CULTURA

Categorías binarias

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Qué hacer con las incesantes categorías binarias y sus trazados políticos que mediante un conjunto de tecnologías van construyendo efectos de verdad, como lo afirmó Pierre Bourdieu. Esos efectos penetran capilarmente por las superficies sociales para beneficiar los mercados y garantizar el control pedagógico de los Estados sobre sus ciudadanos. Porque son esas categorías binarias, obedecidas ciegamente por los crédulos sociales, las que mantienen líneas de desigualdad. De manera indesmentible se puede asegurar que las democracias se sostienen sobre una desigualdad estructural inamovible, completamente transversal a las pertenencias sociales, como es la repartición social de género. Para señalar sólo uno de los aspectos hay que recordar que la mujer gana menos, en todos los estamentos laborales, que sus congéneres hombres. Y gana menos porque objetivamente, para cada uno de los sistemas, vale menos en sus transcursos vitales. Validar la existencia de una literatura femenina –pero de qué están hablando– es ingresar de lleno a aceptar y, más aún, incrementar la desigualdad basal de género. Significa abrir las compuertas para legitimar ese debate y cooperar así en una forma de devaluación del trabajo de las escritoras. O, dicho de otra manera, garantizar la expropiación, como diría Marx, de su fuerza y tiempo de trabajo. Significa frivolizar o atenuar la densidad del campo literario y entregarse a las dominaciones multifocales y a la autentificación de las falsas firmas culturales. En ese sentido, lo único razonable –sin desconocer las aristas necesariamente irónicas frente al actual estado de cosas del espacio literario latinoamericano– es afirmar que para el sistema en su conjunto y cada una de sus tecnologías disciplinares existe sólo una literatura. O, para decirlo con toda claridad, efectivamente hay una literatura, la masculina, la única. Así es. Nada más ni nada menos

*Escritora y ensayista chilena, autora de Impuesto a la carne (Eterna Cadencia).

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