CULTURA
fragmentos del universo

El arte mismo de la disolución

En tiempos convulsos como el que nos toca vivir, la totalidad, así planteada, es ya imposible. Presa de una instancia que ha devenido puro futuro y virtualidad, el arte de Cristina Schiavi y Juan Tessi intenta dar cuenta de ese instante de sublime creación, el momento mismo del cambio de la materia. Una arquitectura conceptual y rigurosa que erige su propia gramática. “Fondo absolutamente oscuro del espacio libre” puede visitarse en la Fundación Federico Klemm.

El encuentro de las formas. Pintura de Juan Tessi.
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El libro como objeto comenzó con la imprenta. Revolucionó nuestra subjetividad (incluso podríamos arriesgar que creó nuestra subjetividad) y generó una nueva forma de pensar el mundo. La cultura del libro nos acostumbró a encontrarle un sentido a las cosas: entre las dos tapas había todo un universo cerrado que era coherente. No tendríamos cultura moderna sin el libro, pero esa época ya terminó. A pesar de que los libros aún se imprimen (y posiblemente se los seguirá imprimiendo durante años), ya no son el centro de nuestra cultura. Nuestro centro ahora no está en ninguna parte: es la web. Antes leíamos un todo. Ahora conectamos fragmentos. Fragmentos de distinto tipo (visuales –fijos y en movimiento–, sonoros, textuales, gráficos). Nada comienza, nada termina: todo fluye. Lo virtual no tiene límites. Las artes visuales acompañaron esta transformación de la cultura moderna en cultura contemporánea: la pintura se diluyó y se transformó en arte. Dejó de ser un objeto para ser un pensamiento. La muestra “Fondo absolutamente oscuro del espacio libre”, en la que Cristina Schiavi y Juan Tessi dialogan intensamente, pone en escena este drama sin tragedia: la disolución de lo moderno y el surgimiento del futuro.
No es que el futuro está por llegar. Tal vez hasta podríamos decir que el futuro ya tiene algo de pasado. Hay procesos mentales que vienen de hace un siglo, otros han surgido hace cincuenta años. Recién percibimos el cambio porque nuestras prácticas son más conservadoras que nuestras ideas. Tessi rinde un homenaje enamorado a la pintura. Pero su lucidez romántica no se deja obnubilar: no propone un “regreso” (imposible) a lo que ya fue, sino que apuesta a cantar gloriosamente el final de lo que ya no puede ser más. La pintura iluminó el mundo durante cinco siglos. No es una mera práctica que acabó: es un mundo que se desvanece. De allí que Tessi escenifique en sus telas ese derrumbe heroico. En sus cuadros se ve la escena imposible: el desgarramiento, la disolución de lo que generó un universo.

Schiavi sale de cuadro. No es que no pinta. Su pintura ya no está en la tela sino en la corporeidad 3D. Sus objetos-esculturas presentan a la artista de cuerpo entero: la representan tanto como la esconden. Están allí porque ella no quiere estar allí. Cuentan pequeñas anécdotas sobre la cotidianidad sublimada. Está y se diluye. Narra, pero calla. Se muestra: se esconde. La lógica de Schiavi es perversa. Su obra trabaja en dos niveles de significación, que dialogan muy sutilmente ente ellos. En el nivel primario hace referencia a un discurso explícito (es el nivel de La Forma: lo que se ve) y, a la vez, se refiere también a una sobresignificación crítica (una mirada irónica sobre el propio objeto). A este nivel primario (y ya escindido en dos) se le agrega un segundo nivel de significación que es conceptual y abstracto. En este segundo nivel, se parte de la materialidad de sus objetos para entablar un diálogo con la historia de la cultura contemporánea. Ese diálogo es tan desprejuiciado que, a veces, no teme contradecirse.
Con Schiavi y Tessi nunca sabemos a qué atenernos. Son como niños maleducados: no acatan órdenes ni se someten a reglamentos. Como niños poetas: aman sorprendernos. No con novedades ilusorias, sino con juegos nuevos. Más que invitarnos a compartir un juguete nos convocan a desarmar un artefacto. Jugar con ellos es internarse en una aventura sin final previsible. En “Fondo absolutamente oscuro del espacio libre” entablan un diálogo que apuesta tanto a la coincidencia como a la repulsión. No dicen lo mismo. Pero justamente porque hablan de cosas distintas –aunque en el mismo registro– es que la obra de uno es capaz de potenciar la belleza de la obra del otro.