CULTURA
a las puertas de una nueva feria

La fiesta del libro en tiempos de crisis

Más allá de los números que reflejan una de las peores crisis de la industria editorial de las que se tenga memoria –durante un gobierno democrático–, el sector se prepara para vivir una vez más el evento más importante del año.

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Clásico. Pese a la baja de la producción y el consumo, los lectores asistirán de manera masiva. | Escayola

Hace unos días, la Cámara Argentina del Libro dio a conocer el informe anual de producción del libro argentino correspondiente a 2018 y, como era previsible, los números reflejan un profundo decrecimiento del que cuesta encontrar un antecedente cercano. En lo que respecta a la cantidad de ejemplares, que es la variable más relevante de esta industria, hay que remontarse de hecho al año 2002 para encontrar números similares. Cuando asumió Cambiemos, en Argentina se producían 83 millones de ejemplares por año; hoy esa cifra se redujo prácticamente a la mitad.

Pero además no solo se está produciendo menos, sino de manera más concentrada. De acuerdo con el informe, en el año 2016, de la totalidad de ejemplares que llegaban a las librerías el 61% era de editoriales independientes o pymes; este año, ese número es el 48%, lo que significa un notorio deterioro en la “bibliodiversidad” que probablemente también se replique en la Feria del Libro, ya que muchos editores cuentan que esta vez no podrán costear un espacio en el evento, ni siquiera en forma conjunta con otros colegas.

Frente a esta situación, desde PERFIL quisimos dialogar con José Gutiérrez Brianza, director comercial de la Feria, para preguntarle sobre la variación de precios en el alquiler de los stands, pero por algún motivo no quiso brindarnos esa información. Varios directores editoriales, de todos modos, hablan de un incremento de entre el 40% y el 50% y adelantan que habrá muchos stands vacíos, o quizás “rifados” a último momento a diferentes fundaciones.

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Pero ellos no serán los únicos ausentes. Como se señaló aquí hace algunas semanas, muchos de los escritores más reconocidos de Barcelona, que es la ciudad invitada, han declinado la invitación aduciendo “razones personales”, aunque hay quienes aseguran que el motivo en realidad es otro: la poca expectativa de venta y difusión en un país donde los libros importados cada vez se venden menos.

Quienes en cambio sí van a estar son los booktubers. Al igual que en la edición anterior, habrá un encuentro internacional y varias actividades destinadas a blogueros e instagrammers. O sea, no estará Enrique Vila-Matas o Juan Marsé, pero al menos la Fundación El Libro consiguió traer a los booktubers mexicanos Claudia Ramírez y Alberto Villarreal.

En cuanto a los escritores locales, una de las presencias más significativas es la de Samanta Schweblin –tal vez la escritora argentina más reconocida a nivel internacional–, a quien Elsa Drucaroff le hará una entrevista pública en el marco del ciclo “Diálogo argentino”, en el que también participarán, entre otros, Martín Kohan y Luis Sagasti. Además, en otra jornada estarán Daniel Guebel y Guillermo Martínez participando de una mesa cuyo título es tal vez de los más acertados: “El coraje de leer”.

Por lo demás, habrá una nueva edición del Festival de Poesía, de las jornadas de microficción y un espacio de reflexión sobre la lectura desde el punto de vista del psicoanálisis. También, y por segundo año consecutivo, habrá un espacio –“Orgullo y prejuicio”– dedicado al feminismo y la perspectiva de género, donde entre otras cosas se discutirá si a los escritores que han tenido algún tipo de denuncia vinculada a la violencia de género conviene “escracharlos” o solo censurarlos, según se lee en el programa, donde por cierto se advierte un vacío en lo que respecta a la delicada situación de la industria del libro.

Más allá de la conferencia que darán las autoridades de la CAL para difundir el informe anual, no se observa ninguna actividad que tenga por objetivo reflexionar en torno a la crisis del sector –la más profunda de los últimos veinte años, según los números–, ni a la ley del libro que va a empezar a discutirse en los próximos meses –habrá solo una somera presentación a cargo de Daniel Filmus– ni a la necesidad de una ley que reconozca los derechos del traductor literario, o de otra que proteja el patrimonio bibliográfico nacional, tal vez porque lo que atraviesa algunos intereses o se refiere a las condiciones materiales de un oficio no encaja con facilidad en la lógica de espectacularización que suelen proponer este tipo de eventos. Por eso también se da la paradoja de que sí se va a debatir sobre lenguaje inclusivo –hay un curso y todo–, pero no sobre el Tratado de Marrakech, cuya implementación le permitiría a mucha gente con distintas discapacidades acceder a materiales de lectura adaptados.

Pero más allá de estas contradicciones hay que decir que, de todas las actividades que se van a desarrollar, quizás la mayor expectativa o atención estará puesta en la apertura, el 25 de abril. No solo por el discurso de apertura de la antropóloga feminista Rita Segato, sino también por el de Pablo Avelluto, cuya presencia se había puesto en duda a partir de los incidentes de la edición anterior, cuando un manifestante intentó impedirle que hablara; pero hace unos días, desde la Secretaría de Cultura nos confirmaron su presencia, argumentando que “es una tradición y se va a seguir haciendo”.

Veremos qué pasa.