CULTURA
Festival Internacional de PoesIa Rosario

Cuando el verso se hace madrugada

<p>Consagrado como el certamen de poesía más importante del país, el festival rosarino celebró su 21&ordf; edición entre el 25 y el 29 de septiembre pasado. Casi setenta poetas fueron los invitados, entre los que destacaron Fabián Casas, Diana Bellessi y Sergio Bizzio.</p>

Pret a Porter. Las ediciones independientes tuvieron una presencia destacada.
| Willy Donzelli

Trasnoche, una y media de la mañana. El joven poeta enfrenta a casi un centenar de escuchas que se configuran como su auditorio, entre los que habitan colegas de su mismo arte, organizadores, estudiantes o interesados per se en la poesía, sin otro vínculo que el del placer de disfrutar la seguidilla de lecturas. El marco se ofrece más como un recital del cantautor de moda en el que la informalidad, el vino y la cerveza, el público de veinte y treinta y la terraza de un edificio centenario exhiben la singular puesta de lo que en realidad es un festival de poesía. La edición número 21 del Festival Internacional de Poesía Rosario (FIPR) parece haber traspasado definitivamente los márgenes del nicho y derribó algún que otro preconcepto sobre lo que generalmente acontece en torno a las lecturas de poemas: que son para pocos, y entendidos. La ruta a seguir en su última edición sin dudas fue rumbo a la producción de los nuevos y (tal vez) mejores talentos, los que no tienen más de treinta, o treinta y un par, y a los que les gusta ser escuchados bien entrada la madrugada, bien alimentados los espíritus. De hecho los homenajeó con una edición de lujo; la publicación del certamen este año fue una antología proyectiva de treinta autores de entre 21 y 30 años, que no habían publicado, o lo habían hecho después del año 2000. Poesía argentina del Siglo XXI.
“Es maravilloso ver cómo va cambiando, y de manera rotunda. Este año han invitado casi exclusivamente a gente joven, somos muy pocos los viejitos y las trasnoches de lectura son algo nuevo y que está divino. Tratan de no aburrirse, de romper lo que ya hubo” dice Diana Bellessi, a esta altura invitada honorífica del festival y quien para la ocasión realizó una clínica durante las cuatro jornadas del mismo. “Además han vuelto sin ningún problema a las viejas discusiones de lo lírico, lo antilírico, lo paródico, todas aquellas pavadas que discutíamos nosotros en los ‘90”.
De los 90 se respira aún, en los versos de estos hijos de la democracia, la influencia de Casas y Durand, reconocida por la mayoría de ellos, y también de otros como Osvaldo Bossi. Uno de los favoritos en las trasnoches fue Mariano Blatt, invitado por primera vez al encuentro. “Para muchos de los que hoy están acá Durand es un maestro, y se nota. Yo empecé a escribir poesía porque descubrí a alguno de ellos”. Se reconoce sorprendido de las lecturas para pequeñas multitudes de unas ochenta personas “me habían comentado que acá pasaba eso, es bastante raro”, y se le ocurre que alguna actitud irruptora podría patear el tablero de las formas que aún se mantienen “Sería interesante que alguien se pare en medio de una lectura y diga ‘eso es una mierda’, por ejemplo. Ahora que lo pienso estaría bueno que hubiese un intercambio del autor con el público apenas termina la lectura”.
Como apunta Blatt, en las mesas no se advirtió intercambio ni hubo instancias de debate. Daniel García Helder, quien junto a Martín Prieto dirige el certamen, observa que “aunque este año no hubo mesas de debates en la programación” la distribución de la antología 30.30 (la mencionada de jóvenes autores) disparó algunas discusiones que seguirán vigentes un buen tiempo. “Más allá de la en general muy buena aceptación de la antología en tanto aparato extralingüístico, escuché varias objeciones a algunos autores incluidos y muchos más reclamos por autores que no figuran. Y ese debate recién empieza”.
“Editorial El Soquete Terrorista” anuncia el cartel de papel beige, casi al fondo del salón donde funciona la feria editorial, un espacio clásico dentro del FIPR al que asisten con entusiasmo los hacedores de sellos independientes. Otros que aparecían a su alrededor eran El Ombú Bonsai, La Pulga renga, Mancha de Aceite, Poesía para vos, más las consagradas Adriana Hidalgo, Eloísa Cartonera, Caja Negra y la local editorial de la Municipalidad, E(M)R.
“Con semejante cantidad de invitados, sería imposible que el Festival no reflejara las diferentes tendencias y escuelas literarias de esta época, por lo menos a nivel nacional y latinoamericano” señala García Helder. Ecléctico y convocante, el certamen sumó además la música; Pablo Dacal y Gabo Ferro colmaron las salas del Centro Cultural Lavardén y el Fontanarrosa, que fueron las principales sedes