CULTURA

Christian Ferrer, genealogía y sentido

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suicidas. En El desierto y su semilla, Jorge Barón Biza recrea la trágica historia familiar. | CEDOC.

—Jorge Barón firmó sus textos con ese nombre y como Barón Biza. ¿Esa vacilación es significativa de la relación con el padre?

—No hablaría de vacilación en la elección del nombre, porque después de la tragedia que padeció su familia él decidió comenzar a firmar como Jorge Barón. Por eso se diferencia del padre, entendiendo que toda persona busca un camino propio y eso a veces implica elegir un nombre, así como otros escritores eligen un alias o un seudónimo, y además como él empezó a trabajar en periodismo muy jovencito también trataba de diferenciarse del caso del padre, que era un poco estrambótico. Muchas veces ocurre que al hijo de un padre o de una madre escritora le parece mejor aprovechar el apellido, como una firma ya instalada, y en otros buscar un camino propio, separarse. Sobre el final él decidió firmar como Barón Biza y también como Barón Sabattini, un apellido igualmente importante en otra época, en el sentido público. Tenía una doble influencia, no solamente del padre escritor, sino de la madre, que era política y autora de artículos en los periódicos. Tampoco es claro que el padre haya sido escritor en el sentido clásico de la palabra, cada quince años largaba una novela, no creo que se autodefiniera como escritor o que tomara los ambientes literarios como interlocutores. El apellido real de Jorge no era Barón Biza, sino Barón Sabattini.

—¿Fue escritor porque el padre lo había sido?

—No lo creo, en absoluto. Jorge Barón tuvo un oficio asociado al periodismo cultural y a cierto periodismo de celebridades, era su forma de ganar un sueldo. En algún momento necesitó escribir una novela, a los 56, sin tener antecedentes previos en la ficción, toda su obra son críticas y comentarios sobre arte y cultura. Otra cosa es si el padre era un tema en su novela, y evidentemente sí.

—En tu libro sobre Barón Biza decís que el acto final de su vida deja  una “herencia ininteligible” para su hijo.

—A todos nos ocurre lo mismo.

—Pero de las herencias se suele decir que son pesadas, o engorrosas, que sean ininteligibles parece un agravante.

—Uno trata de darle sentido a las cosas, pero no sé si lo tienen, mucho más en cuestiones de genealogía. Hay personas a las que les lleva veinte años de psicoanálisis ponerle un nombre a la herencia. En el caso de él, era pesada, claro. Él intentó no sé si darle un sentido pero sí establecer los hechos. Una herencia así se rompe en pedazos, como un espejo, y rearmar eso cuesta mucho. Para Jorge Barón su padre fue un tema, pero también la madre, la novela de hecho es más sobre la madre.