CULTURA
Raul Zurita en FIL 2017

“La poesía es la primera respuesta a la muerte”

Considerado uno de los mejores poetas en lengua castellana, viene de participar en diciembre pasado de la Bienal de la India y prepara un libro de ensayos para fin de año. Sus reflexiones sobre el amor, la muerte y el dolor.

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Poeta. Verás, su último libro, incluye fragmentos de su traducción de La Divina Comedia, de Dante. | cedoc

El poeta chileno Raúl Zurita (1950) es uno de los invitados extranjeros destacados por la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires y el plato fuerte del Festival de Poesía, que finaliza hoy dentro del predio La Rural. Traducido a varios idiomas, entre sus distinciones destacan la Beca Guggenheim y el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda. No por nada es considerado como el poeta en lengua castellana más relevante de la actualidad. Pero Zurita no es el típico poeta que publica libros, es un incansable buscador: en los 80 escribió poemas en el cielo de Nueva York y en el desierto de Atacama, y treinta y cinco años después lo hizo sobre los acantilados de la costa norte de su país y en los muros de una instalación de la Bienal de la India. Zurita parece no tener límites.

—El año pasado vino a Buenos Aires con una banda de rock, luego hizo esa instalación en la Bienal de la India y para este fin de año prepara un libro de ensayos. ¿Qué le queda por experimentar?

—Me queda por experimentar todo, lo que pasa es que no voy a tener tiempo. Todo es parte de una misma cosa. Las presentaciones musicales son súper simples: yo leo y los músicos tocan. Después las instalaciones son un poema, salvo que tienen otros elementos materiales. Pero yendo al fondo de la pregunta, creo que siento la necesidad de hacer aquellas cosas que siempre quise hacer y que por cuestiones materiales o porque estaba la dictadura no pude hacerlas. Siempre sentí que escribir poemas era aquello que podía hacer, pero siempre partía imaginándome otras cosas, me imaginaba una escritura en el cielo, y lo hice, me imaginaba más cosas, el poema era lo que materialmente quedaba. Uno tiene que ser verdadero y tiene que tratar de hacer lo que cree, no tiene que guiarse por dogmas. Si uno sueña con poemas escritos en las nubes, tiene que hacerlo. No es que yo quiera ampliar algo, simplemente quiero hacer lo que siento. No hay un manifiesto, no hay una doctrina, hay voluntad y deseo.

—¿Ha sentido flaquear esa voluntad y ese deseo?

—Montones de veces, casi siempre lo primero que flaquea es la voluntad y el deseo, uno tiene que jalarse de las propias orejas para no caer en el abismo de la depresión. Por eso uno no sabe hasta qué grado lo que hace es una lucha por la sobrevivencia, y tal vez el arte es simplemente eso, una lucha armónica y desesperada para no ser chupado por el abismo de la nada. Y la nada está al lado, no hay que esforzarse para sentirla, es un soplo del vacío. El amor y el arte son un poco cursis, pero el amor y el arte son la última barrera contra la muerte.

—Cuando hizo “Sea of pain” en la Bienal de la India dijo: “La belleza del mundo es la belleza del mundo, no hace daño. Pero los horrores del mundo matan a la gente, construyen Auschwitz y ahogan a miles de seres en el mar Mediterráneo”. Eso recuerda la frase de Theodor Adorno: “Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie”. ¿Se puede seguir escribiendo poesía?

—Yo diría: ¿qué otra cosa se puede hacer si no escribir poesía? Helena es la causante del dolor y al mismo tiempo del origen del canto, lo que hace que la belleza y el horror estén dramáticamente unidos. Sin embargo, a veces quisiera que no hubiera arte, porque eso significaría que no habría daño: todo aquello que llamamos libros o cuadros no son sólo los escombros de una batalla que hemos perdido. Lo importante no era escribir poemas ni pintar cuadros, lo importante era hacer la vida de otra manera. La belleza es la belleza, pero el horror te cuesta la vida, es la magnitud de lo desesperado, de lo que no tiene justificación.

—¿La escritura misma como barbarie?

—Son los demonios de una falla, de un desacomodo de la existencia, tal vez el destino del ser humano sea escribir ese desacomodo, ese desajuste. Hay un mito mapuche increíble donde finalmente se revela que el hombre no solamente no es el dueño de la creación sino que es el más bajo, porque llegó tarde y llegó mintiendo.

—Hace poco dijo que se vivían los últimos estertores de la poesía y que lo que tenían que hacer los poetas era subir al Olimpo para cantar la muerte de la poesía. ¿Sigue sosteniendo eso?

—La poesía muere en el sentido que nosotros la entendemos, a lo mejor aquello que llamamos poesía en un futuro emergerá de otra forma, de modos inconcebibles, porque la poesía es la primera respuesta frente a la verdad inconcebible que es la muerte; cuando alguien descubrió que se iba a morir ahí comenzó lo humano y la primera respuesta a eso fue el primer poema en un intento por incorporar lo inconcebible.

—¿Le tiene miedo a la muerte?

—No, pero lo que he estado pensando en este último tiempo y me tiene totalmente obsesionado es cómo será la muerte de aquellos seres que murieron bajo tortura. Hacerte nacer para torturarte es algo que da para pensar: los que murieron en los hornos de Lonquén con todos los huesos quebrados, amarrados con alambres de púas, sin ojos. Quiero saber si el último segundo en sus vidas fue un instante de paz o un instante de dolor infinito. Los torturadores son culpables de todo, menos de haber nacido: nadie les preguntó si querían nacer o no, nacieron, y ésa es la única inocencia que tienen, sólo por esa inocencia todo ser humano viviría en condiciones criminales, porque si hubieran elegido, hubieran dicho “Sí, quiero nacer”. Si a Hitler le hubieran dado a elegir si quería nacer, lo más probable es que hubiera elegido nacer, y si le hubieran dicho: “Pero vas a matar a treinta millones de personas”, tal vez hubiera dicho: “Quiero nacer igual”.