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opinión

Amigos míos

Empecé la segunda mitad del Bafici con una sensación ambigua.

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Rita Azevedo Gomes. | cedoc

Empecé la segunda mitad del Bafici con una sensación ambigua. Ciertas películas oportunistas y perezosas me fueron poniendo de mal humor, así como la sensación de que el medio cinematográfico es demasiado aborregado, corporativo y autocomplaciente para su propio bien. Pero, al mismo tiempo, recuperé la sensación de que en el cine es posible encontrar altos niveles de libertad, de voluntad creativa, de generosidad y hasta de heroísmo.

En los primeros días del festival vi películas que me acercaron a sus realizadores y me mostraron la importancia de los personajes en el cine, delante y detrás de la pantalla. No conozco a Aki Kaurismaki, aunque lo vi una vez en la barra del hotel frente a una cerveza interminable y también en la última película de su compatriota Peter von Bagh –extraordinario ejemplo de abnegación cinéfila– en una conversación pública emocionante. A Von Bagh, muerto en 2014, está dedicada la última película de Kaurismaki, El otro lado de la esperanza, que viene con esos personajes hieráticos y maravillosos que patentó Aki. Los dos principales son un refugiado sirio y un comerciante finlandés cuyas peripecias hacen de esta comedia enojada con la burocracia una película llena de encanto porque tenemos la impresión de estar entre gente amiga.

Elder Mamani es el nombre de un personaje de Viejo calavera, primer largometraje del boliviano Kiro Russo, una ficción protagonizada por los mineros de Huanani. Elder Mamani es un muchacho de lo peor, borracho, ladrón, pendenciero, indisciplinado, mal compañero, que queda al cuidado de su padrino. Este trata de protegerlo como Harvey Keitel al imposible Robert De Niro en Calles peligrosas de Scorsese. Pero Viejo calavera no es una fábula puritana sino una comedia filmada con virtuosismo en la oscuridad por Russo y su compinche Pablo Paniagua, hecha a espaldas de las órdenes para cineastas latinoamericanos según las cuales una película sobre mineros bolivianos requiere de un tratamiento miserabilista, militante o ambas cosas. Viejo calavera no es ninguna de las dos, y mira el mundo minero desde la complicidad con sus actores y la conciencia de sus problemas. Entre ellas, el alcoholismo, un tema que también aparece en Kaurismaki, con quien Russo tiene más de un punto de contacto, entre ellos la elegancia. Hay que ser un gran cineasta para lograr que Elder Mamani termine siendo un tipo entrañable.

Entrañable es ciertamente la portuguesa Rita Azevedo Gomes, que presentó Correspondencias, basada en las cartas entre los poetas portugueses Sophia de Mello y Jorge de Sena. Rita pone en juego la formidable maquinaria de la amistad cinematográfica y construye una película única con la ayuda de sus colegas en varias partes del mundo, en particular en París, a donde debía ir cada semana para tratarse de una grave enfermedad. Allí aparece el mágico grupo de Pierre Léon, que colabora para que Rita filme las imágenes inolvidables de un film que no recurre al material de archivo (importante excepción es la de un poema leído por Sena, de una potencia y una rabia deslumbrantes). Correspondencias es una epifanía que saca a la luz la delicada textura del arte y las pesadumbres de la vida mientras descubre el remedio para la melancolía que producen los males que mencioné en el primer párrafo.