porque yo amo mucho la región guaranística, ya sea Paraguay, ya sea Brasil, ya sea Argentina, y el litoral abajo también. Por ahí te encontrás con cada personaje, que son de película, algunos de película de terror, y claro para nosotros que siempre andamos detrás de lo extraño, eso es un hallazgo. Lo que no sabés es si escribirlo o meterlo dentro de un disco.

—La primera parte de la poesía hay muchas décimas, Violeta Parra trabajó mucho con ellas. ¿Le influyó ella en algún momento?

—Me encantó Violeta Parra, pero no la frecuenté mucho, porque venía ya endecimado yo y el paisaje mío era un paisaje fuerte también, de muerte, de mensú, de la muerte viva en el verde interminable de la selva.