CULTURA
horacio altuna

Clásico popular

El gran historietista argentino, creador de personajes como el Loco Chavez y Pampita, volverá al país para presentar en la Feria del Libro de Buenos Aires una nueva edición de Ficcionario, el primer trabajo que firmó como autor integral; además, formará parte de Cuentos dibujados, una serie de presentaciones teatrales con textos de Hernán Casciari, en las que dibujará en vivo. Antes de su arribo a Buenos Aires, perfil dialogó en Barcelona con uno de los dibujantes argentinos más importantes de todos los tiempos.

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Horacio Altuna. El gran historietista argentino, creador de personajes como el loco Chavez y Pampita, volverá al país para presentar en la Feria del Libro de Buenos Aires una nueva edición de Ficcionario, el primer trabajo que firmó como autor integral. | Salatino

De su mano y de su imaginación salieron algunos de los personajes más populares de la historieta nacional, como El Loco Chávez y la bellísima Pampita, entre muchos otros. Su capacidad para llevar adelante tiras diarias a lo largo del tiempo hace que Horacio Altuna tenga una relación tan natural como sostenida con sus lectores argentinos, pese a vivir en Cataluña desde hace casi cuatro décadas. Reconocido también en Europa, donde recibió importantes premios como el Yellow Kid al mejor dibujante en el Salón de Lucca, Italia, o el Gran Premio del Salón Internacional del Cómic de Barcelona, es uno de los más fervorosos defensores de los derechos de autor en su rubro y un referente indiscutido para sus colegas de acá y de allá, sean pares generacionales o no. Su habilidad para las mujeres hermosas y la erótica hicieron que las emblemáticas Playboy y Penthouse publicaran sus trabajos, aunque terminó por aburrirse y dejó, y por internet circulan falsificaciones de sus dibujos realizadas por especulativos fans. El estudio en el que pasa buena parte de su tiempo, de cara al Mediterráneo, da cuenta de sus principales apetencias: un tablero, buena luz (“quizá demasiada, me da un poco de fotofobia”), jazz a toda hora y kilos y kilos de libros. Por estos días vuelve al país para presentar en la Feria del Libro de Buenos Aires una nueva edición de Ficcionario, el primer trabajo que firmó como autor integral, y para formar parte de Cuentos dibujados, una serie de presentaciones teatrales con textos de Hernán Casciari, en las que dibujará en vivo. Sobre sus primeros pasos en el universo de la gráfica, su relación con Argentina a lo largo del tiempo y la vigencia de Ficcionario, la obra en la que se animó a plasmar sus temores como latinoamericano radicado en Europa, habló con PERFIL en un encuentro que, pese a llevarse a cabo en las costas europeas, estuvo regado por deliciosos mates.        

—¿Empezamos por el principio? Nació en Córdoba y tuvo una infancia algo errante, ¿o me equivoco?

—Así es, mi padre trabajaba para el Banco Nación y solíamos andar de un pueblo a otro. Antes de llegar a Buenos Aires debo haber cambiado unas 15 veces de domicilio.

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—El dibujo no fue su primera elección profesional...

—No, estudié Derecho. Pero terminé siendo un mal estudiante, la verdad.  

—Sus comienzos profesionales como dibujante fueron en la famosa Editorial Columba. ¿En qué época?

—Comencé en Columba aproximadamente por el 67 o 68, allí hice mi “colimba” profesional por cerca de siete u ocho años. Venía de trabajar en editoriales muy pequeñas, y estar en una editorial como Columba, donde trabajaban muchos autores a los que admiraba enormemente, era un poco como llegar a Hollywood. Dibujé guiones de Mario Morahin, Robin Wood y algún otro, y prácticamente lo último que hice allí fue Kabul de Bengala, de Héctor Germán Oesterheld, cuando ya estaba semiclandestino.

—Complicado el trato entre ambos, asumo...

—Exactamente. De hecho, nunca hablé con él en esa etapa. Sí lo había tratado superficialmente, antes. El viejo estaba preparando La guerra de los Antares, buscaba dibujante, pero mis dibujos no le gustaron. Finalmente lo hizo Gustavo Trigo.

—¿Y por qué se fue de Columba si era como Hollywood?

—Columba estaba bien en muchos aspectos, pero yo empezaba con mis ideas sobre los derechos de autor y la devolución de originales. Como no me dieron bola, me fui. También pasé por Skorpio, y las condiciones eran similares, de manera que tampoco duré mucho. Pero ahí, en Skorpio, conocí a Carlos Trillo y Guillermo Saccomanno, dos tipos que fueron realmente determinantes en lo que, en aquel entonces, sería mi futuro profesional, porque teníamos afinidades y amistades comunes que marcaron mi vida.

—Otra de las grandes figuras de la historieta con las que tuvo contacto en sus inicios fue Alberto Breccia...

