CULTURA
muestra

El blanco y negro es más realista

Una exhibición en el Macba enteramente concebida en blanco y negro crea inadvertidamente un relato que cancela la posibilidad naturalista que propone el color. “Cromofobia” invita a percibir las obras, su planteo formal, y acerca a la subjetividad que se inscribe detrás del conocimiento sensible y del lenguaje de cada artista. Con la curaduría de Teresa Riccardi, permanecerá abierta hasta el 1º de marzo.

Damero. Obra del artista porteño Nicolás Mastracchio (1983), Tecnologías para observar y camuflar (2012).
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De Platón a Didi Huberman, pasando por Alfred Hitchcock, es decir todo lo que la cultura occidental sabe sobre las imágenes, el color está tironeando, desde un lado, la manera de pensarlas. En el otro extremo, está su ausencia. A lo largo de la historia del arte y la del pensamiento, esta rivalidad entre el color como lo aberrante frente a lo blanco y negro como lo puro y lo bello puede ser rastreada en esos términos tan opuestos. Cromofobia (2000), el libro de David Batchelor, persigue este enfrentamiento y la aversión que provocaron los colores para escritores, filósofos y artistas en una larguísima duración de la cultura occidental. La hipótesis del ensayista y profesor de Teoría Crítica del Royal College of Art de Londres es clara: el gusto incoloro burgués es el último coletazo del prejuicio contra el color y prefiere asociarse a los que lo reivindican, lo usan y lo exploran.

Cromofobia es el nombre de la muestra, que está curada por Teresa Riccardi, en el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (Macba). Todo el museo es una caja de resonancias para apreciar este infinito repertorio de esculturas, dibujos, fotografías y piezas de arte contemporáneo de Leandro Katz, Horacio Zabala, Lucio Dorr, Silvana Lacarra, Andrés Sobrino, Jorge Miño, Ivana Vollaro, Pablo Accinelli, Nicolás Mastracchio, Marcela Sinclair, Tomás Espina, Matías Duville, Mathieu Mercier, Marcolina Dipierro, Alfio Demestre, Eduardo Basualdo, Guido Yannitto, Erica Bohm, Malena Pizani y Mariano Vilela. También se incluyen obras de la Colección Macba de los artistas Anna María Maiolino, Ascânio MMM, Knopp Ferro, João Costa da Silva, Lothar Charoux, Rogelio Polesello, Beto de Volder, Pilar Ferreira, Manuel Alvarez, João Carlos Galvão y Raúl Lozza.
La exposición es un discurso sólido que participa de otro modo de este planteo. Por un lado, comparte el nombre con la patología y el mencionado libro, menos para oponerlo a una fobia por el color y sus consecuentes desarreglos psicológicos, en la órbita médica, o la lucha estigmatizante en la tradición occidental que propone Batchelor, que para liberar el campo y hacer visibles otras formas de interacción de estos opuestos. Por el otro, blanco y negro, en esta exhibición, son los extremos de un arco cromático que contempla los grises, por supuesto, pero también los infinitos blancos. Como los esquimales, que saben verlos en ese territorio tan igual pero plagado de sutilezas para ojos entrenados.

En esta diferencia, entonces, está el sentido radical de la propuesta. Para Cromofobia, la muestra, el color no es el contrincante. Su ausencia no conlleva el problema. Por el contrario, el gesto inicial que es apagarlo, dejarlo fuera por un rato, ilumina las obras de otro modo. El blanco y el negro de estas obras no es opositivo ni hace evidente la falta. Olvida los tintes y los cromas para dejar en estado puro la expresividad de estas dos grandes potencias. El negro y el blanco son las fuerzas generadores de luz y oscuridad y las constructoras de una mirada que privilegia las formas. Las extiende hasta los límites de la percepción, que las dejan al descubierto. Desnudas de color y saturadas hasta desaparecer en la espesura del negro, las obras que integran Cromofobia realizan un posible yin y yang del arte, como fuerzas fundamentales que se oponen y complementan. Además de ser ese principio generador de comienzo y finitud que se autoabastece en un ecosistema donde no hace falta nada más que ellos.