CULTURA
muestra en el mar

La orquestación del sincretismo

La más reciente exposición del Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata promete transformarse en un ícono de la temporada reflexionando sobre el rumbo de nuestra especie a través de sólidas obras de artistas como Amancio Williams, Rivane Neuenschwander, Diana Aisenberg y Fabiana Barrera, entre otros. Una cita obligada para la fiebre del verano.

Búsquedas y variaciones. Vortex, de Martín Huberman, es una de las piezas principales de la muestra, emplazada en el hall mismo del museo marplatense.
| Gentileza MAR

El lobo marino de Marta Minujín, que está emplazado en el frente del MAR (Museo de arte de Mar del Plata), cambió su pelaje. De la efímera cubierta de papeles metalizados como si fueran envoltorios de los muy conocidos alfajores de estas costas a uno perenne, dorado y refulgente, que el sol de la tarde realza. Esa transformación, a un año de apertura del coloso cultural de Camet, es todo un presagio. Como lo es la tercera de las muestras que se inauguraron en la institución que depende del Instituto de Cultura de la Provincia de Buenos Aires. Si El espíritu pop, la primera de fines de 2013, abrió la temporada de verano 2014 como una vedette más con todos sus brillos y ese jugueteo tan del estilo de los años 60 y El museo de los mundos imaginarios, la segunda, demostró las maneras que tiene el arte para dar forma a múltiples fantasías e invenciones, con Horizontes de deseo la apuesta se eleva. También curada por Rodrigo Alonso y con diseño de montaje de Daniel Fisher, las tres salas desarman, e intentan sujetar, eso que se escurre para mimetizarse en pasiones, ansias y hasta caprichos.

El título sugiere esa ambición en plural. Los horizontes son los confines imaginarios del deseo y el arte los modela. La obra Normal, de Martín Huberman, indica un posible recorrido. Lo inmenso de esa pieza realizada con broches de colgar la ropa es menos un ejercicio de manualidad (aunque está presente) que la postulación de un paradigma cromático: de arriba hacia abajo, de la oscuridad a la luz, se suceden los colores con los que pinta esos elementos. De los deseos inconfesables, opacos y sombríos hasta la claridad y el resplandor. A los deseos individuales y a los colectivos, también, podrían estar queriendo atender muchas de las obras. En las piezas de Amancio Williams, justo homenajeado de esta exhibición, está esa luminosidad. Las maquetas y los proyectos del arquitecto de La casa sobre el arroyo hablan de un destello que es presente, al tiempo que se lanza al futuro. La ciudad que necesita la humanidad es el título de uno de ellos, además de maravillosa metáfora sobre el hábitat y el hombre. En esa misma ubicación, la sala 1, junto a muchos otros artistas, Rivane Neuenschwander y Diana Aisenberg ponen en funcionamiento “dos máquinas deseantes”. Una con su I Wish Your Wish, las cintas tipo Senhor do Bonfim con las que entrelaza los pedidos de las personas de varias ciudades. Los que están en Mar del Plata vienen de México y así seguirán su derrotero colorido y auspicioso. Aisenberg, con un pizarrón gigante para escribir lo que amamos en sus diversas maneras.

Para la muestra, desear está vinculado a construir, además de proyectar. Las pinturas de Quinquela y Pío Colivadino tienen ese no sé qué de la inmigración y los sueños. El mundo del trabajo, del río y los barcos. Y él construye, transforma. Como en el trabajo de Fabiana Barrera, otra versión de arquitectura y deseo que se aloja en la sala 2, entre otros. Allí la instalación de Juan José Tirigall es soberbia. Varias hormigoneras de acrílico, pequeñas, y cada una a su ritmo, “mezclan” las proporciones de materiales (tierra, cal y arena) de acuerdo con lo que diez censos nacionales decían acerca de cuántos éramos y de dónde veníamos. Es poética y disruptiva, al mismo tiempo que se postula como una suerte de ensayo nacional desde el arte contemporáneo.

El cierre es en la sala 3, con dos obras como epílogos: un galeón hundido de Tellería y las imágenes de Nijensohn. Ambas concentran la atención, cada una a su modo, de las grandes empresas que ponen en funcionamiento el motor del deseo. Darse a la aventura. Que como lo define Melville en Moby Dick, de una vez y para siempre, es, tranquilamente, tomarse un barco.

 

Horizontes de deseo
Museo de Arte de Mar del Plata
Félix Camet y Gomara