—Le llevé mis dibujos cuando recién empezaba, con gran ímpetu juvenil (él no era viejo, pero sí era mayor que yo y, debido a su calidad artística, lo tratábamos con gran reverencia), los miró y dijo: “¿Y?” (Risas). Después de eso me enseñó un montón de cosas valiosísimas sobre composición que yo en aquel momento no manejaba para nada.

—En alguna entrevista dijo: “Mis historietas tienen que ver mucho con el cine... los encuadres, el ritmo”. Pero además de eso, que es bastante evidente para quien gusta del cine y la historieta, ha trabajado haciendo storyboards...

—Sí. Justamente por esos años hice también bastantes storyboards para publicidad y una miniincursión en el mercado de Inglaterra, a través de agentes, pero no fueron trabajos que me gustase hacer.

—¿Y cuándo llega el cambio?

—El gran cambio fue cuando Andrés Cascioli me llamó para dibujar en Satiricón. Lo primero que hice fue una historia con guión del queridísimo Jorge Ginzburg, y ese fue el primer trabajo en el que me devolvieron derechos y originales. Cascioli fue el primero en implantar ese modelo en Argentina y, desde entonces, es impensable que no se respete la autoría de los dibujantes y guionistas. Paralelamente, la amistad con Carlos Trillo continuó y llegamos a Clarín en el 75, con El Loco Chávez, que tuvo un éxito formidable.

—Y ese no fue el único trabajo que hicieron juntos con Trillo...

No, claro que no. Después, con él, hicimos Las puertitas del Sr. López, Merdichesky, Charlie Moon y alguna otra cosa, siguiendo siempre a Cascioli en Humor y Super Humor. Todas contaron con bastante reconocimiento. Y de más está decir que siempre con mis derechos de autor incluidos. Con el tiempo, también en Clarín, hice El Nene Montanaro y Es lo que hay, que todavía sigue. Se podría decir que yo me reconozco como autor integral desde el 75 en adelante, ya que en todo lo que hicimos con Trillo yo participaba en el guión y siempre he tenido todos los derechos sobre mi obra, aun trabajando para Europa.

—Estará pronto en Argentina, entre otras cosas para presentar una nueva edición de “Ficcionario” en la Feria del Libro.

—Exacto. Ficcionario es la primera obra que firmé como autor integral, sin Carlos Trillo como partenaire. La hice en España, hace 32 años, y me dieron un premio al mejor guión. Lo bueno que tiene, para mí, es que sobrevive desde entonces a través de varias generaciones. Ficcionario es distópica, con mucha carga política, está llena de referencias personales a mis angustias y persecutas de inmigrante sudamericano en Europa.

—El nombre del protagonista de “Ficcionario”, Beto Benedetti, ¿de dónde sale?

—De un viejo amigo de Lobos, provincia de Buenos Aires, a quien, por supuesto, le regalé un ejemplar, aunque no sé si lo habrá leído (risas).

—Sin embargo, también está el costado positivo de haber emigrado a Europa...

—Sí, claro que sí, además me vine por una necesidad personal, no estuve forzado a hacerlo. Estaba en una suerte de techo profesional, me iba muy bien, pero me sentía como enojado, enloquecido, transitaba una especie de crisis. Recuerdo que cuando me vine y le escribí una carta a mi viejo, puse: “Es la primera vez en la vida que me siento libre”. Lógicamente, esto tiene que ver con las dictaduras en Argentina, que marcaron parte de mi juventud, un contexto en el que sentirse libre no era fácil. Y llegar a España en unos años donde el panorama era tan terriblemente diferente que el nuestro fue muy importante.

—Otro de los motivos para viajar a Argentina, además de la presentación de Ficcionario, es un proyecto conjunto con Hernán Casciari. ¿En qué consiste exactamente?

—Con Casciari vamos a hacer lo que él hace siempre, que es leer sus cuentos, pero en este caso lo hará acompañado por mí. Me tocará “amenizar” la lectura de los textos con mis dibujos a partir de esas narraciones. Dibujaré en un iPpad y lo que haga se irá proyectando en una pantalla. Espero poder estar a la altura de sus cuentos. Vamos a hacer una presentación en el Konex de Buenos Aires el miércoles 15 de mayo, y luego iremos a Rosario, Córdoba y Mar del Plata. Una pequeña gira por el país.

—Aunque ya hace muchos años que vive en Barcelona, trabaja para Argentina, por ejemplo, con la tira diaria y además está muy al tanto del panorama nacional. ¿Cómo lo ve?

—Argentina es espasmódica, pasa de euforias a depresiones profundas continuamente, con obsesiones recurrentes sobre el futuro del dólar, que rige vidas y sueños, y con una inestabilidad emocional adolescente. Lo que más me molesta en este momento de Argentina es “la grieta”, que te obliga de continuo a tomar posiciones de un lado o de otro, cosa exasperante y cansadora. Hay histerias que no quiero compartir. De cualquier manera, en los dos últimos viajes que hice encontré un país todavía más pobre y más crispado. Y ojo, que no vengo de Disneylandia.