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Desaparecidos: una verdad incómoda

En el libro “Maten al rugbier”, del periodista Claudio Gómez, se cuenta la historia de veinte jugadores asesinados por el terrorismo de Estado en la ciudad de La Plata.

Gómez. La capital de la provincia de Buenos Aires fue la segunda del país en cantidad de víctimas de la represión ilegal.
| Pablo Cuarterolo

Entre 1974 y 1980 hubo 665 personas secuestradas, asesinadas o desaparecidas en La Plata. Fue la segunda ciudad del país en cantidad de víctimas de la represión ilegal, después de Buenos Aires, y la que tuvo más densidad de centros clandestinos de detención, en total veintidós. En ese marco el periodista Claudio Gómez recortó un caso que no había sido abordado en conjunto, el de veinte jugadores de La Plata Rugby Club, cuyas historias reconstruye en el libro Maten al rugbier a partir de entrevistas con familiares, amigos y compañeros de las víctimas y de fuentes judiciales.

El primer acercamiento al tema fue una nota que publicó en PERFIL el 24 de marzo de 2006. Los rugbiers desaparecidos se convirtieron en una obsesión para Gómez, periodista de la sección Deportes de este diario, y en el tema de una investigación que insumió dos años y permitió completar el cuadro de víctimas, ya que había tres casos que no habían sido considerados.

Los rugbiers tenían entre 20 y 31 años, y fueron asesinados o desaparecieron en distintos episodios ocurridos entre 1975 y 1978. Los veinte integraban organizaciones de izquierda. Gómez se propuso indagar otros puntos en común y los encontró en la vinculación de la mayoría con la Universidad Nacional de La Plata y en un recorrido similar, que los llevó a priorizar la militancia por encima del deporte y de los estudios, y a descartar gestiones para abandonar el país y ponerse a salvo.

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Otro lugar de cruce es el paso de las víctimas por los centros clandestinos, en particular La Cacha, contiguo al penal de Olmos, y el Circuito Camps, la red de centros que funcionó bajo la dirección del ex jefe de la Policía Bonaerense Ramón Camps, y el reclamo de sus familiares en las primeras acciones de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.

Las historias personales de los rugbiers hacen presentes además aspectos más amplios de la represión y su contexto, como la colaboración de la Iglesia (representada entonces en La Plata por el arzobispo Antonio Plaza), los vuelos de la muerte y los casos de conscriptos desaparecidos. Uno de los militantes cayó en combate en Tucumán, como miembro del Ejército Revolucionario del Pueblo, y tres participaron en el asalto al Regimiento de Monte Chingolo, entre ellos Jorge Moura, hermano de Federico Moura, el cantante de Virus.

“La reconstrucción de fragmentos de las vidas de las víctimas me llevó a enfrentarme con episodios del presente tan complejos e intensos como aquellos que se  vivieron en los años de militancia”, escribe Gómez, en referencia a la elaboración del duelo por parte de los familiares y a la búsqueda de justicia. También reconstruyó episodios “incómodos”, como las delaciones y la colaboración de ex detenidos con la represión, en particular Horacio Cid de la Paz.

Gómez relata los orígenes de la Concentración Nacional Universitaria, creada por el profesor de Latín y Literatura Carlos Alberto Disandro, cuyos militantes integraron los comandos parapoliciales previos a los grupos de tareas, y entre otros procedimientos reconstruye el Operativo Escoba, como llamaron los militares a la acción de aniquilamiento del Partido Comunista Marxista Leninista.

La Plata Rugby Club fue creado en 1934, después de pertenecer durante nueve años a Gimnasia y Esgrima. En los años 70, según evoca Gómez, fue un club distinto, que desmentía el estereotipo del rugby como deporte elitista y cuyos jugadores podían hacer una huelga para defender a un entrenador o debatir en asamblea si iban a recibir a Perón a Ezeiza, entre otras posturas políticas.

En el capítulo final de su investigación, Gómez reúne a un ex jugador y al técnico que acompañó a los veinte desaparecidos. La idea, dice, era intercambiar recuerdos, pero la entrevista reavivó los debates de la juventud. Fue otro descubrimiento: “Cuarenta años después, la llama sigue encendida”.