CULTURA
irvine welsh

Feos, sucios y adictos

Para celebrar el vigésimo aniversario de la publicación de Trainspotting, el escritor escocés lanzó Skagboys, la precuela de aquélla. Adalid de una generación que se atrevió a “decidir no decidir”, Welsh dialogó en exclusiva con Perfil.

20 años no es nada. La obra cumbre de Welsh, a dos décadas de distancia, sigue impactando por su honestidad brutal y la vigencia de su crítica.
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Estar trainspotting refiere a la peculiar costumbre sajona de sentarse a ver pasar trenes. Es el término que utiliza un borracho que intenta hacer una broma al respecto cuando Mark Renton (el protagonista de Trainspotting, una celebridad maldita) y Francis Begbie (el personaje más violento del libro de Welsh) paran a mear en una estación. No se vuelve a hacer alusión a esta expresión en toda la novela, aunque desde el punto de vista de Renton, narrador, es como lo cuenta. Despojado de intenciones morales y con maestría en sus pensamientos, este heroinómano nos cuenta las desavenencias de sus colegas como quien viera correr trenes.

Esta novela fue el debut literario del escocés Irvine Welsh exactamente veinte años atrás, y hacerlo con semejante éxito como el alcanzado fue apenas el comienzo de una prolífica carrera. Su estilo crudo, descarnado, fresco, relatando las muchas peripecias de unos jóvenes veinteañeros, antihéroes descreídos de una sociedad conservadora, sacudió el mundo editorial.

Primero la obra de teatro y luego la versión cinematográfica –dirigida por Danny Boyle– terminaron de subir el telón de esta obra maestra. “Debería vender más que la Biblia”, la catapultó una afamada revista literaria escocesa. Así comenzaba Irvine Welsh lo que sería una gran declaración de principios, los suyos, los de un tipo asqueado del mundo con una prosa señera. Su recurso, el de apelar a un lunfardo local (el cockney), lo acercó aun más a una juventud escéptica aunque ávida de lectura con un logrado ejercicio de colorear historias.

El verdadero poder de Trainspotting reside en su capacidad de provocar, primero a través de su desafiante historia y luego por su lenguaje y los giros idiomáticos elegidos por el autor.

Por supuesto su éxito cinematográfico dio un espaldarazo y reconocimiento al mismo libro, y sobre todo al autor. Otros títulos suyos que han sido llevados a la pantalla grande son: Acid House en 1998 (el mismo Welsh adaptó el guión y hace la gran Hitchcock apareciendo en un papel secundario), y ya está casi lista la precuela de Trainspotting (lanzada en el ’96), otra vez dirigida por Danny Boyle quien: “Estaba esperando que envejecieran los actores” para hacerla.

Celebramos el vigésimo aniversario de su edición entrevistando a su autor y viendo a través de sus palabras este mosaico de sucesos a partir de este comienzo.

Poco tiempo atrás Welsh declaró que deshacerse del peso imperialista a través de la independencia de Escocia del Reino Unido presentará nuevas oportunidades culturales y políticas.

