CULTURA

La increíble y alegre historia de un desfachatado

<p>El fotógrafo peruano abrirá el calendario de exposiciones del Malba 2014. Julia Roberts, Madonna y Lady Di posaron para él. También varios argentinos, como Valeria Mazza, Iván de Pineda o Milagros Schmoll. Testino es el ojo mágico detrás de muchas de las imágenes más icónicas del mundo de la moda de los últimos treinta años.</p>

Su carrera explotó en los años 90 con una prodigiosa foto de Lady Di.
| Cedoc

La infancia de Mario Testino puede ser leída en Los cachorros, la perfecta nouvelle de su coterráneo Mario Vargas Llosa. Si bien la suya fue un poco posterior, nació en Lima en 1954, las coordenadas de una sociedad machista y opresiva, de una burguesía adocenada, todavía estaban vigentes. La historia de Pichula Cuéllar, el niño emasculado por un perro y por lo tanto, segregado del mundo varonil por “esa falta” no necesita repetirse tal cual; aquí es metáfora.

Y también de la adolescencia que, entre fines de los 60 y mediados de los 70, al gran fotógrafo del glamour y las estrellas se le ocurrió posar vestido como David Bowie en su personaje de Ziggy Stardust. Nadie en el barrio pensaba que era un extraterrestre: directamente le gritaban “maricón”. Y se gastaba todo lo que tenía en taxis porque en el transporte público se le complicaba aun más. Un poco por esto y otro poco por su madre, que colaboró mucho en que fuera él mismo y no el niño que toda familia peruana (conservadora de cualquier parte) quería que fuera, se fue en 1976 a Londres. El lugar donde algunos Marios peruanos encuentran lo que estaban buscando.

No tan al principio lo supo, pero luego sí, cuando Londres fue para ese muchacho una oportunidad pero más ligada a la libertad y a la fiesta. Se tiñó el pelo de rosa y se fue a vivir a un hospital abandonado con muchos otros amigos. Los squatters la pasaban bien: vestidos de doctores y enfermeros organizaban grandes eventos y se divertían mucho. Para él, Inglaterra en los años 70 fue todo oportunidad y crecimiento y en su relato ni siquiera se vislumbran los lugares comunes de la crisis de ese período. Es la contracara perfecta de las nociones de colapso que algunos reclaman para esos años oscuros ingleses.

De cualquier manera, la vida de Testino siguió su propio curso y en los años 80 se hizo fotógrafo. Desde allí fue gestando un estilo particular que se destaca en un universo bastante parecido: las fotos de Testino conversan con la tradición de los fotógrafos que él mismo admira y recuerda, Cecil Beaton y Norman Parkinson, tienen humor que viene en la forma del ingenio y la elegancia perfecta. Pero en esos años sus personajes eran más cercanos y pertenecían a su entorno. Aun así, en los primeros retratos se podía intuir la búsqueda, tanto la formal del encuadre, la luz, etc., como la subjetiva: volver a todo el mundo una superstar. Para ello tuvo que pasar un tiempo y la dupla con Hamish Bowles, editor de la revista Vogue, fue indispensable. Las anécdotas de Bowles que lo involucran en trabajos con Mario siempre destacan su encanto y la capacidad para convencer a la gente de que haga lo que él quiere. Un poco así puede ser leída su carrera que en los años 90 explotó, más precisamente, en 1997 con una prodigiosa foto de Lady Di. Testino, tal como sus antecesores (Beaton, Parkinson), se transformó en el fotógrafo de la realeza inglesa de la mano de su ilustre plebeya. Y ya nada fue como antes: ni la nobleza ni sus retratistas. Para los primeros, la entrada de esa chica con un poco de cara de compañera de la secundaria al Palacio de Buckingham modificó las reglas: sus empeños solidarios, sus amores y el tedio de la vida. Lejos están las épocas de Hans Holbein, el joven nombrado por Eduardo VII, Pintor del Rey. Esa foto de Diana tirada en un sofá, con poquísimo maquillaje y mucha juventud, fue un antes y un después para el que quiso conquistar el mundo de los modelos, los nuevos reyes, y lo logró.

Mario Testino - In Your Face, la muestra que podrá verse a partir de marzo en el Malba, es un módulo consistente de muchos de los pasos de su carrera. Además, In Your Face, que alberga un juego muy apropiado de sentidos (“en tu cara”, descarado y atrevido), es la historia de un desfachatado.