CULTURA
DIARIO PERFIL

La muerte de Amos Oz, el mayor humanista de Israel

El novelista y periodista nacido en Jerusalén falleció a los 79 años. Era considerado uno de los más importantes narradores contemporáneos en hebreo y un pacifista inquebrantable.

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Oz. “Hay que sonreír. Nunca vi un fanático con sentido del humor”, dijo en una de sus últimas entrevistas. | cedoc

“Los tolstoianos del barrio (mis padres los llamaban tolstoishtzikim) eran todos vegetarianos fanáticos, querían arreglar el mundo, se preocupaban por la moral, estaban en profunda sintonía con la naturaleza, amaban a toda la humanidad, a cualquier ser vivo, estaban llenos de ardor pacifista y anhelaban la vida pura y sencilla; todos deseaban una vida campestre y volver a trabajar la tierra en el seno de los campos y los huertos. Pero ni siquiera conseguían cuidar bien sus pequeñas macetas: o bien las regaban tanto que las plantas se morían, o bien se olvidaban de regarlas. Puede que fuera culpa del malintencionado Mandato Británico, que solía echar cloro en nuestra agua”. En este párrafo de su novela Una historia de amor y oscuridad (2003), Amos Oz va más allá de la autobiografía, resume la pluralidad de voces, la inestabilidad emocional, el cruce de identidades, así como el largo y sinuoso camino del exilio que vivieron sus padres, de Odessa a Vilna, y de allí a esa Jerusalén en 1933.

En el carácter cosmopolita de ese territorio, el suicidio de su madre cuando él tenía 12 años lo llevó a romper lanzas con el carácter conservador del padre, Yehuda Klausner: a los 15 años cambia su apellido por Oz y se recluye en el orden educativo del kibutz, crece a una nueva vida comunitaria en un estado recién nacido. Mientras estudiaba Literatura en la Universidad Hebrea de Jerusalén, con 22 años, publica sus primeros cuentos, y se convierte, a su vez, en un joven intelectual movilizado en la milicia israelí, por lo que participa en dos guerras, la de los Seis Días y la del Yom Kipur. En el párrafo citado al principio también anida el significado de su pacifismo acérrimo, militante, la experiencia bélica lo hizo tolstoiano, al punto que en algún reportaje reconocía que dividía el tiempo escribiendo novela por la mañana con una lapicera de tinta azul y, por la tarde, artículos políticos, en rojo.

Se lo identifica con la izquierda israelí, pero la trascendió como una autoridad humanista, como un intelectual que supo de la vorágine del sufrimiento, de las pérdidas, de los daños irreparables que producen las guerras

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Escribió en hebreo y fue traducido a más de 45 idiomas. En nuestra lengua fueron publicados 15 novelas, cuatro libros de cuentos, uno de poesía y nueve títulos de ensayos, la mayoría por el sello español Siruela. Ejerció la docencia en la Universidad Ben Gurion de Neguev, también en la Universidad de Oxford. Y entre los numerosos premios que recibió se encuentran: Premio de Literatura de Israel, Oficial de las Artes y las Letras de Francia, Premio Goethe de Literatura, Caballero de la Legión de Honor francesa y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Murió a los 79 años; cáncer fue la causa, comunicó la familia por las redes sociales. Durante años fue candidato al Premio Nobel de Literatura, luego del escándalo del tráfico de influencias entre el jurado y la suspensión del mismo, queda claro que lo merecía y fue excluido por una banda de desvergonzados. Una injusticia imperdonable.

De su faz combativa contra la militarización de Israel y la ocupación de los territorios en disputa con los palestinos queda un libro de ensayos, Contra el fanatismo, que despliega una serie argumental de artículos donde cuestiona la profusión de la ceguera nacionalista, así como la necedad de una sociedad alienada en la autodefensa. Se lo identifica con la izquierda israelí, pero la trascendió como una autoridad humanista, como un intelectual que supo de la vorágine del sufrimiento, de las pérdidas, de los daños irreparables que producen las guerras. Sus novelas retratan esas contradicciones entre la frustración y el dolor; pueden leer La caja negra y Una pantera en el sótano, hermoso título por cierto.