—Veinte años atrás escribió: “Es una mierda ser escocés. Somos lo más bajo de lo más bajo (…). Algunos odian a los ingleses; yo no, son imbéciles. Nosotros, por otro lado, estamos colonizados por imbéciles. No pudimos siquiera encontrar una civilización decente que nos colonizara”. Hoy se pronuncia sobre la independencia de Escocia promoviendo la unidad cultural. Las cosas no han cambiado, ¿o sí?
—¡Lo sabremos el año que viene con el referéndum! (Nota: similar al reciente en las islas Malvinas). No, yo creo que las cosas cambiaron los grandes acuerdos y continuarán de esta manera. Me parece que es el final del juego para la unión, pase lo que pase en 2014.
—¿Cuál es su opinión sobre Cataluña y lo que ocurre hoy día con respecto a su soberanía?
—Se trata de la independencia y la autodeterminación. Pero, por sobre todo, es económica. Un país potencialmente rico como Cataluña no puede permitirse realmente permanecer en una economía tan pobre como la española.
—Por favor, defina “nacionalismo”.
—Es lo que tenemos en Gran Bretaña con el Partido Conservador: desagradable, reaccionario y evocando una falsa, obsoleta mirada de la Gran Bretaña como un poder imperialista.
—Se me ocurre que no tiene en cuenta a los traductores a la hora de escribir en su dialecto. ¿No teme acaso malentendidos o incapacidad de comprensión a la hora de traducir?
—No podría importarme menos, realmente. No soy un gran adepto a las lenguas a la hora de micromanejar el proceso de traducción, y si lo fuera, no presumiría de hacerlo. Debemos dejar a la gente poner manos a la obra.
—¿Tuvo alguna dificultad a partir de esto para entrar en el mercado americano?
—Sí, pero tengo una fuerte y culta audiencia en los Estados Unidos, aunque nunca estaré llegando con regularidad al número uno de los más vendidos en Nueva York.
—¿Le importa, en todo caso?
—No, si tuviera un gran éxito estaría muy complacido pero no me siento miserable por no lograrlo. Bueno, salvo por Cola (Glue en el original), que por alguna razón fue muy bien allí.
Con tintes evidentemente autobiográficos, Trainspotting revela una lectura cronológica sobre la vida del escritor.
—Siendo más joven se mudó a Londres y abrazó el movimiento punk.
—Mis recuerdos son muy buenos de esa época, que involucraba una alta dosis de borrachera, drogas, humor y corazones rotos. Solía enamorarme demasiado fácilmente en aquella época, y cuando tenía una novia invariablemente me volvía un ñoño con altas cuotas de patetismo y necesidad. Espantaba a las buenas y no podía deshacerme de las locas. Fue un momento muy excitante, y creo que todo eso era por el hecho de ser joven pero también por el cambio revolucionario en la música y la cultura.
Todo esto que cuenta el autor está perfectamente articulado en la novela; Trainspotting es el reflejo de esos años de inconformidad: las frustraciones amorosas, las drogas más duras, y hete aquí su origen: el autor se apropia del texto en términos biográficos y por ello el sacudón y el mismo éxito del libro.
—¿Se considera usted mentor de un nuevo género transcribiendo su dialecto escocés nativo sin respetar siquiera la ortografía? Iain Banks le habló a la clase obrera, pero lo suyo es diferente.
—Aúno determinados elementos, pero creo que hubo gente haciéndolo antes que yo, y otros antes que ellos. Ahora hay otros más. Lo que se hace es tomar lo que ya no está y sumar y restar estos diferentes elementos poniéndoles un giro propio, potente.
—Lo que usted logra con los diálogos entre la lombriz solitaria y Bruce Robertson, el protagonista de “Escoria”, es único.
—¡Gracias! Adoro a mi lombriz solitaria.
—Este año se estrenará la película basada en “Escoria”. ¿Volverá a hacer alguna aparición? (Nota: hace el papel de Mickey Forrester, quien suministra la heroína a los protagonistas).
—Me verán en los extras. La escena en la que participé fue finalmente cortada por el director y el editor.
Precuelas, cuánto nos faltaría sin ellas, y cuán acertada su cronografía. Skagboys revelará este año el origen de Mark Renton, Sick Boy, Francis Begbie, Tommy y Spud.
—Finalmente, después de veinte años conoceremos la procedencia de estos personajes.
—Skagboys trata sobre la misma gente un par de años antes. Es más sobre sus vidas limpias y cómo fue bien detalladamente su transición hasta volverse drogadictos. Skag es mi palabra favorita para llamar a la heroína.

Editada a fines del año pasado en Europa, Skagboys es su última novela y estamos esperándola de este lado del océano con ansiedad. Así como Porno fue su secuela, esta nueva edición sellará la trilogía más esperada. En principio, había escrito esto como parte de Trainspotting, pero a la hora de la edición decidió descartarla y estratégicamente guardar el material para una nueva novela. Sin seguir cronológicamente una línea, Welsh nos marea de modo tal que debamos ansiar con avidez sus nuevas lecturas. Los tintes políticos que acompañan la adicción a la heroína de estos malavenidos héroes puede leerse como un canto al individualismo en tiempos thatcherianos.

Sus propios libros

—¿Es Anthony Burgess una influencia?
—Bueno, sí, como para muchos de mi generación. Lo conocí a través de Stanley Kubrick y su película sobre La naranja mecánica. Sus libros tienen un maravilloso y muy diverso abanico de gamas. Poderes terrenales (Earthly powers en el original) es mi novela favorita de Burgess.
—¿Qué estuvo leyendo últimamente?
—Creo que a medida que los escritores van madurando pierden interés en la ficción y se aficionan más por las ciencias, la historia, la geografía, la política, la filosofía, la mitología, etcétera. Así ha sido ciertamente mi viaje.

 

Una disputa irlandesa no resuelta con cerveza

Irvine Welsh considera que el proceso de paz en Irlanda del Norte podría alentarse si la República de Irlanda se sintiera más como una “entidad geográfica compartida”. Welsh sostiene que la separación política podría promover la unidad cultural. Sugiere que las expresiones de orgullo británico (como se demostró en los Juegos Olímpicos en Londres) continuarán.

