CULTURA
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Impresionismo para modelar y copiar

En ocasión del 150 aniversario del nacimiento de Ernesto de la Cárcova, se presenta en el Museo Nacional de Bellas Artes –también se conmemoran los 120 años de la institución– una exposición curada por Laura Malosetti Costa, un legado icónico y fascinante que permite calibrar el esplendor de un gigante.

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Majestuoso. Sin pan y sin trabajo (1894), óleo sobre tela, 125,5 x 216 cm, obra cumbre del artista. Nunca volvió a pintar igual. | MNBA
Son fácilmente enumerables, dice Borges, las visibles contribuciones que ha hecho Pierre Menard a la cultura francesa de principios del siglo XX. Y así como su famosa invectiva contra la obra de Paul Valéry no repercutió en la relación de amistad que unía a ambos escritores, no es difícil imaginar al verdadero autor del Quijote debatiendo hacia fines del 1900 con el gran maestro Ernesto de la Cárcova a propósito de su obra. En Pierre Menard, autor del Quijote, Borges plantea una interesante problematización sobre la autoría y sobre la esquizofrénica relación entre original y copia. Hoy en las salas 29 y 30 del Museo Nacional de Bellas Artes, a 150 años del nacimiento del pintor argentino, Laura Malosetti Costa se viste de Menard y en su curaduría escribe su ingenioso hidalgo de la Cárcova, cuadro por cuadro, exponiendo no uno sino dos (y tal vez más) verdaderos autores de Sin pan y sin trabajo.

En una de las salas, la que se ve a la distancia –la del tiempo pero también la de la intensidad–, se pasa revista con un magnífico gesto curatorial, tan historiográfico como necesario, de lo que fue la retrospectiva de Ernesto de la Cárcova en la Asociación Amigos del Arte en 1928. Aquí se replica, en una pulcra e impecable reconstrucción, un telón de fondo –¡qué difícil es elegir entre la literalidad y la metáfora!–, una vitrina que exhibe al no-pintor medallista, sugerentes desnudos simbolistas, algunos floreros, retratos y otras pinturas con aroma a “hijas de su época” tan sabidas como nunca vistas. En definitiva, cual paráfrasis borgeana, unas obras simplificadas por el olvido y la indiferencia, una imprecisa imagen de una pintura no pintada.

“Paso ahora a la otra: la subterránea, la interminablemente heroica, la impar”, la inconclusa y siempre vigente Sin pan y sin trabajo, que se rodea de citas y visitas en la sala contigua. Reapropiaciones que desde el dibujo, el video, la acción política o la ciencia, entre otros discursos, invierten la lógica y borran los márgenes de su origen con un codo bien contemporáneo. En esta sala se habla de De la Carcova. Así, sin acento. Con la sílaba tónica corrida, dislocada, loca, quijoteada y marginada. Allí Natalia Gavazzo y Dolores Canuto (curadoras de la Universidad de San Martín) junto a profesores y profesionales de la Unsam y de la Biblioteca Popular La Carcova muestran su visita a Villa La Carcova, la “villa más temible del conurbano bonaerense en la que ni la policía se atreve a entrar”. Algunos chicos de La-Carcova-sin-acento se atrevieron a entrar en las salas del museo para ver la obra de Ernesto y se encontraron con un mundo plagado de ortografía y óleos sobre lienzo, y pintaron sus propios colores. Este ida y vuelta se plasma en el registro videográfico en formato documental que se hizo del paso por la villa y por el museo.

Enriquecedor descubrimiento, en donde también la ciencia tiene algo que decir al respecto: un backlight con radiografías y estudios técnicos de la obra Sin pan y sin trabajo se exhibe a su lado y da cuenta del trabajo que el equipo de Gestión de Colecciones del MNBA y el grupo Tarea-IIPC llevaron a cabo revelando los pentimenti del autor, calando hasta los huesos en busca de nuevas capas de sentido por entre la trama y la urdimbre del lienzo.

Sutil trabajo de desdoblamiento y permanente giro en falso se logra con la curaduría. Relativizando autorías, atribuciones y originalidades, corrige borradores y desgarra manuscritos no sin antes dotar de completa dignidad a la copia. Pero, sobre todo, a la copia de la copia, rastro borroso y poderoso que se viste de cita y deambula elegante por las salas del MNBA coqueteando con su propio homenaje y su (auto)referencia. Como el Quijote de Menard, la osadía de los Sin pan y sin trabajo que rodean a Sin pan y sin trabajo descansa en la necesidad de revisitar ese espacio simbólico en la disponibilidad de un museo en 2016.