“Este Estado ha impedido a Inglaterra perseguir su misión principal para crear una sociedad posimperialista, una sociedad multirracial, que distrajo totalmente de temas irrelevantes (a partir de la perspectiva inglesa) de Escocia, Gales e Irlanda del Norte”, escribió Welsh en el sitio web de Bella Caledonia. “Desde el punto de vista de los escoceses, se nos han endilgado 35 años de un neoliberalismo destructivo, y ha impedido convertirnos en la socialdemocracia europea que estamos inclinados a ser políticamente. Por lo tanto, los animo a otra propuesta: una separación política podría promover esa unidad cultural que el Reino Unido con sus nociones preconcebidas de ‘lo inglés’ anima a un constante debilitamiento”.

Se refiere a las celebraciones olímpicas del verano pasado, grabadas por el magnífico director Danny Boyle. “Las Olimpíadas fueron el pan y también el circo de una propaganda política. Boyle, en un par de horas, hizo más para afirmar los valores socialistas democráticos sobre el neoliberalismo que el Partido Laborista del Reino Unido en cuarenta años. Pero también fue nostálgica, reflejó lo que no muchos de nosotros aspiramos y nos mostró lo que tenemos que aceptar como perdido irremediablemente”.

Contrasta los países que conforman el Reino Unido con los de Escandinavia, en el intento de disipar cualquier idea de que podría conducir a la independencia de Escocia un conflicto político que genere desconfianza: “Suecos, noruegos y daneses se tratan en términos amistosos e intransitivos. Comercian, cooperan entre sí y se visitan socialmente en cualquier momento que lo deseen. No necesitan de un Estado pomposo, jactancioso llamado Escandinavia, informándoles desde Estocolmo lo maravillosos que son cuando en realidad sólo significa Suecia. La idea de la independencia política de Inglaterra y Escocia dando lugar a conflictos, odio y desconfianza es la mentalidad oportunista del statu quo y los traficantes de miedos sombríos nacionalistas, que resulta profundamente insultante para los pueblos de ambos países”.

 

Porno, amor y fútbol

—Sabemos de su fanatismo por el fútbol. ¿Lo considera un brazo corporativo del mismo capitalismo y no la simple pasión que solía ser?
—Sí, claro. Desde mi punto de vista, el dinero ha destruido todo. Hoy apoyo el fútbol alemán y la Bundesliga más que nada, creo que son los que lo hacen mejor.

Tres años atrás, escribió una carta de amor y no fue su mujer la destinataria. Fue para el equipo de su vida y la inclusión del francés Franck Sauzée: “El matrimonio de mi equipo, Hibernian FC, y el internacional francés, Franck Sauzée, se realizó en el cielo futbolístico. Franck ayudó a revitalizar un año en crisis del club, proporcionando el liderazgo de clase que no se veía desde los tiempos del legendario Pat Stanton. Al igual que su predecesor, ‘Le Dios’ ha encarnado el espíritu y la habilidad que los aficionados de Hibernian, conocidos como los puristas del fútbol escocés, pueden celebrar porque principalmente tienen a quien mirar.

(...) Yo tuve personalmente el privilegio de ver dioses como Stanton, Joe Baker (en su fugaz segunda venida) y George Best llevar el maillot verde, y he visto fútbol en vivo regularmente desde hace cuarenta años en todo el mundo. Franck ‘Le Dios’ Sauzée es uno de los actos más clásicos que he tenido el privilegio de presenciar.

(...) Caminando en el parque como un coloso casual, su presencia fue inspiración y efecto calmante sobre los que lo rodean, tanto en el campo como en las gradas. Franck Sauzée poseía el porte de un hombre que realmente no entiende sólo la belleza del juego sino el propósito general y su lugar en él.

(...) Al igual que los amores más grandes, se produjo el trágico final obligatorio. Hibs sufrió una crisis financiera y todo se perdió. Fue un cierre lamentable.

(...) Sin embargo, lejos de disminuir, el amor de los fans hacia Franck se ha fortalecido en los últimos años ya que, en su ausencia, nos dimos cuenta de lo especial que era. No se puede ir a ningún website de aficionados sin leer que hay alguien suspirando por él y preguntándose cuándo va a venir a su casa, a Edimburgo.

Recuerdo asistir a una despedida de Franck en el estadio, donde el actor Dougray Scott, fanático de Hibs, y yo tuvimos el privilegio de pasar un rato charlando con él. Como todo fan, fuimos seducidos por su gran encanto y su evidente amor por el club y sus aficionados. Era algo más que un gran jugador, era uno de nosotros, así fue Sauzée y siempre lo será. He dedicado mi novela Porno para él, y le envié una copia firmada a Franck, a su casa de Provence. Ahora se dedica al negocio de los restaurantes y aparece regularmente como analista de fútbol en la TV francesa.